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¿Cómo se van a actualizar las leyes de protección de datos si a empresas y gobiernos les viene bien tener cuanta más vía libre mejor? 

Una de las noticias más sonadas de los últimos días ha sido el caso de Cambridge Analytica y Facebook. Ha salido a la luz que la empresa y la red social comercializaron con los datos personales de cincuenta millones de usuarios con fines políticos. La empresa en cuestión fue contratada para la campaña de Donald Trump en las últimas elecciones estadounidenses y la red social permitió a la empresa coger información de los usuarios para utilizarla e influirles a la hora de tomar la decisión de a quién votar. Ahora Cambridge Analytica y Mark Zuckerberg (dueño de Facebook) han entrado en una guerra por ver quién tiene más culpa en el asunto. Eso ya es lo de menos. Al igual que el perdón de Zuckerberg, que después de todo apenas tiene valor. La ilegalidad ya está cometida y aunque ahora Facebook haya caído en bolsa y haya visto desprestigiada su imagen, al final será algo pasajero, se recuperará y seguirá con las mismas prácticas.

Todo este lío ha provocado que millones de usuarios, entre ellos marcas muy conocidas, hayan eliminado sus perfiles de la red social en los últimos días. Dejando a un lado a los culpables, esa fuga de usuarios es uno de los aspectos que más me llama la atención. Que haya tenido que ocurrir algo así para que se ponga de manifiesto que nuestra privacidad es nula cuando accedemos a una red social y los usuarios decidan abandonarla por ese motivo, deja patente el desconocimiento que existe con respecto a este tema. Si fuéramos conscientes de hasta qué punto nos controlan probablemente la desbandada hubiera sucedido hace más tiempo. Hay muy poca concienciación sobre cómo dejamos nuestro rastro en la red sin darnos cuenta y cómo damos nuestro consentimiento a las empresas para que utilicen nuestra información personal en su propio beneficio. Porque este caso en el que se ha comercializado con la información personal para fines políticos es ilegal. Pero que las empresas manejen nuestros datos para otro tipo de acciones está permitido y somos nosotros quienes consentimos la intromisión casi sin ser conscientes. Esto sucede porque a las empresas y a los gobiernos no les interesa educar a la sociedad en este ámbito. Manipulan psicológicamente a sus clientes con la información que obtienen y así consiguen beneficios. Vivimos en un Gran Hermano constante, en un Show de Truman permanente. Ahora casi siempre es la información que facilitamos la que maneja nuestra conducta y no al contrario. Estamos excesivamente influenciados en nuestro día a día. Qué comprar, dónde, a qué lugar viajar o a quién votar son solo algunas de las pautas que nos dan desde un teléfono móvil, una tablet o un ordenador.

Resulta indignante que haya tenido que ocurrir algo de tal magnitud para que en los medios de comunicación se trate este tema. El otro día se emitió un reportaje en televisión en el que un joven mostraba cómo Google era capaz de decirle a qué hora y en qué lugar había desayunado en el viaje a Bruselas que hizo hace unos meses. Una mujer entró en Facebook y siguiendo los pasos que le habían dado unos informáticos para descargar su información personal tal y como pueden hacer los responsables de la red social, vio cómo aparecía hasta el número de teléfono de su padre cuando el hombre ni siquiera es usuario de la red. Otro hombre veía cómo al llevar activada la ubicación en su móvil, en su smartphone aparecían mensajes de ‘accede al centro comercial X y compra X’ justo cuando pasaba cerca de la puerta del establecimiento que citaba el aparato. Y como estas tres, el programa de televisión mostraba decenas de situaciones que ponían de manifiesto cómo los gigantes tecnológicos tienen el control y nos manejan a su antojo. Al principio esto asombra. Pero si se reflexiona un poco más no es de extrañar que lo hagan porque solo piensan en su beneficio.

¿Cómo se van a actualizar las leyes de protección de datos si a empresas y gobiernos les viene bien tener cuanta más vía libre mejor? ¿Para qué se van a preocupar por respetar las normas de transparencia si ocultando sus acciones nosotros no nos enteramos de que invaden nuestra intimidad hasta límites insospechados? El caso de Facebook y las elecciones estadounidenses ha salido ahora a la luz. Pero a saber cuántos hay similares de los que nunca tendremos conocimiento. Nos ha tocado vivir en una época en la que todo gira alrededor de las nuevas tecnologías y en la que no podemos competir contra los avances informáticos y los gigantes tecnológicos. Pero esto no es excusa para no preocuparnos por saber qué ocurre con nuestros datos personales, las imágenes que compartimos e incluso con los ‘me gusta’ que otorgamos a las publicaciones de otros. Están a disposición de quienes menos lo esperamos. Educar a todas las generaciones en esta materia es fundamental. Al igual que lo es hacer todo lo posible por controlar nuestra mente y que no sea un dispositivo electrónico el que nos controle a nosotros y nos haga caer en tentaciones trampa.

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Jorge Miró

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