Camarón, para muchos, ha sido el mayor exponente del flamenco de todos los tiempos. Sin embargo, familiares y amigos consideran que en su localidad natal no se le ha tratado como merece. 

La calle del Carmen, en el barrio de Las Callejuelas de San Fernando, todavía mantiene un halo humilde. Una vía estrecha, de casitas encaladas de una altura, recuerda esos antiguos patios de vecinos donde antaño, en cualquier momento, podía saltar el duende en forma de palmas, cante y baile.

Al número 29, una de esas pequeñas casitas de fachada blanca, acudía prácticamente a diario el niño Manuel López Luque, Manolito el del lunar. Llamaba a la puerta y cuando doña Juana preguntaba qué quería, él respondía casi siempre igual. “Soy Manolito. Por favor, que salga ‘El matador’”. Manolito, que vivía a diez minutos de Las Callejuelas, en la calle Amargura, era íntimo amigo del ‘matador’ desde que el padre de éste montara allí su fragua, aunque en la pandilla siempre era conocido como Pijote, un niño canijito, rubito y muy tímido que por entonces tenía entre ceja y ceja eso de ser torero. De ahí el mote cariñoso que le puso Manolito. Y ahí que se iban él y el Pijote, con una toalla que hacía las veces de muleta, a torear de salón en la calle con el resto de la improvisada cuadrilla que formaban El Boba, El Mijita, el Peña, Salvador, Pavón, el Barri, el bizco Carle y Chamorro. Y a pesar de esta gran afición del Pijote, quiso el destino que España perdiera un torero –a saber si de los buenos- para que ganara a uno de los artistas flamencos más grandes de todos los tiempos. Porque ese ‘matador’ para Manolito, ese Pijote para su pandilla, acabaría haciéndose famoso en todo el mundo como Camarón de la Isla.

José Monje Cruz nació en San Fernando en 1950. Hijo de Juana y de Luis, penúltimo de ocho hermanos, su infancia transcurrió entre el toreo y el cante, esto último algo que le venía de familia ya que su padre era gran aficionado al flamenco y además por su casa pasaban algunos de los artistas más grandes de la época, como Manolo Caracol o Antonio Mairena. Así que, casi a la fuerza, al chaval se le tenía que dar bien eso de cantar, y no era raro que se marcara sus cantecitos de vez en cuando para regocijo de su pandilla de amigos, familiares y cualquiera que tuviera la suerte de escucharlo. “La primera vez que lo escuché tenía seis años. No se me olvidará. Íbamos a bañarnos al puente Zuazo cuando vi una bulla al lado del castillo, en un reñidero de gallos. Al lado había una tasca y allí que vi a un niño de mi edad, subido a una silla de tijera cantando fandangos”. El que habla es Enrique Montiel, escritor, flamencólogo y autor de ‘Camarón. Vida y muerte del cante’, considerada una de las biografías indispensables para conocer quién fue el genial artista de La Isla. Desde aquel día que lo escuchó, ya tenía claro que ese niño llegaría lejos. “Camarón es el genio contemporáneo. Si bien ya era una leyenda antes de morir, su muerte la multiplica por ‘n’”.

Enrique, que además fue productor de uno de los primeros discos de Camarón, es el ideólogo del proyecto ‘Casa Camarón’, el espacio expositivo que el Ayuntamiento de San Fernando ha inaugurado en la remozada casa del artista de la calle Carmen, una rehabilitación que, por otra parte, ha sido criticada entre algunos sectores de la sociedad isleña, ya que la obra sólo ha respetado una parte de la fachada original. El resto se echó abajo.“Yo me considero responsable de la casa y de lo que se ha hecho. Lo que había en pie era un viejo patio de vecinos que era la máxima expresión de la gran miseria de La Isla de los años 50 y yo no estaba de acuerdo en mostrar eso”, expresa Montiel, que por otra parte dimitió de sus funciones de coordinador de este proyecto en junio de 2015, al poco de cambiar de manos el gobierno municipal, ahora con Patricia Cavada (PSOE) al frente del Consistorio de San Fernando. Juanjo Carrera, actual delegado de Cultura del Ayuntamiento isleño, apoya la decisión tomada. “Los técnicos municipales vieron adecuado su derrumbe. No hay casas en esa calle que se conserven, porque los materiales de construcción en estas viviendas humildes eran muy pobres. Los mismos técnicos veían más recomendable tirar lo que había que mantenerlo en pie, aunque se ha intentando mantener la estructura por fuera de la casa”.

Carrera, que junto a la alcaldesa presentó a nivel nacional ‘Casa Camarón’ en la pasada edición de Fitur, explica que en este espacio el visitante podrá disfrutar de una serie de paneles explicativos y de montajes audiovisuales en los que se contará cómo era San Fernando hace cincuenta años, la morfología y la importancia que tenían esas casas de vecinos y cómo era ese Camarón niño que nació en Las Callejuelas hasta que ya de adolescente partió a Madrid. También hay documentos sonoros de algunas de las personas que mejor conocieron a Camarón y se termina la visita en la habitación donde vivía la familia, en la que se proyectarán imágenes de la etapa infantil de José Monje.

