Análisis de Juan Torres López en el #ElectionDay

Siempre que hay elecciones en Estados Unidos se genera interés e incertidumbre sobre el futuro de ese país y el de todo el planeta. Y es normal porque, por grande y decisiva que sea la influencia de los poderes fácticos, que lo es, un presidente de Estados Unidos tiene mucha influencia y capacidad suficiente para hacer que las cosas sean de una u otra manera.

Pero si eso ha sido siempre así, mucho más lo es ahora, cuando el voto se dirime entre lo que casi todo el mundo considera un mal menor (vista la trayectoria de Hillary Clinton como secretaria de Estado, las grabaciones que se han conocido de sus opiniones y los apoyos que ha recibido en su campaña) y una especie de mal absoluto en la figura del derechista Donald Trump.

En esta situación es lógico que muchas personas se pregunten qué ha pasado en Estados Unidos para que la sociedad haya alcanzado este tipo de polarización, para que un candidato socialista como Bernie Sanders haya puesto en jaque a todo el Partido Demócrata y para que medio mundo tiemble ante la posibilidad de que un extremista y bocazas como Trump pueda llegar a ser presidente de la primera potencia mundial.

Desde luego, no son pocos los factores que hay que tener en cuenta para entender algo de lo que allí está pasando. Entre ellos, el extraordinario y casi gigantesco incremento de la desigualdad que se ha producido desde los años 70 del siglo pasado y que se ha exacerbado durante los años de la Gran Recesión: el 1% de las familias más ricas se ha quedado con el 52% del nuevo ingreso generado en el periodo 1993-2015. El 91%, entre 2009 y 2012, según los datos oficiales analizados por Emmanuel Saez en Striking it Richer: The Evolution of Top Incomes in the United States (Updated with 2015 preliminary estimates).

Una de las consecuencias de esa impresionante concentración de la riqueza no es solo la pobreza (11,3% de las familias), sino que en seis de cada diez familias pobres haya uno o más miembros trabajando. Hay casi pleno empleo (al menos estadísticamente), pero el trabajo asegura cada vez en menor medida un ingreso suficiente y un futuro digno.

El 74% está preocupado por no tener dinero suficiente para pagar la atención médica si enferman

La desigualdad que se ha venido generando explica sin duda lo que ha pasado años atrás y lo que está ocurriendo hoy día en Estados Unidos pero seguramente no sea todo lo que haya que tener en cuenta. Por eso quiero referirme ahora a otros datos que me parece que sirven no solo para explicar el presente, y más concretamente lo que se pueda votar el 8 de noviembre, sino lo que puede ocurrir un poco más adelante, en el pasado mañana.

Me refiero a los resultados de un estudio The Millennial Economyrealizado por la consultora Ernst & Young sobre la generación del milenio, es decir, la que nació a partir de 1980 y ha crecido bajo la estela de las políticas neoliberales. Me limitaré a transcribir algunos de los resultados más interesantes porque creo que hablan por sí solos y no precisan de más comentarios:

— El 74% está preocupado por no tener dinero suficiente para pagar la atención médica si enferman.

— El 79% está preocupado por no tener dinero suficiente para vivir cuando se jubilen.

— El 52% tiene o va a tener deuda de préstamos estudiantiles y el 59% teme no poder pagarla.

— El 63% tendría dificultades para hacer frente a un gasto inesperado de 500 dólares.

— El 30% no recibe ingresos suficientes para hacer frente a sus gastos y solo el 30% ahorra un poco (24%) o bastante (6%). El resto ingresa lo justo para pagar los gastos.

— Solo el 36% de los hombres blancos y el 27% de las mujeres blancas cree que su nivel de vida será mejor que el de sus padres. Sin embargo, eso lo creen el 52% de los hispanos varones y el 54% mujeres de raza negra.

— El 62% ha considerado iniciar su propio negocio aunque sólo el 22% cree que el espíritu empresarial es la mejor manera de avanzar en su carrera.

— El 42% afirma no poder iniciar un negocio porque no dispone de medios llevarlo a cabo (53% en el caso de las mujeres negras y el 59% de las mujeres hispanas).

— El 59% cree que el gobierno hace que sea difícil que las personas tengan éxito iniciando su propio negocio.

— El 51% cree que la clase media paga demasiado en impuestos y el 70% que los ricos pagan muy poco.

— El 84% está orgullosos de ser estadounidense (91% en el caso de los hispanos).

— El 57% de los hombres y el 68% las mujeres creen que las cosas no van en dirección correcta en Estados Unidos.

— El porcentaje de jóvenes de la generación del milenio que tiene mucha o bastante confianza en las instituciones es el siguiente: grandes corporaciones y empresas (Corporate America): 20%; gobernadores: 21%; medios de comunicación: 21%; gobierno federal: 22%; religiones: 25%; alcaldes: 26%; sistema judicial: 27%; bancos: 29%; sindicatos: 31%; universidades: 51%; ejército: 55%.

Hasta aquí los datos más relevantes. Las dos preguntas que sugieren, creo, son obvias: ¿realmente es raro que el voto se polarice cuando la generación que se supone debe empujar a la sociedad vive así el presente y tiene esa visión de su futuro? ¿Puede ser estable y sostenible una nación que pretende liderar el mundo con una generación tan temerosa de su futuro y que tiene tan pocos asideros en el presente?

Este artículo se ha publicado originalmente en Ctxt.es. Pincha en este enlace

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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