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No es el Caesar Palace de la lujuriosa Las Vegas, tampoco el mítico Madison Square Garden neoyorquino y ni siquiera la patria Cubierta de Leganés, pero ni falta que les hace a José Alberto ‘El Búho’, Manuel Prieto ‘El Terrible’, Juan Ruiz ‘El Tato’ o el campeón Dani Robles. La del 2 de abril es su noche. El escenario, el polideportivo Vega Veguita de la zona Sur. La cita, las finales del campeonato de Andalucía de boxeo. El aforo, poco más de 300 localidades, agotadas al poco de ponerse a la venta.

“El dolor es temporal, el orgullo es para siempre”. El lema de los norteamericanos Navy Seal, uno de los cuerpos de elite más importantes del mundo, reza también en un cartel en el interior de las pequeñas dependencias del Jerez Boxing Club, organizador del evento, ubicado entre los campos de fútbol de La Juventud y del Federico Mayo, a escasos 150 metros del Veguita. Suena música electrónica. En el aparcamiento de la entrada un chaval salta a la comba. Ya dentro, en un cuadrilátero hace manoplas otro de veintitantos años y abajo, uno más veterano golpea un saco en una equina mientras que al fondo hacen abdominales. De la pared cuelgan banderas de España, México e Inglaterra. En una columna, un cartel de la última peli de Rocky y una foto, plastificada, de Muhhamed Ali con cara de pocos amigos en la que puede leerse una de sus míticas frases: “Odié cada minuto de entrenamiento, pero dije: no renuncies. Sufre ahora y vive el resto de tu vida como un campeón”.

Entre tanta juventud se distingue claramente a Antonio Navarro (Jerez, 1954). Ahora luce una generosa calva, nada que ver con la melena que tenía en sus tiempos mozos tal y como comprobamos en un ajado cartel de 1978 en la que se anuncia un combate entre él y un tal Monzón. Sí mantiene su bigote, ahora convertido en una canosa perilla. El palmarés de Navarro de Jerez, como era conocido en su época, es extenso. Casi 140 combates entre amateur y profesional, un centenar de victorias, 17 nulos y sólo un puñado de derrotas. Medalla de oro con la selección española contra la selección de Argelia en 1974; campeón de las islas Baleares ese mismo año; subcampeón de España en dos ocasiones y campeón y subcampeón de Andalucía en una y tres ocasiones respectivamente.

Navarro, como le llama todo el mundo, vivió la época dorada del boxeo en España, esos años 70 en la que el país contó con dos campeones del mundo (José Durán y Miguel Velázquez) y púgiles convertidos en estrellas al nivel de lo que serían hoy Messi o Ronaldo, como Pepe Legrá o Pedro Carrasco y que reunían a decenas de miles de personas en Las Ventas o en el Palacio de los Deportes de Madrid.

La televisión, que ya por aquellos tiempos empezaba a ser un electrodoméstico más o menos común en los hogares, ayudó a popularizar este deporte en todo el territorio nacional y Jerez no fue una excepción. A principios de esa década dorada empezaron a celebrarse veladas en Santa Fé, y ese fue el primer recuerdo de Navarro con el boxeo. Apenas era un adolescente. “Me encantó. Tanto, que a los dos días me apunté a un gimnasio y empecé a practicarlo”. Qué pasión no le pondría que apenas 15 días después, en otra velada a la que acudió como espectador, su propio entrenador, Juan Luis Reinado Pacheco, lo llamó para sustituir a un púgil de Tarifa que se cayó del cartel a última hora. “Apenas había hecho guantes desde que empecé, pero me habían visto agallas. Perdí por puntos, pero todo el mundo acabó diciendo lo bien que había peleado el chaval de Tarifa”.A los 17 años, nada más entrar en la mili, Navarro ya había hecho 20 peleas. Con 19 años ya fue medalla de oro con España. Su época de amateur fue prolífica y llegó un momento en la que ya no tenía rival. En 1977 pasa a profesional de peso ligero (61 kilos) de la mano del gaditano Juan Soriano. Por entonces Jerez contaba con una buen puñado de reconocidos púgiles como Antonio León, Caballero, Orellana, Prieto, Joe Carlos o Zarzana.

