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LA ROTONDA. Nueva exhibición de nadería en el último pleno del curso político. Gobierno y oposición reproducen los mismos 'tics' crónicos para un debate cuyo desorden y caos es parejo al nivel de desinterés que mantiene.

El pleno de Jerez se ha convertido en un espacio incómodo y sonrojante, sistemáticamente saboteado desde la calle, y caótico y a ratos tomado a chufla en su interior. "Espero que se sumen al año de Lola Flores", se aventura Paco Camas. "¿Va a bailar?", replica jocosa la bancada del PP. Ese es el nivel. Sus propios protagonistas están convencidos de que la mayoría de las cosas que se aprueban no irán a ningún lado o de que están ante un trámite que no interesa a nadie pero que hay que superar inexcusablemente cada cuatro semanas. La confrontación sana y la dialéctica inteligente —si alguna vez existieron— han dado paso a una pelea en el barro, crónica y partidista, en la que lo de menos es Jerez y los jerezanos.

Recuerdo, y quiero pensar que no hace tanto de aquello, cuando cubrir una sesión de pleno era todo un reto para un periodista inexperto. Probablemente, se trataba de uno de los más altos encargos que podían hacerte tus superiores en el periódico local en el que trabajabas. Hoy se han convertido en un marrón mensual del que solo se espera que pase rápido. Su desorden ha crecido tanto como su pérdida de interés. No es raro que el máximo órgano de representación política ciudadana padezca los mismos niveles de mediocridad, oportunismo y desazón que nos rodean en el exterior. La demagogia campa a sus anchas, los guasapeos y jueguecitos con el móvil de los políticos para matar el tiempo están a la orden del día, y el nivel de debate es tan pobre, el contenido a menudo tan intrascendente, que no hay Dios que los soporte.

No ayudan muchos de sus protagonistas, a menudo con una oratoria de parvulario, entrecortada y nerviosa, o con un afán de protagonismo circense y a ratos bajuno que provocaría la carcajada si no fuera por lo patético que resultan y lo dañinos para el interés general. El atasco y el bloqueo que sufre Jerez y su Ayuntamiento desde hace casi dos décadas se escenifica mes a mes en sus plenos municipales. Generalmente, están protagonizados por un gobierno local endeble a más no poder, cándido y con una inusitada falta de punch, y el principal partido de la oposición, el PP, comandado aún por una exalcaldesa Pelayo que sigue sin entender que su tiempo político ya pasó.

Venida arriba tras salir milagrosamente airosa de la Gürtel —a diferencia de los otros dos componentes del trío calavera que ha gobernado Jerez en la democracia actual—, la diputada y aforada popular se dedica a hacer la oposición irresponsable que ya planteó en la época de Pilar Sánchez: incordiar, berrear mucho fuera de micro, y en definitiva, aportar poco o nada. Como el entrenador que pide a sus jugadores que suban a rematar un córner a la desesperada o pierdan tiempo tontamente, no es raro verla jaleando a los suyos para que hagan gestos y aspavientos, ofendan e increpen a sus adversarios políticos. Como sucede a nivel nacional, donde el que pestañea pierde, piensan que cuanto peor, mejor. Cuanto más chusco y chabacano, cuanto más enredo, más sencillo creen que será recuperar el poder perdido hace algo más de un año. Acusan a Echenique de mantener a un ayudante sin estar dado de alta pero callan por formar parte de un partido que será procesado por obstruir una investigación judicial por presunta financiación ilegal. El triple salto moral del cinismo político actual. 

Enfrente, los otros tres grupos políticos, Ganemos, IU y Ciudadanos, hacen lo que pueden, navegando entre la inexperiencia, la desconfianza, el idealismo imposible, constreñidos en los reducidos márgenes en los que se tambalea este debate que no conduce más que a la nadería más absoluta. Una y otra vez. Buscando el tiempo perdido y no hallando más que nuevas formas y poses para hacérnoslo perder a todos. Quizás sea hora de que Jerez pida tiempo muerto y cambie la estrategia; o quizás sea hora de que reconozcamos de una vez por todas que nada va a cambiar.

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