El antropoceno, la izquierda y los sueños lúcidos: el intelectual orgánico como ingeniero de sueños

La ingeniería del sueño no se centra exclusivamente ni en las pesadillas recurrentes, ni en los sueños lúcidos sino en toda la actividad neurocognitiva, fisiológica y metabólica del sueño

Cerebro y computador.
Cerebro y computador.

Los sueños lúcidos son aquellas experiencias oníricas en la cual la persona durmiente es consciente de estar soñando y sabe distinguir entre la experiencia soñada y la realidad de la percepción del estado de vigilia. En los sueños lúcidos la persona con algún entrenamiento pude llegar a obtener cierto control sobre el guion del sueño. Es por esto que es utilizado en psicología clínica para el tratamiento de episodios de pesadillas  recurrentes. El análisis neurológico de estos sueños lúcidos localiza a los mismos en la fase REM del sueño. Este tipo de sueños son muy interesantes, pues combinan propiedades de estados oníricos con estados de vigilia, y nos aportan mucha información de la naturaleza de ambos estados. 

En los últimos años ha habido un interés creciente renovado en comprender y valorar la importancia para la salud de las patologías del sueño en paralelo con el desarrollo de dos disciplinas novedosas, como son la cronobiología y la medicina del sueño. De la combinación de ambas disciplinas ha surgido unas nueva practica clínica como son los llamados ingenieros de sueños. Este es aquel especialista en neurofisiología del sueño, o en cronobiología, que coopera con el paciente en la autoprogramación del estado onírico de los sueños lucidos para evitar y/o gestionar las pesadillas recurrentes y permitir que las funciones de  programación, borrado y descanso de la actividad del durmiente sean más eficientes. 

La ingeniería del sueño no se centra exclusivamente ni en las pesadillas recurrentes, ni en los sueños lúcidos sino en toda la actividad neurocognitiva, fisiológica y metabólica del sueño. El fin es obviamente  terapéutico: mejorar la calidad de vida del individuo incrementado la capacidad adaptativa. Adaptación no significa resignación a las condiciones  dadas sino reconocimiento de cuáles son esas opciones y las posibilidades de transformación o conservación de las mismas. La actividad neuronal onírica es tan esencial en el metabolismo de los mamíferos, y de otras muchas especies, como la ingesta de alimentos y oxigeno. Pero esta importancia fisiológica, se torna aún mas crucial en la alimentación del desarrollo neurocognitivo. Muchas, por no decir todas, las funciones cognitivas del individuo humano se verían seriamente dañadas, cuando no por completo impedidas, si el sueño se deteriora.

El imaginario colectivo

El concepto de inconsciente es uno de los conceptos más consolidados  dentro de la ciencias neurocognitivas, desde el psicoanálisis a la teoría de la mente, hay acuerdo sobre su existencia y los efectos causales que tienen  sobre la conducta aunque en otros muchos aspectos (naturaleza, acceso, expresión, etc.,) el acuerdo está lejos de ser  pacífico y unánime. Pues bien uno de los enfoques sobre el que hay cierta colación es la naturaleza privilegiada de los sueños como una de las puertas de acceso al inconsciente. Es cierto que los sueños no solo son expresión del inconsciente sino de todo un cúmulo de ruido neural donde los estados fisiológicos son muy relevantes, pero esto no le resta utilidad como vía de exploración. En el caso de los sueños lúcidos el peso del inconsciente, y no del ruido neuronal, es abrumador.

¿Es este inconsciente individual extrapolable a la comunidad? ¿Hay un inconsciente colectivo? La idea de la existencia de un inconsciente  colectivo postulada por Jung roza el esoterismo y carece, hoy por hoy, de cualquier evidencia científica sólida, pero el uso metafórico de esta idea para referirse tanto al sustrato de la inteligencia colectiva como a los sótanos del capital simbólico comunal, por el contrario, ha mostrado una fuerza heurística muy fértil para explicar conductas y fenómenos sociales. La traducción filosófica y sociológica de esta idea es la que Morin y Castoriadis han llamado el “ imaginario colectivo” .     

El imaginario colectivo es un concepto de las ciencias sociales, acuñado en el año 1960 por Edgar Morin, que designa al conjunto de mitos y símbolos que, en cada momento, funcionan efectivamente como de "mente" social colectiva. Es alimentada, tanto en su dimensión real como en su dimensión imaginaria (que se retroalimentan -transferencias y proyecciones-), de una forma cuasi-religiosa, por los medios de comunicación; y se identifica en los productos de consumo y las personalidades mediáticas (líderes, famosos). Se caracteriza por su neo-arcaísmo, su sincretismo y su universalización. Se desarrolla en arquetipos o temas universales (el amor, el tiempo, la juventud, el héroe). Las catástrofes y desgracias funcionan como su "Hades" (imaginario negativo). Dentro de este imaginario  colectivo se localizan los temores más terribles o los anhelos más fervientes de la comunidad.