El museo de Camarón, que en un principio se proyectó en la casa Lazaga, se ubicará finalmente en un nuevo edificio cercano a la venta de Vargas

El objetivo que se marca el Ayuntamiento es no solo recordar a su artista más universal, sino situar en el mapa del flamenco a San Fernando, eclipsada en este sentido por otras ciudades cercanas como Jerez y Cádiz. Aún así, ‘Casa Camarón’, no será el único referente para recordar al cantaor. De cara a 2017, fecha en la que se cumplirán los 25 años de su muerte, se espera tener listo el museo dedicado a su figura, aunque no se tiene claro cuándo podrá estar listo ni dónde se ubicará. Si bien el anterior gobierno de José Loaiza (PP) tenía claro que se tenía que montar en la Casa Lazaga, un señorial edificio del siglo XVIII en plena calle Real, ahora el actual considera que lo mejor es levantar un edificio en un solar de propiedad municipal adyacente a la histórica venta de Vargas y junto a la estatua dedicada al artista, algo que para algunos, como Enrique Montiel, es una equivocación, puesto que consideraba al palacio el lugar idóneo para ello.

Eso sí, el flamencólogo espera que por fin Camarón pueda recuperar su sobrenombre de ‘La Isla’, en lugar del de ‘La Línea’, ya que, razona, la mayor parte de su legado se ha encontrado hasta ahora en el domicilio en el que vivió junto a su mujer, Dolores Montoya, La Chispa, en La Línea de la Concepción. Desde trajes a guitarras, pasando por fotos, discos y premios. Incluso su Mercedes. En total más de 400 recuerdos que su viuda ha mantenido como ha podido en su casa y que ha expuesto de manera desinteresada a todo aquel que venía preguntando por la obra de su marido. De esta manera, el Ayuntamiento de San Fernando cerraba en 2014 un acuerdo con ella en la que se comprometía a donar todo este legado al futuro museo de Camarón a cambio de 2.500 euros mensuales como cuota de arrendamiento.Mientras tanto, entre los aficionados, amigos y familiares de Camarón hay un cierto desencanto. La gran mayoría piensa que no ha recibido el reconocimiento que ya debería haber tenido en San Fernando. La primera, su viuda: “José fue profeta en su tierra solo para unos pocos. Ni siquiera tiene una calle el pueblo que lo vio nacer, cuando tiene avenidas con su nombre en otras ciudades de España”, afirmaba a finales de 2008 en ‘La chispa de Camarón’, el libro que le dedicó a su marido junto al periodista Alfonso Rodríguez.

“Si quieres buscar la esencia de Camarón en La Isla tienes que venir aquí. Está inmerso en los muros, está inmerso en las fotos que ves aquí, en sus vivencias y sobre todo en nosotros”. El que habla es Lolo Picardo, propietario de la Venta de Vargas, el histórico restaurante y hasta ahora auténtico museo del artista. Cruzar sus puertas es imbuirte en el mundo del flamenco, ya que por aquí pasaron los mejores, pero sobre todo es adentrarte en la vida y obra de Camarón. Cuadros, fotografías, recortes de periódicos, dedicatorias… El hostelero nos lleva al Salón de los Cabales, donde a José le gustaba tomarse unos vinos y cantar acompañado de compañeros y amigos. Vemos más cuadros y pinturas y una dedicatoria firmada de su puño y letra: “Para la venta con más arte de España, con mi cariño y admiración”. También fotos: Con Paco de Lucía, con Lola Flores, con Terremoto, con Tomatito, con Curro Romero, con La Chispa, con su pandilla de la infancia… En una esquina del salón, una réplica –seguramente el boceto- del monumento erigido a escasos 50 metros de la venta. “¿No tienen en Cataluña el teatro de la ópera, el Liceo? Pues si el flamenco hubiera nacido allí, tendrían el teatro del Flamenco”, opina Picardo, que lamenta que en La Isla “prácticamente nos hemos llevado 20 años sin dar golpe con la figura de Camarón”, hasta el punto de señalar que “la venta, la peña Camarón, la peña El Chato y los propios aficionados fuimos los que, uniendo esfuerzos, llegamos a sacar adelante los actos del 20 aniversario de su muerte… Ahora sí, ahora el Ayuntamiento quiere hacer el museo y lo de su casa, pero es un desastre que se haya tirado. Han dejado lo mínimo”.

