Leila Nachawati Rego (1978, Santiago de Compostela) continúa con su lucha, su cometido es ofrecer un contexto riguroso -desde el enfoque sirio- sobre la guerra que se libra en el país de su padre desde hace seis años. De madre gallega y padre sirio, Nachawati crece con orgullo entre dos culturas ricas y muy distintas. Nace en España y cursa Primaria en Damasco, y desde pequeña se posiciona en pos de los derechos humanos. Una defensora acérrima del cambio social, de la evolución y de combatir prejuicios y mordazas. Profesora de Comunicación en la Universidad Carlos III de Madrid, realiza una pequeña gira por España presentando su ópera prima literaria, su novela Cuando la revolución termine (2016), una historia que busca encontrar la empatía de los lectores al dar voz a distintos perfiles del pueblo sirio, una comunidad tan vapuleada por intereses ajenos como masacrada.

¿Qué significado tiene la revolución siria en su libro?

Cuando la revolución termine es una declaración de intenciones y se refiere a una frase que se repetía mucho en las calles de Oriente Medio en 2011. La gente decía: “Estoy estudiando una carrera, pero ya la terminaré, la dejo de momento porque ahora estoy centrado en la revolución…

La gente pausó su vida.

Sí, todo el mundo se quedó en pause. El que se iba a casar dejó lo de casarse para después, el que estaba haciendo una carrera, dejó la carrera para después. Mucha gente se ha quedado en ese impasse en el que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de llegar. Porque estas estructuras, estas dictaduras, no se terminan de ir y no dan paso a lo nuevo.

¿Pero habla de ese origen de la revolución? ¿Cómo comienza a construirse ese imaginario?

El protagonista de la novela es el 2011. Es el año de ese despertar que se dio en el sur del Mediterráneo y luego con distintos ecos también en el Norte del Mediterráneo, con movimientos como el 15-M en España. De alguna manera fue el año en el que la ciudadanía dijo basta a los gobiernos con los que no se sentía representada. En el caso de Egipto, Túnez y Libia, eran gobiernos totalmente represivos, de opresión, de silencio. 2011 fue el año en que se rompió todo ese muro de censura y de repente había una libertad de expresión y unas ansias de oxígeno y de cambio después de décadas de estas dictaduras. De alguna manera es un canto, un homenaje a esa gente que quería un cambio y salió a la calle a pesar de lo peligroso que era.

¿Qué imagen se dio en occidente de esas primaveras árabes?

Lo que pasa mucho en los medios de comunicación es que se va saltando de una noticia a otra y luego no hay un seguimiento de lo que ocurre. Entonces de repente hay una revolución y los primeros días los medios le ponen mucho interés. Pero luego la abandonan. Hoy es difícil saber lo que está ocurriendo en Yemen, en Libia, saber en qué punto está Túnez, que parece que solo acapara portadas en los momentos de explosión. Hay una frase en inglés que es: “Mucha explosión y poca explicación”.

Sobre todo si no interceden las fuerzas internacionales en esos conflictos.

Exacto. Se quedan solos y de alguna manera es como, bueno, son seres violentos, que tienden a enfrentarse y no hay una explicación. No hay un contexto. En 2011 sí hubo una especie de curiosidad y un intento de acercarse a las voces de Oriente Medio, pero ahora volvemos otra vez a análisis en los que se ve desde fuera y no se hacen eco de esas voces que están dentro. Se habla de Siria sin los sirios y sin las sirias. Sin que haya testimonio de esa gente que está dentro. A mí me parecía que una novela hacía más fácil recoger esas voces y fomentara una cosa, que para mí es súper importante y que a veces falta, que es la empatía. Si nosotros no empatizamos con el otro, obviamente no nos va a importar que haya crímenes contra la humanidad, que haya una masacre, que aumente la impunidad… Pero claro, que aumente la impunidad allí también nos afecta aquí, porque si no hay mecanismos de protección de civiles, no los hay para nadie.

“Que aumente la impunidad allí también nos afecta aquí, porque si no hay mecanismos de protección de civiles, no los hay para nadie”

¿Son actores reales los que aparecen en su libro?

