La papelería más antigua de Europa está en Sevilla

La familia Ferrer lleva cinco generaciones preservando un negocio único con el propósito de “ayudar a escribir”. Desde 1856, la tienda sigue intacta en el número 5 de Sierpes, conservando un patrimonio único en este lado del mundo

Lucía Mejías Ferrer, quinta generación de Papalería Ferrer, fundada en Sevilla en 1856.
Lucía Mejías Ferrer, quinta generación de Papalería Ferrer, fundada en Sevilla en 1856. MAURI BUHIGAS

Una papelería que lleva 165 años abierta al público y gestionada por la misma familia es sin lugar a dudas patrimonio histórico y antropológico de la ciudad. En esta época en la que multinacionales y franquicias han cambiado prácticamente todo el paisaje comercial del centro de Sevilla, aun podemos adentrarnos en lugares que siguen en pie, y es que, como dice Lucía Mejías Ferrer, actual encargada, “hemos soportado dos guerras mundiales, una guerra civil, varios tipos de pandemias y diversas crisis financieras”.

Aun así, lo más destacado de Papelería Ferrer es que no es un museo ni un relicario (aunque podría serlo): es un lugar vibrante que un miércoles de junio a las diez de la mañana ya está lleno de clientes que realizan un encargo de papelería para una celebración o buscan el recambio para su pluma. Este centenario negocio pervive gracias a la dedicación y cuidado de Lucía y de sus primos, Alberto Planelles Ferrer y Mari Carmen Planelles Ferrer. Todos sevillanos y todos treintañeros. Antes, pasaron por aquí la madre de Lucía, Estrella Ferrer; su abuelo, Manuel Ferrer; su bisabuelo, Federico Ferrer y su tatarabuelo, José Ferrer.

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La fachada de Papelería Ferrer, en el número 5 de calle Sierpes, con Alberto Planelles Ferrer, uno de sus propietarios.   MAURI BUHIGAS

Los clientes, muchos amigos, siguen posibilitando que esta papelería funcione de verdad, conservando una mirada romántica al pasado que cada día se actualiza con un enfoque funcional. Detrás de los mostradores, una familia que no para de mover cajas, atender recados y ultimar los detalles de una nueva jornada. Bajo sus pies, el suelo está gastado en unas partes muy exactas, porque sus antecesores llevan 165 años despachando justo en el mismo punto.

Los mostradores siguen en su sitio original y las miles de horas de pie han sucedido en estos centímetros precisos. La historia comienza con los tatarabuelos de Lucía, que llegaron a la ciudad en 1856, concretamente a la calle Sierpes, donde sucedía “la vida entera de Sevilla”, en palabras de nuestro querido Chaves Nogales, que tan bien narró la idiosincrasia de esta ciudad. Un barco perdido que debía zarpar rumbo a América cambió el curso de sus vidas. Los destellos de este arbitrario suceso sigue teniendo una consecuencia tangible llamada Papelería Ferrer.

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Mari Carmen Planelles Ferrer atendiendo desde el mostrador de esta singular papelería.   MAURI BUHIGAS

Lucía, ¿pero cómo empieza esta historia? “Mis tatarabuelos venían de un pueblo pequeño de Cataluña llamado Capellades, que siempre estuvo muy vinculado a la fabricación del papel y la tinta. Allí les iba bien y deciden expandirse hacia a América. En 1856 los barcos salían una vez cada seis meses, y cuando llegaron a Sevilla tuvieron la mala suerte de que perdieron el barco, así que a la espera de una nueva travesía deciden abrir un pequeño local con sus productos. Al final, tuvieron la buena suerte de que les fue bien y decidieron quedarse”, cuenta Lucía. “El local es el mismo: los mostradores, las estanterías, las columnas… el suelo estaba incluso de antes, porque esto era la cerería de un convento, por lo que el suelo lleva aquí unos 200 años”, añade. Lucía se refiere al antiguo Convento de Santa María de Pasión, y cuyo inmueble actual está protegido porque aún hay restos de la iglesia en su interior.

"Nuestra papelería tiene la peculiaridad de estar en el mismo lugar fundacional y regentada por la misma familia”

¿Puede entonces que sea la papelería más antigua de España, de Europa o incluso del mundo? “De España seguro. En Europa tampoco hemos encontrado una papelería tan antigua como esta. Es posible que en Italia queden algunas muy antiguas, pero no con nuestra historia. Nuestra papelería tiene la peculiaridad de estar en el mismo lugar fundacional y regentada por la misma familia”. Nos encontramos ante un mirlo blanco, un negocio que no solo es símbolo del tejido comercial de la Sevilla tradicional, sino que posiblemente sustente la historia de la papelería en el viejo continente, y quién sabe, en el mundo entero.

