Cuando la derecha estaba a favor de la amnistía

Aunque el pasado puede servirnos de aprendizaje, los acontecimientos no se repiten con mecánica exactitud

El general Sanjurjo.
El general Sanjurjo.

Una amnistía es una medida jurídica que se defiende o se ataca en función de criterios fundamentalmente políticos. Ahora es la izquierda la que está favor mientras la derecha se manifiesta en contra. En cambio, en 1934, sucedía todo lo contrario. En aquellos momentos, había que decidir qué se hacía con el general Sanjurjo, un militar que se había sublevado contra la República dos años antes. En principio, se le condenó a muerte. El Gobierno de Azaña, sin embargo, le conmutó la pena por la de cadena perpetua. A la derecha, esta demostración de generosidad no le pareció suficiente, así que se movilizó para obtener un perdón total. En Historia del indulto y la amnistía: de los Borbones a Franco (Tecnos, 2022), Manuel Torres Aguilar, catedrático de Historia del Derecho en la Universidad de Córdoba, nos detalla cómo fue aquella situación. 

El centroderechista Lerroux justificó la amnistía como medio de pacificar los espíritus y evitar que los que habían delinquido volvieran a reincidir. Si consultamos la prensa de la época, observamos que Gil Robles, el líder de la CEDA, la formación conservadora, utilizaba los mismos argumentos. En su opinión, las organizaciones de izquierda no debían plantear problemas porque, si bien la reforma afectaba a Sanjurjo, también beneficiaba a los trabajadores que se habían saltado la ley en las huelgas. A su vez, en una intervención parlamentaria, José María Pemán defendió que los funcionarios implicados se reintegraran a sus puestos

Como dice Torres Aguilar en su estudio, el proyecto de amnistía que preparó se distinguía por su “marcado carácter político con el propósito no sólo de exculpar a los causantes de aquel intento de derrocamiento de la II República, sino también a todos los colaboradores más o menos cercanos”. Se trataba, como es evidente, de una cuestión altamente polémica. El jefe del Estado, Alcalá-Zamora, se opuso a una iniciativa que, a su entender, debilitaba a la República con la puesta en libertad de sus enemigos. Dentro del Partido Radical, la fuerza por entonces en el Gobierno, no existía unanimidad al respecto. La amnistía, además de dividir a su partido, amenazó con hacer caer al gabinete. Lerroux, por todo ello, asumió un gran riesgo. ¿Tal vez porque tenía algún tipo de deuda inconfesable con la derecha?

Desde el PSOE se protestó contra la impunidad de los golpistas. No tenía sentido pacificar a los que no querían pacificarse. Durante el debate parlamentario, Indalecio Prieto se quejó de que pretendiera indultar a los insurrectos de la derecha, pero no a los que habían protagonizado el levantamiento anarquista de 1933: “Se perdona a los que se salieron de la ley para producir un retroceso político; no se perdona a los que delinquieron para producir un avance”. De esta forma, el líder socialista insinuaba que atentar contra la legalidad podía ser más o menos grave en función de los objetivos políticos se persiguieran. 

Finalmente, la ley del 24 de abril de 1934 permitió que Sanjurjo pudiera salir de prisión. El general se marchó a Portugal y no tardó en volver a las andadas como una de las figuras principales del levantamiento del 18 de julio de 1936, desencadenante de la Guerra Civil. Los anarquistas, a su vez, también acabaron beneficiándose de la medida de gracia aunque, en una fase inicial del proceso, no se les tuviera en cuenta. ¿Se hizo bien? ¿Se hizo mal? Nadie quedó satisfecho. Lerroux quiso contentar con la amnistía a la CEDA, con la esperanza de que la derecha se hiciera republicana. Está claro que no lo consiguió. La izquierda, a su vez, no podía aprobar una indulgencia que consideraba profundamente injusta. 

¿Podemos llegar a alguna conclusión para iluminar el presente? Con ejemplos se muestra lo que se quiere. La Historia ofrece los necesarios tanto a la derecha como a la izquierda. Algunas amnistías han sido pacificadoras. Otras no. Que se lo digan al dictador Fulgencio Batista: permitió que Fidel Castro quedara en libertad y poco después tuvo que abandonar Cuba ante el triunfo de los revolucionarios. Aunque el pasado puede servirnos de aprendizaje, los acontecimientos no se repiten con mecánica exactitud. Además, aunque sepamos lo que sucedió en otros tiempos, nada garantiza sepamos aplicar este conocimiento con tino en las circunstancias actuales. En ocasiones hay que arriesgarse a hacer una cosa u otra sin la seguridad de que vayamos a acertar. 

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído