Pedro Sánchez y Felipe VI, antes de la pandemia. FOTO: Zarzuela
Pedro Sánchez y Felipe VI, antes de la pandemia. FOTO: Zarzuela

El rey tiene ya una nueva corte, de 183 vasalløs, reclutada en la homilía del domingo a la hora de pasar el cepillo: son 183 firmas en la mesa de firmas donde, además, han dejado su tarjeta de ribetes doraditos, como los que el mancebo de la librería de Murcia recomendada a la tía de Merceditas para los recordatorios, que iba a hacer la primera comunión. Miguel Mihura se ha reído de la derechona más de lo que muchos puedan o quieran haber deseado. Y los de la derechona, para rebajar su ácido, le decían liberalote y le dejaban emborracharse en lo de Chicote. En buena parte la Transición ha seguido el modelo Mihura, contradictorio, misógino, de orden natural siempre que en ese orden se haya caído en buen sitio. Lo que les ha faltado a muchísimos de esas derechonas es decirse, aunque sea a solas, la verdad a sí mismos. Yo creo que Miguel Mihura tenía esos arranques. Sin duda, escribía muy buen teatro.

Una mesa de firmas que parece la de un funeral de poco lustre. Nadie de verdadero fuste ha querido firmar. Y la Fundación Francisco Franco le recuerda al rey que lo es porque así lo dispuso el general. Será por eso que todas las derechas quieren desmemoriarse de todo.

Hoy se celebra el primer 12 de octubre sin desfile militar, y esto me lleva a pensar cómo se lleva lo de las distancias higiénicas en los cuarteles, cuál es la situación de pandemia en la Fuerzas Armadas, y en las de Seguridad del Estado. Nunca se habla de esto.

Un 12 de octubre sin desfile militar nos va a permitir observar que es posible otra Fiesta Nacional, y nos deja pensar que todo sigue siendo consecuencia de la inercia del franquismo: el rey, los desfiles, las mesas petitorias, el hambre de mucha gente, la obediencia, el orden natural y la ignorancia. El problema es que la Transición dejó también los símbolos a la democracia, empezando por la bandera del golpe de Estado, que como símbolo representa la nación y la patria. Es difícil que las izquierdas puedan identificarse con símbolos que siguen perpetuando aquel golpe de Estado. Es fácil comprender si nos atrevemos a pronunciar estas palabras. No es posible, para muchøs, identificarse con esa nación y esa patria, porque está forjada en un golpe de Estado. Este es el principal malestar en la sociedad española, esa situación neurótica que defendería la democracia con los símbolos de la dictadura. Es lo que ahora vuelven a ventilar en Chile con un nuevo referéndum sobre la Constitución que les había dejado Pinochet.

Por esto ganan terreno la matria y la patria de las cosas pequeñas, porque esa patria de origen franquista es muy pesada, muy aburrida y es la patria de los de allí arriba. La escenificación de poner 53.000 banderas en cada parque o playa cansa hasta la arcada. Muchos de los que ponían banderas las quitaron ya hace tiempo; otros no. Con el rey pasa lo mismo, ya cansa tanto rey y tanta firma por el rey. La gente quiere que vivan sus familiares afectados por el Covid-19 o por tantas otras enfermedades que no se tratan porque la Sanidad Española se convirtió en un negocio y ahora no hay sitio para atender a nadie.

La elites se resisten a enterrar el mundo antes de la Pandemia (a. P.), en el que se incluye la monarquía, y piden firmas en el entierro para que resucite: solo firman 183. Es un descanso saber que son tan pocos. El mundo antes de Pandemia no lo va a sujetar el mástil de la Plaza de Colón ni lo va a levantar una grúa de Aldaiturriaga. La fiesta del 12 de octubre nos la ha reinventado la pandemia y tampoco en esto deberíamos querer volver corriendo al pasado. La pandemia nos está presentando ocasiones y oportunidades para reinventar nuestra vida y nuestro mundo. Avances en cosas pequeñas a los que no deberíamos renunciar, como retirar los coches del espacio público para que podamos movernos mejor con nuestros miriñaques imaginarios para respetar la distancia higiénica de seguridad. Avances increíbles en solidaridad y en cuidados compartidos.

No es ni siquiera hora de decir ¡Viva la república! De lo único que es hora es de hacer que ¡Vivan las personas!

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