Una imagen del meme de los africanos bailando con el ataúd.
Una imagen del meme de los africanos bailando con el ataúd.

Richard Dawkins en su libro El gen egoísta formuló un brillante hallazgo conceptual: los memes. Estableció una analogía entre el gen como unidad discreta y básica de información en la selección natural y el meme como la unidad de información equivalente en la selección cultural. Más allá de la vulgarización por medio del uso del término en las redes sociales, la memética es hoy un apasionante y útil marco teórico para entender las dinámicas de la selección cultural y de las transmisiones de los artefactos y dispositivos semánticos y simbólicos desde una perspectiva evolucionista. Daniel Dennett o Susan Blackmore, entre otras y otros filósofos y científicos sociales, han hecho en los últimos años aportaciones muy interesantes desde la memética para comprender y explicar la dinámica evolutiva del cambio cultural.

En estos días de confinamiento en que nos esforzamos por entender la lógica de la expansión y remisión de los virus, sería sugerente darle continuidad a la senda abierta por Dawkin y seguirle la pista a la expansión y remisión de los memes. Milllones de memes maliciosos tratan de aprovechar la debilidad de nuestro sistema cognitivo, estresado por la experiencia inaudita y disruptiva de la pandemia, para hospedarse en el cerebro social. Bulos, mentiras, locuras conspiranoicas, selección negativa de las noticias nos atacan a diario. El efecto de este hospedaje malicioso es que debilita enormemente nuestra reacción adaptativa ante la catástrofe en un momento en que más la necesitamos. Solidaridad, empatía, cooperación, inteligencia colectiva, optimismo, racionalidad son las primeras víctimas de esta memética del odio, el miedo y la irracionalidad.

Reaccionar ante estos memes es tan importante, o más, que reaccionar ante el ataque del virus. Pero para ello tenemos que entender la dinámica y el medio de difusión y contagio de los memes al igual que nos esforzamos en hacerlo con los virus. Los memes se replican con más facilidad cuando reúnen una serie de condiciones endógenas (composición del meme) y exógenas (ambiente y huésped propicio) y que se concretan en reglas de difusión: cuanto más simples y disruptivos son los memes más se replican (economía cognitiva y sesgo de disponibilidad), cuando el medio de propagación es más propicio, o sea, un medio que opone menos resistencia (mínimo rozamiento) y cuando se alojan en un huésped, cerebro individual y social, más debilitado (inmunodepresión).

Los memes maliciosos que circulan en estos días reúnen todas las condiciones para su expansión rápida y dañina. Son extremadamente simples y ligeros, encuentran un espacio de difusión propicio en las redes sociales que tienen algoritmos diseñados para la selección y replicación de las informaciones más extremas y escandalosas (el llamado “efecto madriguera” en alusión a la caída en la madriguera de Alicia en el cuento de Lewis Carroll) y encuentran un huésped, cerebro social e individual, debilitado por el confinamiento y la pandemia.

Para terminar de entender toda esta dinámica memética es necesario constatar en los memes dos cuestiones relevantes: la difusión de los memes no tiene necesariamente intencionalidad, aunque sí puede haber una estrategia oportunista de uso político a posteriori, y esto es peligroso. Y dos, la tendencia evolutiva de los memes, como de los virus, es a su progresiva atenuación. Los memes más locos y extremos se irán agotando en favor de aquellos más moderados, o verosímiles, pero que contienen una significativa pero discreta porción de maliciosidad. Y aquí debe situarse la preocupación ¿Cuántos memes maliciosos atenuados van a quedar alojados en el cerebro social después de la pandemia? Como dicen los teólogos católicos: una herejía no es más peligrosa cuanto más mentira sino cuanta más verdad contiene, pues igual con los memes.

Una vez que hemos descrito y comprendido la lógica de expansión de los memes, se nos antoja la pregunta típica de la acción: ¿Qué hacer? Y siguiendo con la alegoría de Dawkin, proponemos dos alternativas: a corto plazo: (a) distanciamiento digital de las redes sociales y de los medios de comunicación sensacionalistas. No entrar en las redes sino a colgar noticias de fuentes fiables, no replicar, no comentar. (b) Reforzamiento de la defensas cognitivas y emocionales. No polemizar, no polarizar, no acusar; empatía, cooperación, cultura científica, cultura poética, positividad.

A medio plazo: alfabetización científica y vacunas críticas. Poseer una cultura científica es imprescindible para el ejercicio de la ciudadanía como se está viendo en estos días de estadísticas, epidemiologia y virología. No se trata ya de enseñar a los niños y niñas a hacer ciencia, que también, los habrá que quieran hacer fontanería o poesía, o buñuelos de crema, que también es importante; sino de enseñar a pensar como la ciencia. La alfabetización científica será la mejor profilaxis a medio plazo contra los memes maliciosos.

El espíritu crítico nos dota de la mejor inmunización, la mejor vacuna memética, Pero el espíritu crítico no se inocula de una vez para siempre sino que hay que estar constantemente entrenándolo por medio de la práctica de la democracia dialógica en todas las esferas de la vida social. Habrá que reforzar las agencias públicas e independientes de contrastación, evaluación y meta-análisis de la información de los memes circulantes. Soy optimista y pienso que de este impase dramático saldremos con un entrenamiento social e institucional fortísimo para prevenirnos de los ataques de pandemias futuras ya sean de virus o memes maliciosos.

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