El origen de la modalidad lingüística gaditana, debemos buscarlo en la época andalusí, en la cual el árabe vulgar hablado en Al-Andalus evolucionó hasta la lengua de alyamía, la platicada por los habitantes de Al-Andalus no relacionados con las élites dominantes (las cuales hablaban árabe o bereber). En la lengua de alyamía podemos ya encontrar bastantes de los rasgos hoy característicos de los andaluces. La posterior conquista castellana ocasionó que ambas hablas (la castellana y la andaluza) no divergieran sino que se encontraran, por lo cual hoy en día no suelen ser consideradas lenguas distintas.

Las características principales del gaditano son una pronunciación bastante diferente de la castellana y un repertorio de palabras autóctonas, que sumadas a las castellanas determinan una relativa riqueza léxica.

El ceceo podemos encontrarlo en las partes más meridionales de Andalucía, incluyendo la provincia de Cádiz (excepto la capital), y sur de Sevilla, así como las franjas del sur de Huelva, Granada y Almería. El seseo es la solución adoptada por el norte de las provincias de Huelva, Málaga, Sevilla, Granada, Córdoba, Jaén y casi la totalidad de Almería. En las zonas seseantes, el sonido realizado para la “s” es ligeramente distinto al castellano: mientras que la “s” castellana es ápico-alveolar, la andaluza es predorso-dental (salvo en ciertas partes de Córdoba, donde es coronal plana).

El seseo y el ceceo surgen en el siglo XIV en Sevilla y se expanden, a lo largo de la historia por Andalucía. El seseo era propio de las clases sociales altas, en tanto que el ceceo era propio de clases inferiores.

Decreto de expulsión.

En la actualidad el seseo se encuentra en algunos lugares de Sevilla, en el sur de la provincia de Córdoba y en algunos pueblos malagueños y jiennenses, que están próximos a la provincia cordobesa.

El ceceo ocupa una zona más amplia, pues se da en la provincia de Huelva, en Cádiz, en casi toda la provincia de Málaga y de Sevilla y en casi toda la provincia de Granada, ya que, en la parte oriental de esta última provincia, se distingue la “c” de la “s”, distinción que se da en el resto de Andalucía.

La España musulmana (711-1492), cuna de los pueblos hispanoamericanos, la misma que recibió legados como el idioma castellano en su versión andaluza, con el seseo (pronunciar un sonido silbante s en vez del sonido ce) y el yeísmo (que consiste en pronunciar la ll como la y: sonando igual en “llave” o en “yerba”, tan común entre los rioplatenses), ambos de origen morisco.

Con la palabra moriscos se designan comúnmente a los musulmanes del reino nazarí de Granada (rendido por Boabdil a los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492) que, tras la rebelión del barrio del Albaicín (1501), fueron obligados a convertirse al cristianismo. Esta denominación igualmente le sería aplicada a los mudéjares (del árabe mudayyan: “los que se quedaron”, o Ahl ad-Dayn: “Gente que permanece, que se domeña”; por extensión, “domesticados”, “domeñados”): los “moros sometidos”en los reinos hispanocristianos a partir del siglo XI, quienes disfrutaron de períodos de tolerancia bajo la égida de soberanos como Alfonso X el Sabio (1221-1284) y Pedro I el Justiciero (1334-1369).

Los moriscos llegaron a América mimetizados con los conquistadores y huyendo del estigma impuesto por el inquisidor. Forjaron culturas ecuestres: la de los gauchos (Argentina, Uruguay y Brasil), huasos (Chile) y llaneros (Colombia y Venezuela). Los moriscos sintetizaron en el Nuevo Reino, su fe, su tradición y sus tremendas ansias de independencia y libertad.

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Eduardo Arboleda Ballén

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