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Ninguna función del organismo se encuentra tan sometida a la influencia del ambiente, es decir, a la educación, como la función intelectual.

Séneca decía que pobre no es el que tiene poco, sino el que desea mucho. Todos deseamos ser lo máximo, lo mejor, la marca que nunca podemos igualar y así dejamos en el camino al que no es capaz si quiera de alcanzar lo que entendemos por “normal”. El subnormal es el que está por debajo de lo normal, como si hubiese un patrón de iridio que registrara la normalidad de las personas y se cuidara en algún museo de París para servir de referencia a las conciencias del mundo.

Ninguna función del organismo se encuentra tan sometida a la influencia del ambiente, es decir, a la educación, como la función intelectual. Por tanto, una buena base genética con una escasa formación o ambiente, para poco servirá; una base genética alterada con una formación enriquecedora y constante, podrá conseguir superarse.

La integración de nuestros niños y niñas en las escuelas ha servido sobre todo al resto de sus compañeros a encontrar las diferencias, los matices de los seres humanos. Esta integración tiene que realizarse fundamentalmente en los colegios públicos, a pesar de los recortes, y apenas está habilitada en los colegios concertados y privados, salvo honrosas excepciones. En el marco de la integración laboral ocurre algo parecido, e incluso en las administraciones públicas la oferta parcial de trabajo no permite cubrir los porcentajes que serían de justicia aplicar. Queda mucho aún para vivir en una sociedad capaz.

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