Hay gente que aparecen con nombres y apellidos que son sobre todo personajes históricos, luego hay algunos a los que les he cambiado el nombre, y otros que son una mezcla de muchas historias que he podido conocer. La verdad es que hay poco inventado y casi todo está inspirado en…

Historias reales.

Sí, porque lo que pasó en estos años es tan fuerte, tan inspirador y tan devastador a la vez, que no hace falta inventar mucho, sino simplemente recoger trocitos de esas historias y darles un poco de forma.

¿Vivió el auge de la revolución de esas primaveras árabes dentro de Siria?

Yo obviamente no entraba en Siria, porque si te posicionas con los derechos humanos en Siria, ya estás perseguido.

¿En qué momento se va?

Yo crecí en Galicia, pero estudié unos años en Damasco, en los años 80. Y yo iba todos los veranos a Siria a pasar las vacaciones con la familia de mi padre. Y a partir de 2011 ya dejé de ir. Iba a los países de alrededor, a Líbano, a Jordania, Turquía… Pero ya no he vuelto a ir a Siria.

Antes de su marcha, ¿cómo era el ambiente en el verano de 2010?

Había mucha inquietud con respecto a lo que suponía la represión del régimen. Pero desde luego era imposible predecir lo que iba a ocurrir. Imposible predecir tanta gente saliendo a la calle e imposible predecir el nivel de destrucción que desataría la familia de Bashar Al Assad contra manifestantes desarmados… El nivel de brutalidad supera todo lo que se ha visto en la región y en el siglo: de masacrar a niños, de torturar a manifestantes pacíficos. Y de construir un fenómeno como es el autodenominado Estado Islámico, que no existía en 2011 y que de alguna manera se apretaron todas las teclas para que se crease y creciese para dar una sensación al mundo de que no había una alternativa. De que solo estaba: o la dictadura de Assad o ISIS. Y no había nada en medio, cuando había muchas cosas en medio, ambos se encargaron de destruirlas.

¿Es entonces Bashar Al Assad el que hace de palanca para impulsar al Estado Islámico por Oriente y Europa?

Exacto, ¿por qué? Porque Assad necesita un enemigo muy grotesco para poder presentarse como la única alternativa.

Para legitimarse.

Claro. Tú estás luchando contra un movimiento de pacifistas, intelectuales y gente que plantea una alternativa de futuro, es obvio que tus días están contados. Y el mundo está viendo que existe una alternativa. Pero si tú planteas que tu alternativa son unos barbudos rebana cuellos, pues claro, el mundo prefiere a Assad. Aunque sea un genocida, es un genocida de traje y corbata que siempre es más apetecible que un genocida barbudo, ¿no? De alguna manera construyeron un enemigo feroz para poder postularse como la única alternativa mientras ellos destruían a la verdadera.

¿Mantiene contacto con gente que habita actualmente en Siria?

Sí.

¿Cómo sobreviven después de una guerra de casi seis años?

Están jodidos. La gente que está bajo el control de Assad está con mucho miedo porque hay puntos de control continuamente, represión… torturan a la gente que de alguna manera demuestra que no está conforme con lo que está pasando. Y luego la gente que vive bajo el yugo de ISIS, imagínate: todo está prohibido, ejecutan a la gente… son dos caras de la misma moneda.

A día de hoy las opciones son: resguardarse de las bombas, aliarse con Assad o con ISIS.

Claro, había antes otra vía, que era la oposición prodemocrática, o posición moderada, que la han ido destruyendo y han dejado solo a los más extremistas. En un principio había gente que no estaba ni con Assad ni con ISIS, y a esa gente los han atacado tanto Assad como ISIS. Digamos que ambos están de acuerdo en destruir todo lo que hay en medio y respetarse hasta cierto punto entre ellos porque los dos dependen el uno del otro para existir.

En su novela describe también a las diferentes etnias que conviven en Siria (árabe suní y shií, alauita, druso, palestino, kurdo y cristiano). ¿Por qué esa necesidad de mostrar cada religión?