"Ni una plaza, ni un parque... En San Fernando, salvo el monumento y su estatua en el cementerio no tiene nada"

Le preguntamos a Lolo si la propia idiosincrasia del isleño ha podido influir en esta especie de apatía hacia su figura más universal. “La Isla siempre ha sido una ciudad muy cómoda. Tenía dos empresas navales, la Marina, y el ochenta por ciento ha vivido de eso hasta el punto de que se nos conocía como la ciudad de las catorce cosechas –por las catorce pagas-. Aquí la gente se levantaba con el sueldo ya ganado y no tenía que invertir ni pensar en Camarón ni en el turismo y la riqueza que podía generar. Ahora parece que con la crisis eso está empezando a cambiar porque ya el isleño sí se levanta para ganarse la vida”.

Preguntamos a Lolo si podríamos contactar con algún familiar de Camarón. Enseguida coge el teléfono y llama a Juan Luis Monje, –“un gitanito de los buenos”-. Juan Luis, uno de sus sobrinos, no tarda ni diez minutos en aparecer. Es cruzar la puerta y quedarse callado. Juan Luis es hombre de pocas palabras. “Esto tiene una solera que no veas. Aquí es donde venía y se formaba el lío”, nos dice mientras echa un vistazo a su alrededor. Dejamos a Lolo y nos sentamos con Juan Luis en el patio de la venta. “En esta mesa es donde se sentaba mi tío”, nos dice, y ahí es donde nos sentamos, incluso diría que con cierto respeto. Le preguntamos por lo que fue, si cree que tuvo realmente constancia de lo que llegó a ser en el mundo del flamenco. “Yo creo que no, y si lo sabía no lo aparentaba. Él era muy humilde”, cuenta. Eso sí. Presume de que le gustaba a todo el mundo, “incluso a los niños recién nacidos ya les gustaba Camarón”. Juan Luis afirma que no ha llegado a ver cómo ha quedado la casa de su tío tras la obra de remodelación. Más bien no se atreve. “Para qué, si ya ahí no voy a ver nada de lo que había…”, sentencia con un hablar pausado. Y añade: “Yo creo que lo valoraron más los de fuera que los de aquí, aunque no creo que fuera por envidia, porque mi tío ha sido el que ha puesto a San Fernando en el mapa”.De la venta de Vargas a la calle Amargura, a la fragua del padre de Camarón, que por cierto ahora no se puede visitar. Junto a ella, la Peña Cultural Taurina ‘La Montera’, otro de esos lugares donde aflora su espíritu en multitud de fotografías, la gran mayoría de su juventud. Aquí es donde paran muchos de sus amigos de la infancia. Manolito el del Lunar –ya más Manuel que Manolito, ciertamente- lamenta cómo su ciudad y los diferentes gobiernos que se han sucedido tras su muerte se han olvidado de su gran amigo José. “Ni una plaza, ni un parque.... En San Fernando, salvo el monumento y su estatua en el cementerio no tiene nada”.

Manuel Domouso, El Boba, de 66 años, toma una manzanilla mientras nos enseña algunas fotos en las que se le ve de niño junto a Camarón, por entonces todavía Pijote. “Lo de Camarón se lo puso su tío, y ya luego Dolores Abril fue la que le dijo que ése tenía que ser su nombre artístico”, apunta Manolito el del Lunar. Parroquianos de La Montera, jugando al dominó, critican también el poco caso que se le ha hecho a Camarón en La Isla. “Esto tenía que haber sido como el pueblo de Elvis Presley, y mira en cambio lo que hay…”.

La última parada en nuestro recorrido, buscando el legado de Camarón, es en el cementerio. Su pequeño tamaño hace fácil encontrar el mausoleo del artista. Alrededor, un puñado de gatos. No vemos a ningún incondicional visitando su tumba, aunque un ramo de flores frescas sobre la lápida da buena cuenta de que no hace mucho estuvieron por aquí. Luis Alhambra, funcionario municipal, considera que Camarón “es un mito más fuera de San Fernando que en su pueblo”. “Aquí vienen a diario a verlo, pero en verano es una cosa exagerada. Vienen de todos sitios. Hasta alemanes”. Luis recuerda especialmente a una familia de Badajoz que llegó con un niño de 13 años. “Cuando vio su estatua se puso a llorar. Y eso que no lo había conocido en vida. El padre me dijo que su hijo tenía empapelado su cuarto con posters de Camarón”. También recuerda una visita de un colegio de Córdoba. “Nos pidieron permiso para cantar con un cajón flamenco. Se lió un niño a cantar ‘Como el agua’ que se me saltaron hasta las lágrimas”.

Antes de despedirnos de San Fernando pasamos por la calle del Carmen. El número 29 luce reluciente, pero ciertamente, y echando un vistazo a fotos antiguas, poco queda ya de esa casa en la que nació y se crió José Monje Cruz. Aún así, puede más la esperanza de que ese nuevo espacio cultural sea el comienzo del resurgir del artista en La Isla. Como decían sus más fervientes seguidores: Camarón vive.

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Jorge Miró

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