Por lo general, el algecireño es reservado hogareño. Para que un político pueda tomar nota de qué quieren los algecireños, no debe leer periódicos locales, que no dicen nada, ni por supuesto subirse al transporte público como Churchill, porque ahí no viaja nadie. Para escuchar algo hay que ir a lo práctico: una cena en casa y que los asuntos se vayan destilando.
A los candidatos se les podría haber ocurrido la genial idea de la Campaña velada 2023, en tu casa o en la mía. Pero igual no les salía a cuenta, ni a nosotros tantas palabritas. El caso es que aquí la cosa pública padece cierta afasia que debe ser influjo de los espías que por aquí anduvieron. Digo yo.
Quizás la ausencia de poderes públicos tuvo al algecireño durante demasiado tiempo como a la intemperie resguardado. ¡Pero la cosa ya no es así! ¡La vida es excitante y soleada! Algeciras lo tiene casi todo para seguir la estela de Málaga y cada vez se parece más a Marruecos.
La adulación complaciente lleva al inmovilismo. Se requiere de la incomodidad de aquellos jóvenes que salieron y han vuelto. Esos serán los que agiten el nuevo coctel Bahía especial. ¡Por favor, sírvanlo ya!
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