Política: 2; Ciencia: 1

La ciencia es básica para que su criterio sea el elemento clave en esta pandemia por encima de lo político

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Profesor de la EASP. Médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y Doctor en Medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona.

La ciencia como salvadora de la pandemia.
La ciencia como salvadora de la pandemia.

Es evidente que se han tomado muchas decisiones políticas en esta pandemia. Y pienso que quienes tienen que tomarlas son los que trabajan en la política. El problema es que las decisiones sean políticas sin aval científico. Y no puedo entender que las decisiones se hayan tomado a veces, sin coherencia con lo que hubieran dicho profesionales de la ciencia. Creo que el aval científico es fundamental para que las decisiones se puedan entender. La ciencia es básica para que su criterio sea el elemento clave en esta pandemia por encima de lo político.

Por tanto, la divulgación científica y la exposición de los científicos en los medios de comunicación en algunas ocasiones m, ha dado sus frutos, pero no siempre.

Pero la pregunta que me viene a la cabeza es: ¿Qué ha fallado en esa relación entre política y ciencia?:

1) No hubo canales estables de comunicación
2) Se eligieron sólo científicos de la cuerda de los políticos y algunos fueron descartados a lo largo de la pandemia por decir algunas cosas que no les gustaban a algunos políticos
3) Se pecó normalmente por las 2 partes: una por desconfianza política, la otra por soberbia intelectual
4) Los políticos buscaron asesores del cortísimo plazo
5) Demasiadas veces se buscó al “gran sabio” que tenía la solución (que no la tenía)

Creo que el cortoplacismo y los recelos arruinan una cooperación crucial e imprescindible entre ciencia y política. Y es que algo ha fallado en España en el punto de encuentro entre decisiones políticas y conocimiento experto, entre políticos y científicos. El desacople ha sido evidente. Una y otra vez, los responsables políticos han acudido a la misma coletilla: “Hacemos lo que nos dicen los expertos”. Pero no siempre cuadraba, no siempre, ni mucho menos, fue así.

Hemos dicho una y otra vez que ante la pandemia y también ante la vacunación, necesitábamos unidad de acción y que si no la había, aumentaban los problemas. La realidad con la que nos encontramos en España fue un espacio de confrontación que dificultó la mejora de la situación de la pandemia. Y de la confrontación entre partidos, se le añadió la confrontación Gobierno Central con algunas CCAA o viceversa que con el enfrentamiento buscaban cada una de las partes encontrar rédito político y electoral.

Necesitábamos y necesitamos expertos (expertos que deben ser plurales ideológicamente) que hagan sus planteamientos basados en la evidencia y políticos que tomen decisiones basadas en lo que opinan los expertos. Nos hubiera ido mejor sin duda en esta pandemia.

De todas formas, que la ciencia sea un buen camino para solucionar problemas no quiere decir que siempre logre solucionarlos, ni que sea infalible, ni que presente dogmas inamovibles que nos permitan ajustarnos a un guion inmutable. Todo lo contrario: como hemos visto estos tres últimos años, las explicaciones que nos daba la ciencia para tratar de comprender el mundo podían cambiar, lo cual no significaba que no debiéramos confiar en ella.

¿Asimilamos de manera correcta lo que supuso la pandemia y la información que nos iba llegando? Probablemente no, o al menos no todo lo bien que hubiéramos debidos. Más allá de que la cultura científica pueda mejorarse en España, nos hemos dado de bruces con la ciencia durante la pandemia.

Estudiar la posible crisis de confianza de la sociedad, no sólo en los resultados que muestra la ciencia sino también en las políticas que surgen de interpretar esos resultados y tomar decisiones, hubiera ayudado a facilitar una mejor relación entre ciencia, política y sociedad.

La pandemia ha proporcionado a la ciencia el primer verdadero campo de batalla para ponerse a prueba desde principios de siglo. La ciencia ganó algunas batallas importantes contra el Sars-Cov-2, pero también perdió otras muchas más. De manera inequívoca, la grandeza del progreso científico y la presencia de grandes investigadores permitieron a las sociedades comprender el virus, sus modos de transmisión y las intervenciones de salud pública más efectivas. Compartir la información, potenciada por la red, permitió el enfrentamiento inmediato entre diferentes experiencias y profesionales. Después de una secuenciación viral inmediata, se desarrollaron y aprobaron vacunas seguras y efectivas a una velocidad récord, lo que nos brindó una nueva forma de proteger de la enfermedad grave a las personas del virus, además de las medidas tradicionales de salud pública. Y por primera vez en mucho tiempo, el progreso científico estuvo en las portadas de todos los periódicos durante mucho tiempo.

