El candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, acompañado de Susana Díaz, repite en La Atalaya de Jerez en menos de siete meses, aunque ahora sobrevuela el 'sorpasso'.

Mosquitos, mosquitos y más mosquitos. Bichitos que no se han querido perder la segunda visita, el gran acontecimiento: el mitin de Pedro Sánchez, del aspirante del PSOE a la presidencia del Gobierno, el segundo que protagoniza en la ciudad en menos de siete meses. El apuesto y diplomático secretario general de los socialistas, el de la sonrisa Profident y gesto inmutable. El escenario es el mismo, los Museos de la Atalaya —donde reposan decenas de relojes en el Museo del Tiempo—, el mismo en el que ya lució sonrisas y se cameló a la multitud entre selfie y selfie. Pero algo ha cambiado, su aspecto cansado le delata, quizá por eso mismo, por el paso del tiempo. El tiempo que ha invertido en negociaciones con esa nueva política con la que no ha conseguido llegar a la Moncloa a pesar de tenderle ampliamente la mano. Si en lo interno no fluye su discurso —al menos con su aliado natural, ahora Unidos Podemos—, cuando le toca salir a escena rodeado de los suyos presume de oratoria y poder de convicción. El discurso es el mismo, ya manido, ese que defiende el partido de los 137 años de historia. Juega con el tono de voz cual narrador de cuentos para dejar claro que quiere recuperar la ilusión de un electorado agotado con tantos comicios, recortes y luchas de sillones. Para Rajoy, dice, las del 26J son unas segundas elecciones, para Iglesias una segunda vuelta, pero para sí mismo las considera unas “nuevas elecciones”.

“Yo soy licenciado en amor y alegría…”, “con la mano levantá al pasado le digo adiós”... Efecto Pasillo, Macaco... se oyen canciones alegres antes de que dé comienzo el show preelectoral socialista. Fuera de los muros de La Atalaya, en la calle Lealas, la banda sonora es bien diferente, más agria. Un centenar de personas ha acudido a la protesta convocada a través de las redes sociales y han proferido insultos e improperios a las personas que asistían al encuentro con el “salvador” y las lideresas socialistas, a la par que gritaban consignas pidiendo la dimisión de la alcaldesa, Mamen Sánchez. En más de una ocasión la Policía Nacional ha evitado que protestantes y asistentes llegasen a las manos. Mientras, en el interior de La Atalaya, el espectáculo debe continuar.

Todo parece señalar que por fin las estrellas se van a dirigir al escenario por el pasillo central. Los focos de medios locales, regionales y nacionales apuntan hacia allí. Un micro indiscreto abierto: “¿Por dónde entro?”, Mamen Sánchez, anfitriona del acto, no lo tiene claro. Parece que sí, se giran los técnicos y fotógrafos a su izquierda y hace acto de presencia la alcaldesa. Oh… toma falsa, se vuelve porque no le han seguido sus compañeros de reparto. Parece que ni en eso se han puesto de acuerdo. Unos segundos, y ahora sí, recorre los escasos metros que le lleva al escenario seguida “del gran Pedro” que no abraza y sí besa a diestro y siniestro. Todos estaban allí por él, para apoyarle, para tocar al ¿líder? Todos se merecen su atención y por el candidato socialista, desde luego no queda.

La regidora jerezana presenta el espectáculo, pantalla led a su espalda, en un breve speech en el que da la bienvenida al aspirante a la segunda vuelta, a Susana Díaz y a Irene García, presidentas de la Junta y de la Diputación de Cádiz, respectivamente. Y, muy sutilmente, da paso a Miriam Alconchel, secretaria general del PSOE Jerez, dejando clara previamente su veteranía, pues ha afirmado que la oposición es muy fría y si se gana se puede hacer más desde el Congreso. "Necesitamos que seas presidente", vuelve a implorar a su amigo Pedro.

Hace calor, han pasado un par de estaciones desde la anterior visita de Sánchez a Jerez. La presencia de los mosquitos resulta un tanto desagradable, aunque no resta entusiasmo entre los asistentes, los militantes del partido del puño y la rosa, y los políticos, que entre discurso se felicitan por tal o cual foto que fue publicada en este y otro medio. Para ellos es importante, en esta ocasión se juegan más que nunca formar parte del Gobierno de la Nación, aunque Díaz afirme que eso de ocupar espacio en los medios, no va con ellos, es para otros partidos. La presidenta autonómica no hizo referencia a los mosquitos, pero sí hizo alusión a otros animalitos: “Seguimos con el caimán en La Moncloa”, pero no hay nada que temer pues “lo vamos a echar”, exclama fervientemente. Tuvo para todos, para el PP y para las nuevas formaciones, especialmente para Podemos y su líder. A estos últimos los acusa de entorpecer los actos de los demás partidos e impedir que la gente escoja; y les insta a aclarar su posición con respecto a Astilleros —ya que el Pisuerga pasa por Valladolid—. Díaz no deja a títere con cabeza, hasta Julio Anguita y Colau se llevaron su ración en una alocución que, eso sí, roza el tedio.

Por fin Pedro Sánchez sonrió a las cámaras. Su rostro ocupó el plasma, las banderolas se elevaron más enérgicamente que con sus predecesoras. Ahí estaba él, el hombre de la camisa blanca, el negociador frustrado. Impoluto como un Dorian Grey que no teme al sorpasso. Con gran torrente se dirige a los asistentes a quienes invita a decir sí por el cambio, como guiño al eslogan de campaña. Hace gestos cómplices a su compañera —contrincante o futura sucesora, para muchos— de partido, su némesis andaluza. Recopila la lista de recortes y la aprobación de leyes “injustas” de los populares en los últimos años; se refiere a Rajoy como un “político en B"; y al bloqueo como consecuencia de la falta de acuerdo con Podemos. Susurra cuando pide el voto a las mujeres, por la igualdad, y casi se queda sin aire cuando enumera el chorreo de reformas, leyes y medidas que promete llevar a cabo.

“¡Presidente, Presidente…!”, exclaman algunos presentes aún entusiasmados tras hora y media de mitin. Pedro Sánchez baja el peldaño del escenario verde esperanza, en menos de dos horas debe estar en Sevilla. Sigue haciendo calor, a pesar de que ya el sol no pega como al principio. Fuera, ahora en varios balcones y en muros de La Atalaya, se siguen escuchando insultos y pitos. Sánchez —Pedro— parece cansado. Siete meses, cinco de ellos en un tira y afloja para volver al mismo punto, con un mismo discurso. Recurrente, poco creíble. Ahora con muchos mosquitos. Y el espectáculo solo acaba de empezar. Como dice el maestro Enrique Alcina en su blog Rosas y mosquitos, "mola el fuego que inmola a los malos de la película. Corran a pillar refugio".

Sobre el autor:

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María Luisa Parra

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