Quería que se viera la diversidad siria, que es un crisol de muchas culturas y religiones, incluso idiomas; hay barrios todavía en Siria en los que se habla arameo, una lengua muerta, que es la lengua de Jesucristo. Había una diversidad cultural tremenda y es muy doloroso que se esté perdiendo, que se estén cargando ciudades milenarias como Alepo, que es cuna de la civilización. Alepo es la primera ciudad habitada de la humanidad, la más antigua, y la han destruido hasta los cimientos por intereses geopolíticos. Rusia ha destruido todo lo que había en Alepo, con sus hospitales y con todos sus civiles dentro. Hemos llegado a un punto en el que se normaliza eso. Y a mí me parecía importante, para esto que hablábamos de la empatía, mostrar lo diversa que era la población siria, lo rica que era. A veces vemos desde aquí a los árabes como un todo homogéneo, como una masa informe, y me pareció importante darle forma y color a esa diversidad que conforma un todo, pero que a la vez es muy distinta, que tiene muchos matices.

¿Cuál fue el papel de la mujer durante las manifestaciones pacíficas? ¿Estaban dentro como iguales o las mantenían apartadas?

Las mujeres salieron a la calle en un principio como los hombres. En la primera etapa, en las movilizaciones, jugaron un papel crucial tanto en atención humanitaria y en comunicación, como en la autogestión de las concentraciones. Estuvieron a la cabeza de ese movimiento pacífico inicial. Luego cuando este deriva hacia una posición más armada, militar, es cierto que las mujeres ocupan un segundo plano aunque hay mujeres implicadas en la resistencia armada, pero mucho menos. También como aquí si hubiese una guerra. Pero desde luego que las mujeres salieron a la calle mano a mano con los hombres porque consideraron que era su momento para construir una sociedad mejor, porque este régimen obstruía cualquier forma de oposición, tanto hombres como mujeres.

En ese momento hubo igualdad en el ambiente.

Sí, hubo un momento maravilloso, mágico, en el que eran hermanos y hermanas luchando por un ideal común.

Dice en una entrevista: “Éramos ingenuos por pensar que al desear derrocar dictadores íbamos a conseguir que el mundo lo permitiese”. ¿A qué mundo se refiere?

La comunidad internacional que se ha mostrado pasiva. Por ejemplo, la Unión Europea, ya no solo con la acogida de refugiados que está siendo vergonzosa y que está dejando que mueran miles de personas en el mar Mediterráneo por cerrarles las fronteras. Los actores que han fomentado este genocidio han sido Rusia, Irán, en buena medida –pero bastante menos que Rusia– Estados Unidos; y luego otros como Arabia Saudí y Turquía. Pero principalmente los responsables de la masacre son Rusia e Irán. Igual que Estados Unidos es el responsable de la destrucción de Irak, Rusia es el responsable de la destrucción de Siria.

“Igual que Estados Unidos es el responsable de la destrucción de Irak, Rusia es el responsable de la destrucción de Siria”

Entonces Rusia es el principal enemigo del pueblo sirio.

Amigo de su dictadura.

¿Es la guerra de Siria la más devastadora del siglo XXI?

Yo diría que sí. Siria es un espejo de todas las tendencias del mundo. El reflejo más extremo, más grotesco de hacia dónde van las tendencias de todo el mundo. Si te fijas, todo lo que está pasando en Siria es como un espejo deformado de lo que en menor medida también estamos viendo aquí, en Occidente. Pérdida de derechos, leyes represivas, ganan gobiernos cada vez más autoritarios y cercanos al fascismo en países democráticos. Se aumenta la impunidad de manera en que cada vez se puede hacer y decir cualquier barbaridad. Se puede ser racista, fascista… y da la impresión de que nos lo tragamos todo. La ciudadanía está cada vez más desprotegida y cada vez hay menos mecanismos para reaccionar ante eso.  En el caso de Siria, también a nivel de destrucción del país… Cómo puede ser que una potencia como Rusia bombardee doce hospitales y no ocurra nada. No pasa nada. Un país entero está incendiado, destruido, la mayor catástrofe humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, y no ocurre nada. Entonces eso demuestra que cuando pase aquí tampoco va a ocurrir nada, porque cuando ya lo hemos permitido… está claro que puedes llegar todo lo lejos que quieras porque no hay responsables, no hay un tribunal penal internacional y no hay nadie que pague por los crímenes. Eso enseña una lección terrible al próximo dictador de turno y a la ciudadanía también, que es que, si aquí nos ocurre algo, no hay mecanismos internacionales para protegernos.

