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Donde un espacio urbano queda desatendido, allí campan a sus anchas las borrajas.

Donde un espacio urbano queda desatendido, allí campan a sus anchas las borrajas, como éstas de la foto. Las borrajas se parecen a nuestros políticos en la medida en que les atribuimos más cualidades de las que efectivamente poseen.

De las borrajas se dice que son galactagogas, tonificantes, expectorantes, diaforéticas, antipiréticas, diuréticas, laxantes, antimicóticas y emolientes. Tanto sus tallos como sus hojas y sus flores son comestibles, en ensaladas, en sopas o en infusiones. Se consumen en Aragón y muchas otras zonas de Europa. Pero la mayoría de los beneficios que se les atribuyen no están demostrados. De ahí que digamos que “queda en agua de borrajas” una cosa que frustra nuestras expectativas.

De los políticos también esperamos mucho, mientras que nada resulta de ellos en definitiva. Las contradicciones en sus negociaciones a la hora de establecer el pacto de investidura revelan no sólo la inconsistencia de sus discursos, sino sobre todo la fragilidad de los principios morales, éticos e ideológicos que parecen defender. Se trata de obtener el máximo de poder (no importa cómo), otorgando el mínimo de concesiones (no importa cuáles).

Por lo visto, los seres humanos, incluidos los jardineros, no podemos evitar poner grandes expectativas en todo lo que nos rodea. Sabiendo, eso sí, como dijo Mauriac, que la decepción es la única cosa que no decepciona.

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