Pues bien, lo que propongo es considerar al antropoceno justo como una categoría científica, epistémica, como una categoría del imaginario colectivo, fenomenológica, de la izquierda y la comunidad científica.

Precisando aún más, en el caso del antropoceno se trataría de un sueño lúcido que hasta el momento se está expresando en forma de pesadilla cada vez más recurrente (colapso). El discurso del colapso ha sido un efecto indirecto de la negación del negacioinismo de extrema derecha y de los disidentes de la complejidad entre los que se encuentran sectores importantes de la izquierda víctimas inducidas de un proceso inflamatorio de la cultura de la sospecha. Los esfuerzos para vencer al negacionismo han tenido, y son en el momento presente, de tal magnitud que se nos ha ido la mano. El resultado es que hemos insertado en el imaginario colectivo global una pesadilla en forma de sueño lúcido de terror.

Este sueño lucido del antropoceno como colapso ha arrojado a millones de personas en brazo del conspiracionismo y la extrema derecha, como se empuja hacia la sombra en medio de la calima de agosto. El sufrimiento social del sueño lucido del colapso es tal que se prefiere el opioide de la conspiración, la negación y el racismo de la extrema derecha. Huyendo de los sueños lúcidos, pesadillas de terror, de la izquierda y la ciencia se refugian en las ilusiones terribles del fascismo. 

La izquierda de Kafka a Lovecraft 

La izquierda postestalinista y poscolonial hemos pasado de la iluminación salvífica de Kafka al terror impotente de Lovecraft. Y el terror sin poder es siempre un “ambientador” del poder. Si la derecha representa la ilusión de que el terror no sea real, el sesgo de supervivencia que dicen los estadísticos, te tuerce fatalmente, a lo más extremo, hacia la derecha. Esto es lo que ha conseguido el discurso del colapso al que todos hemos contribuido, sin bien es cierto que unos (por ejemplo yo) más que otros.

¿Qué hacer? 

Para responder a este pregunta  me inspiraré en gente tan leninista como los editorialistas de The Economics cuando hace unos días escribían sobre la datación del antropoceno en un lago canadiense: “Lo realmente preocupante para la opinión pública no era la fecha de comienzo del antropoceno sino la de terminación y como será ese final si es posible”. No se trata de negar las evidencias científicas de la gravedad de la crisis ecológica, es decir de pasar de la pesadilla del sueño lúcido a las drogas psicodélicas del tecno optimismo y seguir como si no pasara nada. Hay que mantener y defender el sueño lúcido del antropoceno pero dándole un giro pascaliano y espinozista, mostrando más un discurso de pontencialidades  alternativas que colapsos póstumos. El objetivo no es volver a Kafka pero si a Spinoza (o a Pascal por lo menos) proclamando enfáticamente y demostrando científicamente, que solo puede haber futuro fuera del capitalismo. 

Y en este giro espinosista del sueño lucido del antropoceno es donde la izquierda como intelectual orgánico, en el sentido de Gramsci, tiene que operar como ingeniero de sueños del tal forma que sin alterar la naturaleza del sueño lucido del antropoceno, pues esto le impediría intervenir en la mismas pesadillas, para que ésta cambie de pesadilla de terror (colapso) a horizonte de utopía. Reinterpretando la utopía como horizonte adaptativo  de probabilidades, al modo de la apuesta de Pascal, y no como objetivo irrealizable. 

Sustituir colapso por utopía sin salir del sueño lucido es posible pero complicado, nadie dijo nunca que fuera a ser fácil. La verdadera batalla epistémica contra el negacionismo es contra las condiciones que lo provocan. El sufrimiento social que genera el terror a la ausencia de futuro y no contra su misma enunciación explícita. Al negacionista, como al psicótico, se le cura pero no se le convence. Pero para que el ingeniero de sueños tenga éxito es necesario transitar por fases. No se pasa de pesadilla de terror colapsista a sueños lúcidos utópicos directamente. Habrá que transitar primero por sueños lucidos neuróticos donde la duda de las  probabilidades metabolice a la ecoansiedad del colapso.

Y esto es lo que ha hecho Emilio Santiago, sembrar dudas en un  magnífico libro titulado Contra el mito del colapso ecológico, donde se ha atrevido a cuestionar, desde la ecología política y la izquierda verde, el sueño lucido en forma de la pesadilla del colapso. Propongo que la izquierda verde como intelectual orgánico gramsciano opere como ingeniero de sueños de las pesadilla del colapso. Para que esta operación sea factible es necesario un pacto antifascista con la fracción ilustrada de las elites dominantes, que permita que un conjunto de condiciones formales subsistan en el espacio  público, sin las cuales la labor del ingeniero de sueños tendrá muchas menos posibilidades de éxito.

 

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