Lo que el viento no se llevó bajo los palcos

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Un año más se repite la imagen lamentable: ingentes restos de basura salen a la luz tras el desmontaje de estas instalaciones de la Carrera Oficial.

Somos (no todos) muy guarros. Es cierto que Jerez tiene un déficit muy elevado de barrenderos de la vía pública pero no es menos cierto que, con un poco de civismo y colaboración ciudadana, habría imágenes que no tendrían por qué darse. Una de ellas es la que desvela cada año el desmontaje de los palcos de la Carrera Oficial de Semana Santa. Estos días en los que el Ayuntamiento lleva a cabo el desmontaje de estas infraestructuras vuelven a salir a la luz la suciedad acumulada por quienes no tienen el más mínimo escrúpulo de depositar sus residuos en la vía pública. En esta imagen que ilustra el artículo puede observarse el estado de los bajos de los palcos instalados en la calle José Luis Díez, una imagen lamentable que se ha ido repitiendo conforme se han retirado estas instalaciones por personal municipal de Infraestructuras. 

En Singapur hay multas de hasta 600 euros por arrojar basura en la calle, y en otras grandes ciudades europeas, como Amsterdam, también están perseguidos los incívicos que tiran sin pudor sus colillas de cigarrillos al acerado o lo ensucian con sus desechos. En Madrid, el Ayuntamiento propuso en 2013 una ordenanza sobre convivencia que multaba con hasta 750 euros la acción de tirar una colilla al suelo, una infracción que se equipara con solicitar servicios de prostitución o pedir limosna en la calle. En Jerez, una y otra vez se abre el debate de lo sucia que está la ciudad y la basura que se desperdiga por muchas calles del centro y sus barriadas. La realidad es que son los propios ciudadanos quienes muchas veces contribuyen a una imagen que esta pasada Semana Santa ha sido especialmente bochornosa. En una época repleta de turismo y visitantes, la imagen no ha podido ser peor en muchas zonas del centro. Parte de responsabilidad la ha tenido el Ayuntamiento —déficit de barrenderos, papeleras atestadas que no se vaciaban...—, pero desde luego también ha influido la falta de civismo de algunos, incapaces por ejemplo de armarse con una bolsita en la que depositar sus desperdicios para luego dejarla en un contenedor o papelera. 

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