La 'hermana' bicentenaria de La Giralda, la torre de Lebrija que alertó de incendios y custodió tesoros

Esta joya del patrimonio, construida en el siglo XVIII con diseño inspirado en el monumento sevillano, se ha convertido en un emblema del municipio que se encuentra adosado a la Iglesia de Santa María de la Oliva

La Giraldilla de Lebrija, la 'hermana' bicentenaria de La Giralda que alertó de incendios y custodió 'tesoros'.
La Giraldilla de Lebrija, la 'hermana' bicentenaria de La Giralda que alertó de incendios y custodió 'tesoros'. JUAN CARLOS TORO

El viento golpea unos ladrillos con más de 200 años. Sobre ellos, unos azulejos decorados con la Virgen del Castillo indican el municipio sevillano donde se levantaron. La patrona de Lebrija custodia risueña una imponente torre campanario de entre 56 y 64 metros —su altura exacta se desconoce— construida en el siglo XVIII que se ha convertido en un emblema de esta localidad del Bajo Guadalquivir.

Han pasado más de dos siglos desde que se erigiera la conocida como La Giraldilla, identificada por los lebrijanos como símbolo de su hogar. “Cuando llegas de fuera, la ves desde la carretera y ya sientes la vuelta a casa”, dice Juan De Dios Doblado, de 39 años, antes de subir a esta estructura que se divisa desde Trebujena, Las Cabezas de San Juan o El Cuervo.

El historiador del arte, natural de la tierra que pisa, abre la puerta de acceso a la torre —originariamente conectada a la Iglesia de Santa María de la Oliva— que se empezó a levantar en 1756, un año después de que el terremoto de Lisboa (1 de noviembre de 1755), que sacudió a buena parte de Andalucía Occidental, se dejara notar. El temblor provocó que el antiguo campanario se derrumbara. “Estaba sobre la Puerta del Sol y tenía cuatro campanas”, dice el también técnico de la oficina de turismo de Lebrija señalando la repisa que queda visible.

La pérdida de este elemento importante para el templo hizo que el Arzobispado encargara la construcción de uno nuevo. Pero, esta vez, sería una torre independiente, aunque adosada. “Incluso hubo un planteamiento de hacerla sobre una bóveda de la propia Iglesia, pero tanto peso hubiera movido los cimientos y hubiera afectado la estructura”, indica Juande adentrándose en el interior.

En las obras trabajaron hombres como Juan Alcaide, maestro cantero de Cádiz, Juan Alfonso de Morales, maestro alarife, o Vicente Catalán Bengoechea, arquitecto de la Fábrica de Tabacos de Sevilla. El artífice fue el arquitecto diocesano Pedro de Silva, que dirigió este ambicioso proyecto que culminó su ejecución en 1778, 22 años después, según el artículo de Francisco Javier Herrera La torre parroquial de Lebrija: proceso constructivo y autores, en Archivo Hispalense, revista histórica, literaria y artística.

“Por una cuestión económica, había veces que había escasez y había que parar”, explica el lebrijano a lavozdelsur.es posando su mano sobre el ladrillo. “Se comenta que el castillo sirvió un poco de cantera porque se extrajeron materiales para la construcción. La fortaleza ya estaba en desuso y probablemente algunas piedras se trajeron de allí”, añade mientras se dispone a subir las 24 rampas que la forman.

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Juande explica el trabajo del campanero en la torre de Lebrija.  JUAN CARLOS TORO

“Permitieron subir material por aquí, como la Giralda”, dice desde esta obra maestra del barroco, que representa una de las versiones más logradas de la famosa torre campanario de la Catedral de Sevilla. Un golpe de vista desvela que su diseño está inspirado en este monumento Patrimonio de la Humanidad desde 1987. Según explica el técnico, presenta una arquitectura purista herreriana de la época de Felipe Segundo, basada en El Escorial, y no es la única que existe.

Hay Giraldillas repartidas por Sevilla, como en Carmona y Écija, y por todo el mundo. Kansas City, Miami o Nueva York también acogen réplicas. Pero esta, quizás, sea la más fiel y hoy se mantiene gracias a una gran restauración acometida por el Ayuntamiento en los años 90, cuando se encontraba en estado de deterioro. “Ya tenía grietas, el andamiaje estuvo varios años, yo recuerdo verlo por la ventana del instituto”, comenta Juande.

Su voz resuena en la que fuera la casa del campanero, figura existente hasta los setenta aproximadamente que se encargaba de los toques de campana. “No tenía que subir hasta arriba, bajaba la cuerda y lo hacía desde aquí”, explica.

Unos metros más arriba, se encuentra la que llama sala del tesoro con una puerta con tres cerraduras que presenta el símbolo de una serpiente. El lebrijano entra en el habitáculo mientras cuenta la historia de este lugar. “No era fácil, para abrirla había que reunir tres llaves, una la tenía el párroco, otra el alguacil y otra el alcalde, con lo cual se tenían que juntar estas tres autoridades para poder abrirla, aquí se podían guardar enseres de plata o incluso dinero”, sostiene señalando unas bisagras que indican que había otra puerta para una mayor seguridad.

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Detalle de la puerta de la sala del tesoro.  JUAN CARLOS TORO

La última sala, ahora vacía, estaba destinada a las pesas que pendían para que el reloj marcase la hora, algo que hizo hasta mediados del siglo XX. En ella aún se observan los huecos donde reposaban las tablas por si había que subir para reponer alguna. Juande continúa subiendo por las rampas hasta llegar a una ventana. "El sistema de poleas está orientado a esta calle, que permite el tiro de una yunta de animales", comenta. 

A continuación, describe esas "ventanas saeteras" propias de los castillos que completan la torre. "No me consta que lo fuera, pero podría haber servido para defensa", dice tras dejar atrás unos apuntes a mano que podrían indicar las intervenciones de obreros a lo largo de su historia.

Arriba del todo se encuentra el campanario y, al final de una estrechísima escalera de caracol, el mecanismo del reloj, ya eléctrico. Desde la terraza, Juande contempla unas bonitas vistas de Lebrija mientras desvela los nombres de las 13 campanas que le rodean. 

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Interior de la Giraldilla.   JUAN CARLOS TORO

"Las campanas son más antiguas que la propia torre, algunas del siglo XVII. Esta es San Benito, pero por ser la más grande se le conoce como la Gorda y está orientada a la ermita del patrón", explica. A su espalda, cuelgan Santa María de la Oliva, Santa María del Castillo, o San Andrés, conocida como el reloj. 

Una de ellas, San Cristóbal, está "cascá", adjetivo por el que se le llama, y es la campana de fuego, esa que servía para alertar a los vecinos de incendios y otras emergencias.  "Imagina con la efusividad que tocaría el campanero para romperla", comenta. Se desconoce qué suceso llevó a este trabajador a realizar esta acción con tanta fuerza, pero, en la restauración, los obreros le dieron la vuelta para disimular la rotura. 

Esta joya del patrimonio lebrijano sigue reluciendo como seña de identidad del municipio que la vio nacer y donde se puede visitar, a través de rutas guiadas organizadas por una empresa turística. 

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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