"Una semana más en el Hospital de Jerez y no lo cuento"

Lorena Espaliu tras la entrevista. FOTO: CLAUDIA GONZÁLEZ ROMERO.
Lorena Espaliu tras la entrevista. FOTO: CLAUDIA GONZÁLEZ ROMERO.

"Superación, esa es la palabra que me define desde pequeña". Lorena Espaliu (Jerez, 1982) lo tiene claro. Su vida ha estado repleta de obstáculos, de piedras que no han logrado acabar con ella. En el instituto, sufrió acoso escolar. "Si te zamarreo salen bellotas", le decían. Un infierno por el que decidió dejar la ESO. "Fue horrible". No obstante, más tarde consiguió cerrar aquella etapa trabajando como azafata. "Yo tenía que ser guapa como mi hermana", ríe. Y luego, consiguió un puesto fijo en Telefónica. Allí estuvo trabajando durante 11 años hasta que la crisis de 2008 azotó, y con ella problemas que Lorena jamás imaginó. "La gente se pisoteaba y era un estrés contínuo", incide. Y aquellos agobios diarios que soportó en el trabajo, unidos a una relación tóxica que mantuvo, se le trasladaron al estómago.

Vómitos y diarrea constante, fueron los primeros síntomas. Un cuadro vírico que continuó durante los cuatro meses que estuvo ingresada en el Hospital de Jerez. "Las doctoras me ponían bolsas de antibióticos y nada más. Realmente nadie me echaba cuenta", destaca. En el centro jerezano no llegaron a diagnosticarle ninguna enfermedad. "Me decían —las enfermeras— que tenía muchos cojones. Y yo realmente me volví loca, quería quedarme inconsciente para no sentir dolor. Estaba llena de úlceras, eran incontables...", narra. "Recuerdo a mi tío agarrándome para que no me autolesionara. Tenía el intestino lleno de perforaciones".

"Sentía que me iba a morir, que se me iba la vida..."

Todo ocurrió durante unas pasadas Navidades, hará unos 12 años. "Fue un vómito por campanadas", bromea ahora. "Y mi padre llorando", continúa. Lorena "era una muñeca", se quedó sin masa muscular, apenas podía moverse, apenas podía hablar. "Creían que me podía ir en cualquier momento. Y yo sentía que me iba a morir, que se me iba la vida...", confiesa emocionada. Cuenta que incluso el SAS la derivó al Hospital San Juan Grande porque la máquina de tránsito del Hospital de Jerez estaba estropeada por aquel entonces. Sin embargo, los sanitarios se equivocaron al realizar la prueba y fue imposible obtener un resultado.

"La niña nos la llevamos para Sevilla", fue la respuesta de su familia ante la situación tan crítica en la que se encontraba Lorena. "En el Hospital Fátima a mi madre le preguntaron que dónde había estado. Cuando le dijo que veníamos del Hospital de Jerez, le dijeron que se esperase lo peor. Una semana más en el Hospital de Jerez y no lo cuento", sentencia. En Sevilla, en cuestión de tres días, le dieron líquidos abrasivos para arreglar el fallo del San Juan Grande y la metieron en quirófano. Fue así como Lorena regresó a la vida y fue diagnosticada de Crohn, una enfermedad inflamatoria crónica de origen autoinmune que puede afectar a cualquier parte del aparato digestivo (desde la boca hasta el ano).

Lorena, momentos después de la entrevista. FOTO: CLAUDIA GONZÁLEZ ROMERO.

Tras llevar cuatro meses anclada a una cama, sin fuerzas para andar o bañarse por sus propios medios, Lorena quedó "psicológicamente destrozada". "No podía dormir. Me mandaron unas pastillas y me di cuenta de que me estaba enganchando... Me temblaban las piernas, me temblaba todo...". Con 1,75 metros de estatura, Lorena llegó a pesar tan solo 40 kilos, una realidad que pronto empezó a cambiar a base metas que ella misma se marcó. Cuenta que se agarraba a las ventanas y andaba por la calle de su casa. Y así, logrando avanzar cada día un poco más. "Los médicos me dijeron que gracias a que yo era una niña con una constitución fuerte y una niña sana, pude sobrevivir. Pero yo lo achaco a la mentalidad de superación". Y es que Lorena afronta el Crohn restándole importancia a la enfermedad. "Creo que la clave está en ignorarlo, no darle más importancia de la necesaria", expresa.

Cuando se recuperó del todo, Lorena volvió a estudiar. "Me puse con las oposiciones para Policía Nacional, pero dejé la parte pública y empecé por la parte privada". Y desde 2011 empezó a trabajar como vigilante de seguridad, escolta, guía canino y guarda de campo, caza y pesca, oficio que ejerce en la actualidad en el parque metropolitano Los Toruños, en El Puerto. Aquel entorno le permitió —además de encontrarse entre la vida y la muerte—, emprender Reencarnatura, un proyecto ambicioso: diseñar unas urnas biodegradables donde las cenizas del difunto se unen con las raíces de árboles para así volver "al lugar de origen de una manera especial".

"Le cogí un poco de pudor a la muerte y quería enfrentarme a ella"

"Le cogí un poco de pudor a la muerte y quería enfrentarme a ella", se sincera. Inquieta, risueña, valiente, trabajadora... Lorena sigue superando día a día su enfermedad con grandes dosis de positividad. "¡Ay, hija! ¡Cómo estás y siempre riéndote!, me dicen. ¿Qué voy a hacer? ¿Llorar?", se pregunta. Finalmente, la jerezana asegura que lleva cuatro años sin tomar nada, "ni un triste omeoprazol" y con la enfermedad en remisión. "Esto no va a poder conmigo, yo puedo con esto y con todo lo que me echen por delante", concluye.

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Claudia González Romero

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