Debido al peculiar enfoque de la información que tenemos hoy en día, los científicos han intentado dar instrucciones precisas y comprensibles en cualquier momento disponible, con transparencia y claridad, basándose en trabajos precedentes o, en su defecto, en el sentido común. Pero todos olvidamos que el tiempo de la ciencia y la investigación no es el tiempo de los medios y las noticias.

Ante ello, ha habido comentarios como que PERLA WAHNÓN en @el_pais: Ciencia y política ante la covid-19: el distanciamiento no es la solución
@Carliserrano: Los políticos tienden a favorecer el tipo de ciencia que se alinea con las preferencias que ya tienen.

@jm_zaragoza: Es muy difícil sostener un esfuerzo concertado en pos de un objetivo común cuando no tenemos en cuenta los intereses de todas las partes. No se trata de pedir ninguna exclusividad, sino de aumentar los vínculos, entendiendo que es la única forma posible de salir más fuertes, más vinculados, de esta crisis. Y todo ello bajo la idea de: en la salud, ustedes mandan pero no saben.

Francis Fernández en @indegranada: La relación entre ciencia y política en medio de una pandemia debiera ser lo más estrecha posible entre ambos ámbitos, para dilucidar qué medidas aplicar. No menos importante tendría que ser la transparencia en la comunicación, para explicar con claridad  las decisiones que se toman, en base a qué criterios y cómo salvan vidas, que es de lo que al final se trata.

Fernando G Benavides y @miquelporta: La ambición ética, política y económica de la respuesta a la pandemia nos atañe a todos: instituciones, organizaciones sociales, empresas y ciudadanos. Y la confianza entre todos debe ser lo más amplia posible; para una cultura latina como la nuestra, confiar en las instituciones suele ser un reto.

O @Sergioefe que decía: La búsqueda de soluciones contra la COVID-19 nos está mostrando en directo la importancia del conocimiento científico. Sin embargo, en ocasiones se desprecia como base para tomar decisiones políticas y, en el otro extremo, se le exige un poder de predicción absoluto que no tiene. ¿Cómo cambiará la imagen social de la ciencia? ¿Aprenderemos a valorarla tal y como es?

O Mauricio Suárez en @elconfidencial: Son también nuestros representantes los que deben valorar el momento oportuno para una intervención y, a la luz de la información disponible, tomar decisiones preventivas, por ejemplo, las que conciernen a la autorización de actividades o manifestaciones sociales o públicas que puedan influir en el desarrollo de una epidemia. Y son ellos, en última instancia, los responsables.
O “Nunca antes habíamos visto cómo el conocimiento científico avanzaba en directo, pudiendo seguir en streaming los resultados de distintos estudios y ensayos clínicos”, dice Núria Jar.

Magí Ferrer comentaba: La necesidad de un tratamiento hizo que se utilizaran muchos medicamentos sin evidencia y el aprovechamiento de los resultados clínicos mediante estudios retrospectivos cargados de sesgos, que al final casi siempre resultaron no adecuados.

Para Javier Salas, periodista científico de El País, el gran problema ha sido la desinformación que surgía de los despachos, la que generaban a propósito, por error o por negligencia, algunos gobernantes, líderes políticos e incluso autoridades sanitarias. Porque sus mensajes llegaban al gran público, gracias a las redes sociales, pero también a los medios de comunicación convencionales. El papel de los periodistas en esta pandemia ha sido especialmente complicado, porque no nos hemos tenido que enfrentar únicamente a los charlatanes de siempre, sino que ha sido un tsunami de desinformación mucho más preocupante porque venía de arriba.

Para la periodista científica Milagros Pérez Oliva, de El País, el primer gran error ha sido que los esperados datos sobre eficacia y seguridad se han dado a conocer en notas de prensa de las propias empresas farmacéuticas. Y añadía que No solo se han comunicado directamente a la población a través de los medios de comunicación, sin revisión por pares independientes ni publicación previa en revistas científicas, sino también mediante notas corporativas que omitían información relevante para poder evaluar el alcance real de la información. Esta no es precisamente la mejor forma de comunicar la ciencia. 
“Las revistas científicas han cambiado sus prácticas editoriales, y su protagonismo en el mundo de la comunicación científica se ha visto también afectado por la rápida diseminación de datos, comentarios y críticas a través de las redes sociales” decía Ana María García.

Todo podría haber sido mejor si hubiéramos contado con el apoyo de expertos y científicos. Avancemos con la ciencia como aspecto clave, pero sin “utilizar inadecuadamente” a los expertos. Lo necesitamos y los necesitamos para nuevas pandemias que seguro llegarán.

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