Escribiendo para pensar y hablar: la construcción del imaginario colectivo masculino y sus implicaciones sociales

Influye en la manera en que se transmiten las tradiciones de generación en generación, así como en cómo se conforman las normas sociales y las instituciones de una sociedad

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Miembro de la Asociación de Hombres Igualitarios de Andalucía. (A Rocío siempre, antes, después y luego)

Una imagen que representa el machismo que sigue existiendo en una sociedad desigual.
Una imagen que representa el machismo que sigue existiendo en una sociedad desigual.

No había reflexionado sobre esto antes, pero al igual que el dilema de si el huevo fue primero que la gallina, parece que los seres humanos aprendimos a escribir antes que a hablar. Fue precisamente la escritura lo que permitió desarrollar el habla, distinguiéndonos de los animales. Comenzamos escribiendo y, a partir de ahí, fuimos elaborando mentalmente el lenguaje que luego pronunciamos. Hasta entonces, solo emitíamos sonidos y ruidos. Este artículo de opinión es en parte un ejercicio práctico de esta afirmación: "escribir para pensar y hablar".

Recientemente, leí un buen artículo del filósofo y profesor Francisco Garrido que, entre otras cuestiones, aborda el tema del imaginario colectivo, una especie de mente colectiva a través de la cual pensamos como grupo o sociedad. Este imaginario no sería la simple suma de los pensamientos individuales de cada uno de nosotros, algo que ni siquiera la inteligencia artificial podría lograr. Es más bien como un “Big data” de ideas, símbolos, conceptos, miedos, aspiraciones, incertidumbres, sueños y felicidades que compartimos sin ser conscientes de ello.

Esta mente hace que, ante la presencia de ciertas variables, tengamos un pensamiento, reacción, posicionamiento, discurso o emoción única, en una especie de subconsciente colectivo que se guía más por lo emocional que por pensamientos concretos, pero que influye cognitivamente en la construcción de lo que somos. La neurociencia, que estudia lo que llamamos libre albedrío, el acto de elegir entre una u otra calle cuando caminamos sin rumbo fijo o de sentarnos en una silla ante dos sillas exactamente iguales, nos dice que estas decisiones pueden no ser el resultado de la voluntad consciente, sino decisiones de nuestro subconsciente, anteriores a la consciencia y a la propia toma de aquellas.

Este imaginario es importante porque afecta la identidad cultural de un grupo y moldea su comportamiento y forma de pensar. Influye en la manera en que se transmiten las tradiciones de generación en generación, así como en cómo se conforman las normas sociales y las instituciones de una sociedad.

Es esencial comprenderlo para analizar la cultura y cómo esta cultura puede interactuar y relacionarse con otras culturas en un contexto más amplio. Asimismo, su estudio puede ayudarnos a comprender mejor las actitudes, los valores y las decisiones de un grupo social en determinados contextos históricos o situacionales.

Esto podría explicar los sesgos relacionados con la igualdad entre hombres y mujeres. 

¿Cómo se construye ese imaginario colectivo masculino que nos conecta?

¿Es posible modificarlo?

¿Es el género la mente colectiva que nos vincula y determina?

¿Responde a este inconsciente el machismo, la homofobia, la transfobia y la misoginia que nos define como hombres?

Es importante plantear estas preguntas para analizar y comprender mejor cómo los estereotipos y las actitudes arraigadas pueden influir en nuestra percepción y en la promoción de la igualdad entre hombres y mujeres.

El imaginario colectivo puede tener un papel crucial en cómo se define y se percibe la masculinidad. A lo largo de la historia y en diferentes culturas, ha habido diferentes constructos y expectativas asociadas con la masculinidad. Estas expectativas pueden incluir características como la fuerza física, el dominio, la valentía, la racionalidad, la independencia emocional y la competitividad.

Este inconsciente común puede idealizar ciertos estereotipos masculinos y reforzar roles tradicionales, lo que puede ser restrictivo y limitar las expresiones y comportamientos de los hombres. Esto ha llevado a la creación de normas rígidas sobre cómo debemos comportarnos para ser considerados "verdaderamente hombres", lo que genera presiones sociales y emocionales para quienes no se ajustan a estas expectativas.

También contribuye a la promoción de la violencia y la agresividad como atributos masculinos deseables, lo que ha posibilitado la normalización de comportamientos dañinos en algunos contextos culturales.

Sin embargo, es importante destacar que no es estático y ha evolucionado con el tiempo. En las últimas décadas, ha habido esfuerzos para desafiar sus normas y redefinir la masculinidad de una manera más inclusiva y positiva. Hemos tenido avances en la promoción de la masculinidad como una identidad que no se basa en la dominación o la represión de emociones, sino en la empatía, la comprensión, el respeto y la igualdad.

En definitiva, desempeña un papel importante en la construcción de nuestra identidad como hombres, en cómo los hombres nos vemos y cómo somos vistos y tratados por la sociedad. Desafiar y cambiar los aspectos negativos y restrictivos de esta mente social colectiva masculina puede abrir camino a una visión más diversa y enriquecedora de lo que significa ser hombre, una visión que promueva relaciones más igualitarias y saludables entre hombres y mujeres.

 

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