Una barrendera, en una imagen reciente.
Una barrendera, en una imagen reciente. CANDELA NÚÑEZ

Ya casi nadie niega la existencia de la brecha salarial entre mujeres y hombres, pero nadie la ha visto de cerca. Como la niña de la curva, pero al contrario, existe y es evidente pero nadie la ve. 

Si preguntas en una empresa que brecha salarial tienen entre mujeres y hombres se quedan perplejos (y también perplejas) con la pregunta, “imposible” suele ser la respuesta. “Pagamos lo que dice el convenio”, esos los/as más comprometidos y comprometidas, “pagamos lo justo”, eso suelen decir  que  los/as que no pagan más del salario mínimo, y en algunos casos se saca pecho y se contesta, “en esta empresa la brecha es cero”. 

Peor aún suele ocurrir en las administraciones públicas, “está prohibida por ley” o “eso solo ocurre en las empresas privada” son las respuestas más escuchadas.

Se ve que el Parlamento europeo acuñó el día 22 de febrero como el día de la igualdad salarial por puro capricho, se ve que todos los informes de la OCDE miden empresas que no existen.

Si los recientes informes de los sindicatos consideran que la brecha salaria en España está entre el 18,72 (según datos UGT) o del  20,9% (según datos CCOO) es porque solo miden los casos de las mujeres que no quieren cobrar más porque “conciliar” con sus responsabilidades familiares es para ella la prioridad (si no advierte el tono de ironía, no hace falta que termine de leer el artículo).   

Al fin y al cabo el conocido como “Pan y medio” sigue existiendo, el hombre lleva el pan a casa (completo) y la mujer suma su medio pan (medio salario y media pensión) para ayudar a la familia a llegar a fin de mes. “Medio pan y un libro” pedía García Lorca, “un pan entero y un libro feminista” pido yo para combatir las discriminaciones que seguimos sufriendo las mujeres. 

Al feminismo le encantan las estadísticas, y las estadísticas no engañan, que diría aquel anuncio de los años 90, porque el algodón es capaz de medir el nivel de limpieza del hogar, y hace el mismo papel que las estadísticas, que son capaces de medir el nivel de desigualdad de los hogares, así de fácil.

El demonio está en los detalles, y en la diferencias retributivas entre mujeres y hombres, los detalles son importantes. Que las mujeres cobran menos por su trabajo que los hombres es ya una obviedad, penalizadas los cuidados, por la “renuncia” a complementos salariales más altos. La carrera de obstáculos se inicia desde el primer día, con menos contratación y más temporalidad, y termina con pensiones más bajas. 

Curioso resulta el dato de que la brecha aumenta en la contratación indefinida, “te pago menos porque te voy a tener más tiempo”; llama también la atención la mayor brecha salarial en los sectores más feminizados, sanidad y servicios sociales; estamos en más sitio pero en peores condiciones, esto resume la eterna cuestión de “ya estáis en todas partes”. 

Pero ya basta de medir, ¿cuándo vamos a actuar? Esta es la parte más compleja. 

Los sindicatos aplauden las subida del salario mínimo, que sin duda está siendo el mejor de los antídotos para la reducción de la brecha salarial, pero a golpe de subida tendríamos que llegar a un salario mínimo de 2.054 euros para terminar con la brecha salarial, según ha denunciado el sindicato UGT.

Largo me lo fiais, y ya algunos gurús de la derecha más extrema ha respondido rápidamente que este sindicato “desvaría” o simplemente es una “propuesta rocambolesca”. 

Tal vez, y solo tal vez, las niñas que nazcan este año podrían cobrar iguales salarios que sus compañeros varones.

Pero sigamos pensando en que hacer, porque si todo dependen de duplicar el salario mínimo se me hace un poco larga la cosa, y un tanto pesada la espera. 

¿Qué tal si las empresas cumplieran la normativa de igualdad? ¿Qué tal si realizaran los registros salariales anuales a los que están obligadas? ¿Qué tal si realizaran los planes de igualdad obligadas o no a ello? ¿Qué tal si la Inspección de trabajo se pusiera manos a la obra?

Hace pocos días conocíamos que la Inspección de Trabajo ha aumentado sus intervenciones en empresas para comprobar sus planes de igualdad hasta su máximo histórico, con 1.540 actuaciones, un 31,6% más que el año anterior, pero si el demonio está en los detalle, ¿por qué  solo se han traducido en 705 requerimientos? ¿sólo en 38 sanciones? ¿Y tan solo por un importe de 71.617 euros en sanciones?, los datos publicados por El País, se pueden resumir en la siguiente frase”miran más, pero ven menos” tal vez, y solo tal vez, las gafas violetas de la perspectiva de género se quedó en casa.

Y yo me pregunto, ¿se mide para corregir? ¿Quién mide para avanzar? ¿Y para comprometerse? Me temo que las de siempre, las que cada año el 22 de febrero seguiremos denunciado en redes sociales y donde podamos, que esta realidad también existe, y que no es suficiente con lo que estamos haciendo. 

Así que, este 22 de febrero te animo empresario o empresaria (y también administraciones publicas) a hacer un simple ejercicio; suma las nóminas de las mujeres de tu empresa y la de los hombres, compáralas, y si el resultado es el mismo, no prestéis ninguna atención a este artículo, pero si no lo es, piensa que hacer para cambiar. Y hazlo pronto, el próximo 22 de febrero de 2024 se acerca.

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