Sobre la conservación de un negocio así por tantos años, Lucía asegura que se consigue con la que quizás sea la única fórmula posible: “Con mucho trabajo”. “Mis tatarabuelos vendían papel, cuerda, tinta, plumillas… el sector de la papelería ha cambiado muchísimo, sobre todo con la llegada de la era digital. La papelería pasó de ser algo necesario a algo tipo hobby. En ese punto, mi madre lo hizo muy bien y se dedicó a traer cosas muy raras, piezas japonesas, tintas de colores o lacres para cerrar las cartas, uno de nuestros productos estrella. Nos hemos especializado en papelería purista”.

"La gente mayor nos conoce, pero para mí que entre joven es un gustazo”

Entonces, una papelería así, ¿vive de vender productos funcionales o se alimenta de la nostalgia? “La gente busca cosas especiales para su día a día, aunque se escriba poco se quiere escribir bien. Además, tenemos un sector muy bonito de gente joven, que es algo que me encanta. La gente mayor nos conoce, pero para mí que entre joven es un gustazo”.

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Lucía Mejías Ferrer en un momento de la entrevista, entre mostradores y estanterías centenarias.   MAURI BUHIGAS

El lema de Papelería Ferrer es “Ayudarte a escribir”. Escribir en un sentido físico, la parte matérica de la escritura. “Aquí el cliente tiene que comunicarse conmigo y expresarme qué es lo que necesita. Nuestro punto fuerte es la escritura y lo que intentamos es identificar necesidades y ofrecer propuestas hasta dar con la que mejor se adapte a cada uno. Cómo hacer que estés a gusto con lo que escribas”, explica Lucía. “La letra es algo exclusivo y personal de cada uno. Tu letra es tuya y pertenece a ti. Conocemos al cliente a través de cómo escribe”. Es cierto esto que cuenta: la escritura quizás sea de las únicas cosas que las personas producimos de manera manual, con nuestras propias manos, y que pervive en el tiempo.

"Aquí ya no hay vecinos. Al sevillano lo están echando del centro porque están permitiendo que se vaya”

Respecto al cambio de lo analógico a lo digital, Lucía asegura que “cuando llegan los grandes cambios tienes que sumarte a ellos. Participamos de los cambios que se producen en el mercado, aunque nosotros vivimos principalmente de la venta en la tienda”. ¿Y cómo habéis vivido la transformación del barrio? “Esto era otra historia. Las calles no estaban asfaltadas, los niños jugaban fuera y muchos comerciantes vivían en las mismas casas que sus locales, como mi madre, que nació aquí arriba. Aquí ya no hay vecinos. Local vacío que te encuentras, local en el que hacen un apartamento turístico. Al sevillano lo están echando del centro porque están permitiendo que se vaya”. “Durante la pandemia hemos prescindido del cliente de paso, de los turistas, pero por suerte hemos sobrevivido bien gracias al cliente de aquí, el que se ha acordado de nosotros”, añade con un gesto de gratitud.

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Los libros de cuentas de Papelería Ferrer han visto tres monedas: reales, pesetas y euros.   MAURI BUHIGAS
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La papelería Ferrer conserva numerosos documentos de archivo, como estas fotografías antiguas.   MAURI BUHIGAS

"Mi madre tuvo que pelear y le costó mucho trabajo regentar el negocio por ser mujer. Al final lo superó con creces"

Como todo negocio familiar tradicional, el protagonismo de las mujeres en ellos no ha sido un camino fácil. “Mi madre fue la primera mujer en regentar la papelería. Le propuso a su padre y a su tío que quería quedarse con el negocio, pero en un principio rechazaron la propuesta por ser mujer y pusieron en duda su preparación. Ella tuvo que pelear y le costó mucho trabajo. Al final ha demostrado que no solo pudo hacerlo, sino que además le tocó superar el cambio de lo analógico a lo digital, que quizás haya sido la etapa más complicada. Estamos aquí gracias a mi madre”.

¿Algo en el tintero, Lucía? (y nunca mejor dicho…) “¡Qué bonito eso, oye! Nada en el tintero. Esta es la historia de mi familia y de nuestra papelería". 

Sobre el autor:

Valeria Reyes

Valeria Reyes Soto

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla y máster en Gestión Cultural por la Universidad Carlos III de Madrid, ha trabajado en la gestión y comunicación de proyectos como el Festival de Cine Africano de Tarifa-Tánger, la Feria del Libro de Sevilla, el Festival de Jerez o el Festival de Cine Europeo de Sevilla; en espacios como la librería Caótica y en proyectos como Luces de barrio. Con especial interés por los programas que unen diferentes puntos de la cultura a través del encuentro, la investigación y la mediación, así como plena vocación por el mundo editorial, librero y literario.

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Comentarios (1)

Manuel López Caro Hace 2 años
Me parece bonito que todavia se conserven algunos comercios con solera, es una pena que vayan desapareciendo, tienen su historia pero por desgracia se van perdiendo, me he llevado mas de cincuenta años en una relojeria centenaria que habia en la calle sagasta que hace unos años ha desaparecido, como muchos comercios que habian por la zona, ojala los pocos que quedan se conserven para que proximas generaciones vean como eran esos comercios y la solera que tenian la mayoria de ellos
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