La profesionalidad, aunque no le quitó de trabajar en la obra, le permitió ganar un dinero “importante”. Empieza a embolsarse 20.000 pesetas de la época en peleas a seis asaltos que le permiten ir ahorrando poco a poco. Luego llegarían combates a ocho y diez asaltos. Esta etapa no sería tan amplia como la de amateur, solo 17 combates, con 10 victorias, tres nulos y cuatro derrotas, pero con el lujo de haberse enfrentado a tres campeones de Europa y un excampeón del mundo como Mohammed Jofre I. De este último combate no tiene muchos recuerdos, básicamente porque perdió por un brutal ko en el quinto asalto que le hizo perder la memoria. La velada fue en Bilbao, en 1980. “Dicen que cuando te dan un porrazo en la cabeza ves las estrellas. Yo vi melones. Me desperté en los vestuarios y no sabía que había pasado. Me dijeron que tuve un principio de coma”. Lo cierto es que estuvo varios días tocado. “Casi me quita del boxeo. A la semana, estando en la obra sentí como un relámpago y ya noté que volvía a ser el de siempre”.

De La Juventud al pabellón Ruiz Mateos, Juan José Zarzana (Jerez, 1955) es otro de los clásicos del boxeo jerezano. Al igual que Navarro, se aficionó en las primeras veladas que se organizaban en Los Marianistas siendo un adolescente y desde entonces no ha dejado de estar ligado a este deporte, primero como púgil aficionado, llegando a ser campeón de España en 1979, y después como preparador al frente del club Don Príncipe, siendo el más veterano de cuantos hay en Jerez, con más de 30 años de trayectoria a sus espaldas. Aún así, lamenta que su dilatada trayectoria no evitara tener algún que otro problema con el anterior gobierno municipal, sobre todo a la hora de seguir disfrutando de un espacio adecuado en el vetusto pabellón polideportivo.

Zarzana, un auténtico “dinamitero”, como lo llegaba a definir la prensa de entonces cuando se subía al ring, no pasó del boxeo aficionado. “Aunque me hicieron un par de ofertas, prefería ser un amateur destacado que un profesional del montón, porque hay algunos profesionales que no los conoce nadie, mientras que a mí como amateur me conocían en toda España”.Tras casi un centenar de peleas, presiones familiares obligan a Zarzana a bajarse del cuadrilátero con tan solo 23 años. Es entonces cuando obtiene la licencia de preparador y empieza a disfrutar de este deporte desde el otro lado. A él, además, se debe la recuperación en Jerez de las veladas a principios del siglo XXI, cuando hacía más de tres lustros que no se celebraban en la ciudad.

“El ánimo de lucro y las guerras entre preparadores, managers y promotores fueron los culpables de que el boxeo se viniera abajo en España”, considera Zarzana, a lo que habría que añadir el rejón de muerte que le dio el gobierno socialista de González en la década de los 80, contrario a su práctica, que provoca incluso el cierre para el boxeo de algunos de sus templos, como el Palacio de Deportes madrileño. El olvido de la prensa y la televisión terminarían por finiquitar la por entonces gran afición que había hacia este deporte, que no obstante resurgiría con la llegada en los 90 de Poli Díaz –histórico fue su combate contra Whitaker- y ya en los 2000 con Javier Castillejo, favorecido además por el nacimiento de los canales de pago.

Aún así el mal ya estaba hecho, y a pesar de que el boxeo cada vez va teniendo más fieles y practicantes, esa lacra de deporte violento e incluso macarra no se la termina de quitar. “Quizás porque muchos de los que llegan lejos son personas castigadas por la vida, de los bajos fondos, que ven en el boxeo el último recurso para demostrar que pueden ser alguien”, razona Zarzana, que a la vez recuerda el adjetivo de “noble” que suele acompañar al deporte del boxeo. “Aquí todo es verdad, no hay mentira como por ejemplo el fútbol, donde se tocan dos futbolistas y acaban quejándose como si les hubieran pegado un tiro. Aquí te pegas, pero hay unas reglas, unas normas y un respeto al rival. De hecho es sonar la campana y abrazarte al que tienes enfrente”, señala en el mismo sentido Antonio Navarro.

Un modo de vida

“Yo siempre he dicho que yo nunca peleaba, sino que boxeaba, y eso es lo que siempre le transmito a los chavales. El boxeo es técnica, es sacrificio, pero sobre todo es inteligencia y saber cuándo debes defenderte y cuándo atacar y lanzar un golpe”, explica Zarzana en la sala habilitada en el Ruiz Mateos para la práctica del boxeo, un espacio en el que hay varios punchings, sacos y un ring imaginario que conforman una cuerda y dos paredes. Zarzana, empleado de la delegación de Deportes en el pabellón polideportivo, ha delegado en su hijo Manuel la preparación de los alumnos del Don Príncipe, desde simples niños a otros que ya no cumplirán la treintena.

