Dos amigos del Conservatorio de Jerez logran ser premio extraordinario de enseñanza profesional de música del curso 2015/2016. El galardón lo consiguen por las sumas de las notas de quinto y sexto del Grado Medio de Música. Íñigo Aramburu y José Luis Buzón son amigos desde que se conocieron en clase de repentización y transporte en el Joaquín Villatoro, como ellos mismos recuerdan. El primero es de Jerez y tiene 20 años, el segundo es de Sanlúcar y tiene 18. Cada uno escogió un instrumento distinto. Cada uno tiene su historia y sus objetivos profesionales. Pero coinciden en una cosa: quieren vivir de la música, "y luego si eso, comer", incide Íñigo con sorna. José Luis ríe al instante. Ambos se compenetran. Con un gesto, una mirada, ya saltan a carcajadas o expresan frases que el otro acaba.

Este artículo podría protagonizarlo el premio que consiguieron ambos por sacar más de un 8'5 al finalizar su Grado Medio —Íñigo un 9 y José Luis un 9,64—, pero dicho galardón solo les sirvió para adjuntarlo en el currículum. Una mención que, según ellos, es un reconocimiento al trabajo. Y es que compaginar los estudios con clases extras y tocar en diferentes orquestas es una virtud que merece ser reconocida. Uno de ellos, Aramburu, ha formado parte de la Orquesta Álvarez Beigbeder, la Orquesta de Córdoba y de Málaga, la Joven Orquesta Bicentenario de Cádiz y por último, y en la que sigue estando intermitentemente, la Joven Orquesta de Xerez (JOX). Sin embargo, también tenía tiempo de organizar un cuarteto con su amigo Buzón, de nombre impronunciable: Apfelsaft. ¿Por qué en alemán? "Un músico tiene que aprender alemán en algún momento", indica José Luis. "Yo quiero formarme en una de las grandes escuelas de allí y por eso estoy aprendiéndolo", enlaza Íñigo. Es mejor hablar de ellos, de sus aspiraciones, de sus ambiciones... Si bien los dos se encuentran estudiando actualmente, en periodos de descanso solo piensan en seguir formándose. El Conservatorio Joaquín Villatoro crea alumnos con un hambre voraz de estudios, cursos formativos y masterclass para seguir creciendo profesionalmente. Ambos están en el primer año de un Grado Superior de Música, estrato educativo que equivale a un Grado universitario. José Luis, en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid con intención de especializarse en composición de bandas sonoras, e Íñigo está en Musikene, el Centro Superior de Música del País Vasco, en San Sebastián, con miras a ser profesor de música y miembro de una orquesta. Todo a la vez. "A día de hoy hay mucha gente que mira mal la pedagogía musical. Pero mi profesora del Conservatorio de Jerez, Begoña Roche, es mi referente vital. Es la que realmente me ha guiado y sin ella no hubiera podido ser nada. Sin ella y sin José Ramón —director del Conservatorio de Jerez—", declara el joven jerezano.

La opción de ser músicos les viene por vocación. A José Luis le entra el gusanillo de la música de pequeño por la proximidad que tiene con su tío Salvador Daza, un célebre pianista. Cuenta, entre risas, que se inició en el mundo musical tocando Susanita con las teclas negras del piano. "Mis padres vieron que yo tenía mucho talento tocando el tambor, pero elegí el clarinete, no sé por qué, pero en Jerez no hay percusión", expresa. Gracias a la profesión de su tío se desplaza a diario desde Sanlúcar a Jerez para poder asistir al Convervatorio, ya que en su ciudad natal no existe ninguna escuela de música que imparta Grado Medio. Así, poco a poco, José Luis teje un hilo entre él y la música, al fin y al cabo entre él y su futuro profesional. No le ocurrió lo mismo a Íñigo. De padres periodistas, no tiene un contacto directo con la música desde que nace. No obstante, la primera vez que asiste a un concierto en el Conservatorio Joaquín Villatoro, con diez años, marca un hito en su vida. Durante la interpretación de la orquesta de turno, un instrumento de viento llamó su atención. Dice que fue un flechazo, que se enamoró del fagot. "Mira que es feo, eh. Pero no sé, me pareció muy peculiar tanto por el sonido como por la forma", comparte. Músicos y amigos, cuentan los típicos comentarios con los que se topan al pertenecer a un mundo "competitivo" y prácticamente desconocido por el público general. "La gente dice que la música es una afición. No, pero sí", expone Aramburu. A sus 20 años, dice que solo toca bien el fagot, pero que también se atreve con otros instrumentos como el piano, la guitarra y el ukelele por afición, de ahí su anterior afirmación. "El que es músico hace muchas tonterías y busca tocar de todo. Yo me dedico al fagot, pero le habré faltado el respeto a todas las familias instrumentales, no solo a la de viento", añade. José Luis, que ahora ha dejado a un lado su bello clarinete para dedicarse más a la composición de bandas sonoras de películas o de cortos de autor —como las piezas que creó para el cortometraje mudo Création de la serpentine—, también toca otros instrumentos como el piano, el bajo, el trombón, la guitarra, la armónica, el contrabajo y cómo no, el ukelele.

Ambos destacan también la "buenísima" formación que han recibido por parte del Conservatorio Joaquín Villatoro, y que al desplazarse más allá de Andalucía, les han perseguido los tópicos que arrastra nuestra comunidad. "El Conservatorio de Jerez, que es muy humilde, ha concentrado a monstruos de la enseñanza en nuestros años de educación. En Musikene se han quedado flipados con la preparación teórica que he recibido en él, porque por tópicos, pensaban que iba mal preparado. Y la verdad es que el Conservatorio de Jerez ha hecho una labor brutal en formarnos", destaca Aramburu. "Se ha juntado la buena generación de profesores con la buena generación de alumnos", espeta su compañero. "Eso es", apostilla el jerezano.

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Claudia González Romero

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