“Eso enseña una lección terrible al próximo dictador de turno, si aquí nos ocurre algo, no hay mecanismos internacionales para protegernos”

De manifestaciones pacíficas a guerra civil, luego conflicto internacional y finalmente “nido de terroristas”, como destacó el periodista de guerra español y rehén de Al-Nusra en Siria, Antonio Pampliega, en una entrevista a este medio.

Creo que no es solo una evolución lineal, sino que son fases que se solapan y que de alguna manera coexisten. En Siria no es ya todo el mundo terrorista de repente, hay de todo. Ha venido gente de todo el mundo con sus propias agendas y han secuestrado un levantamiento que era legítimo. Pero en Siria sigue habiendo de todo.

Bueno, manifestaciones pacíficas a día de hoy…

No hay mucho pero hay. Existen comités de coordinación local en pueblecitos más pequeños que trabajan en construir, reconstruir… Nosotros vemos siempre en los medios de comunicación a los que destruyen, ya sea Assad, ISIS o Rusia, pero no vemos nunca a los que construyen y a los que reconstruyen. Y en Siria sigue habiendo gente que cuando destruyen un colegio, intentan reconstruirlo para que los niños tengan una normalidad. Y cuando no lo pueden hacer se van a un zulo debajo de la tierra y van con unos niños para que continúen con sus vidas. Hay gente absolutamente heroica que nunca vemos que día a día trabaja en cuestiones cotidianas, los cascos blancos, que trabajan sacando a gente debajo de los escombros, son un claro ejemplo. Vemos mucho a los que destruyen, pero no vemos a los que día a día construyen y que también están ahí.

¿Tiene fin esta guerra? ¿Hay luz después de esta barbarie en Siria?

La luz siempre es la gente. La gente que se levantó y que se marchó del país está deseando volver. El problema es que a toda esa gente pacífica del principio la han matado, está exiliada o en la cárcel. Hemos visto un informe de Amnistía Internacional que muestra las torturas del régimen de Assad en la cárcel de Sednaya a unos kilómetros de Damasco, y han sido más de 13.000 personas ahorcadas en estos años, a veces hasta 300 en un día. El nivel de masacres y de torturas aumenta porque este gobierno se ve envalentonado, fuerte. Ve que cuántos más crímenes comete, sigue siendo un interlocutor. Es difícil tener esperanzas porque los actores involucrados son cada vez más brutales, y yo creo que la guerra terminará cuando Rusia decida que ya no le interesa Siria. De alguna manera está todo en manos de Rusia. Pero lo que a mí me gustaría es lo que yo sueño en el libro –que tiene un final futurista– que es una Siria representativa de los sirios y de las sirias. No una dividida en tres zonas de influencia: rusa, iraní y turca, sino una Siria que sea realmente de los sirios y de las sirias, que ellos puedan elegir a sus propios representantes y vivir en dignidad como cualquier otro pueblo.

“La guerra terminará cuando Rusia decida que ya no le interesa Siria”

¿Qué posibles secuelas pueden quedar en Siria Cuando la revolución termine?

Traumáticas. Aquí en España todavía tenemos secuelas por no haber enterrado a los muertos y no saber dónde están. Y aún seguimos peleándonos por ello, imagínate allí los años que van a tardar. Lo primero que hace falta es que alguien pida perdón, porque si nadie pide perdón, ¿qué reconciliación va a haber? Y ahí no es que nadie pida perdón, es que nadie está siendo juzgado por nada, entonces hay una sensación de impunidad en la que tú no solo pierdes a tu familia, sino que es que encima te niegan la condición de víctima. Lo primero para que haya un proceso de reconciliación es que haya un reconocimiento de que ha habido violaciones.

Sobre el autor:

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Claudia González Romero

Periodista.

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