En una marcha silenciosa que toma por algunos de los puntos más degradados, los vecinos del centro histórico vuelven a salir a la calle para reivindicar medidas que hagan posible la rehabilitación de la zona.

Dio la impresión de que hubo menos personas que el pasado 17 de enero, cuando por primera vez se salía a la calle para reivindicar una actuación profunda en el centro histórico de Jerez. Lo tardío de la hora —las 20:30—, el fútbol —jugaba en abierto el Real Madrid— o las pocas ganas que muchas veces demuestra el jerezano a la hora de manifestarse pudieron ser algunos de los motivos de esa sensación. Lo cierto es que a los que verdaderamente les duele intramuros, porque es su barrio, sí volvieron a echarse a la calle bajo el lema Salvemos el centro histórico.

Como a primeros de año, la manifestación se hizo en silencio. Ni un grito, ni una proclama. Solo la pancarta que abría la marcha, fotos demostrando el mal estado de algunos lugares del centro y carteles que aludían a la presencia de diferentes asociaciones de vecinos de Andalucía, esas que conforman la federación vecinal de la que también forma parte la jerezana del centro histórico.

La asociación que todavía preside Alejandro González tenía claro que la manifestación tenía que pasar por algunas de las calles más deterioradas de intramuros (se tomó por las estrecheces de Alcaidesa y Liebre) y por puntos que tuvieran un significado especial, como la plaza de San Juan, donde se ubica el palacio Pemartín, sede del Centro Andaluz de Flamenco y cuyo futuro será incierto una vez se traslade este centro a las nuevas dependencias del futuro Museo Flamenco de Andalucía, en la plaza Belén. Tras pasar por Francos y las plazas de la Compañía y Salvador Allende se llegó a la Porvera. Allí, en las terrazas de los bares donde se proyectaba el fútbol, el personal se preguntaba de qué iba la manifestación. ¿Tan poco interés había que ni siquiera leían la pancarta de la cabecera?La última parada fue en Consistorio, tras recorrerse las calles Larga y Algarve. Allí, Francisco Jordi leyó un comunicado en el que recordó que “estamos en una situación de no retorno en cuanto a la conservación de nuestro patrimonio y es totalmente urgente que la sociedad no se duerma y se escude en los lamentos, que nada solucionan”. Ahondó en qué pasará en el futuro con edificios como el palacio Pemartín o el de los Condes de Puerto Hermoso (la comisaría).

Jordi también metió el dedo en la llaga al recordar el porqué de esta situación, como las “décadas de políticas de expansionismo urbanístico sin respetar su patrimonio”, lo que ha acabado provocando el “desarraigo” de los jerezanos y el “abandono del comercio tradicional de cercanía” en favor de negocios hosteleros “que en algunas ocasiones, ni mucho menos mayoritarias, no favorecen con su actividad el asentamiento de familias, porque, simple y llanamente, no pueden ni descansar ni dormir por las noches”.Por último, Jordi, que a la postre hablaba como portavoz de todos los vecinos de intramuros, exigió a las administraciones, tanto locales, autonómicas como estatales mayor implicación, y al Ayuntamiento, en concreto, una serie de medidas que favorezcan la repoblación al centro como la “supresión del IBI durante los primeros años de habitabilidad en el centro histórico para edificios que en la actualidad son propiedad municipal; el establecimiento de convenios con entidades bancarias para conseguir hipotecas más ventajosas o proponer a la Junta la subvención de estudios arqueológicos”.

Con un aplauso concluía, pasadas las diez de la noche, una manifestación que promete no ser la última en exigir la rehabilitación de intramuros.

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Jorge Miró

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