Manuel, 30 años, debutó con 26 con victoria y se retiró nada más sonar la campana. “Me fui imbatido”, bromea. “Sólo quería probarme, ver si era capaz de aguantar la presión. Gané por los puntos y dicen que lo hice bien, aunque yo me vi muchos errores”. Ahora prepara a un chaval de 16 años, Alejandro Pérez, alías ‘El Pelo’, que en mayo tendrá su primer combate por el título andaluz en la localidad sevillana de San José de la Rinconada. “Empecé jugando al fútbol, pero me aburría. Vine aquí con un amigo y me enganchó el boxeo”, señala el adolescente, que a pesar de su edad ya tiene un físico más que imponente (70 kilos, peso medio), formado a base de mucho esfuerzo. “No es tanto la dieta, que tampoco es muy estricta, como las horas de ejercicio que tienes que echar, entre correr y luego el entrenamiento en el gimnasio de lunes a viernes”, afirma Alejandro, que en un futuro, si la cosa va bien, le gustaría probar como profesional.

A Jessica Jiménez, de 30 años, la pillamos haciendo manoplas. A pesar de lo que pueda parecer, el boxeo femenino no es algo raro. En el Don Príncipe son varias las chicas que lo practican y, en el caso de Jessica, la pasión le vino gracias a uno de sus hijos. “Al más chico le gustaba el boxeo y lo apunté con seis o siete años y a raíz de eso me apunté yo también. Luego el colegio le quitó tiempo de venir aquí, pero yo sigo entrenando”. ¿Nota machismo?, le preguntamos. “Para nada. Aquí somos todos iguales y nadie se mete con nadie. Aquí venimos porque nos gusta el deporte y el boxeo”.

En el Jerez Boxing Club, los días previos a la velada son frenéticos para los chicos que se subirán al cuadrilátero del Veguita. José Alberto, alías ‘El Búho’, de 24 años, lleva siete años practicando boxeo. Vino a acompañar a un amigo que se quiso apuntar al club y al final acabó enganchado. “El boxeo me da vida. El entrenamiento, el sacrificio, el que te saca de la calle… Cuando estoy un tiempo sin entrenar me estreso y luego además está el gusanillo de pelear”. Empleado en una empresa de control de plagas, saca tiempo de donde casi no lo tiene para seguir boxeando y preparándose. “El día a día es correr una hora, combinarlo con bicicleta, mucho físico y luego la dieta, que es lo que peor llevo”.

Búho, con 17 combates ya, rechaza a los que opinan que el boxeo es un deporte violento. “Esto es más noble que el fútbol. Hay un intercambio de golpes, pero cuando suena la campana se acaba todo y te abrazas a tu rival”. En cuanto a lo más importante sobre la lona, lo tiene claro. “Pensar mucho y tener la mente fría, no perder la cabeza nunca, porque cada rival es un mundo”.

Kevin Mariscal, peso welter, es otro de los púgiles que participa en la velada del Veguita. Tiene 25 años, pero ya lleva una década enfundándose los guantes. Llegó casi por casualidad a este mundo, acompañando a un amigo, y ya ha perdido la cuenta de los combates que lleva. Ha sido miembro de la selección nacional, medalla de bronce en un torneo internacional y ha estado incluso becado por el Consejo Superior de Deportes. Ahora habla con cierto desencanto. “El boxeo en España, y más en Jerez, es muy sacrificado para la poca recompensa que tienes”, y lamenta además el trato que recibe. “Cuando existía Marca TV volvieron a retransmitir en directo veladas. Echaron una que empezó a las cuatro de la madrugada y después de aguantar hasta las siete de la mañana, y aunque no había terminado el combate, lo quitaron por el tema del horario infantil. Eso sí, el Pressing Catch lo echan al mediodía y te lo comes con papas”.

Kevin no descarta pasarse al profesionalismo en un futuro, pero sabe que para él el boxeo siempre será un hobby. “De profesional, empezando, los asaltos se pagan a 100 euros. El que quiera llegar lejos en esto sabe que se tiene que marchar a Estados Unidos o ser campeón de Europa o del Mundo. En España sólo viven del boxeo dos o tres”.

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Jorge Miró

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