"Jerez tiene todavía muchas joyas escondidas"

El arqueólogo Diego Bejarano, en la remozada, aunque aún inacabada plaza Belén. FOTO: MANU GARCÍA.
El arqueólogo Diego Bejarano, en la remozada, aunque aún inacabada plaza Belén. FOTO: MANU GARCÍA.

Dice que aún muchos tienen una visión del arqueólogo al más puro estilo Indiana Jones, con cazadora de cuero, látigo y sombrero, pero la realidad de estos profesionales es bien distinta, “de casco, chaleco reflectante y botas de seguridad”, cuenta uno de ellos, Diego Bejarano Gueimúndez, jerezano nacido circunstancialmente en Tenerife en 1971 y gerente de la empresa Arqueosistema, que ha participado como conferenciante en el ciclo La Ruina del Mes que con éxito lleva a cabo periódicamente la Asociación de Vecinos del Centro Histórico.

Con el título Arqueología Urbana en Jerez (2008-2010), una década de luces y sombras, Bejarano desgranó, desde su punto de vista, cómo se ha aplicado la legislación respecto al patrimonio arqueológico en la ciudad, tomando como base el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) y la Carta Arqueológica. Entre lo negativo, destaca el desmantelamiento que sufrió la unidad de arqueología de la delegación de Urbanismo a consecuencia del ERE municipal, un “paso atrás”, desde su punto de vista. Entre lo positivo, el arqueólogo apunta a que en esta década “se ha investigado muchísmo y se han averiguado cosas que antes no conocíamos”. Así, señala que “cuando yo estudiaba, se daba por sentado que Jerez tenía una fundación almohade, cuando ahora se sabe que fue califal gracias a los restos arqueológicos que se encontraron en la plaza Belén”.

Bejarano hace mención a los restos de vajilla palatina, ahora en el Museo Arqueológico, que demuestran que Jerez, en el siglo X, era una ciudad importante y con un representante del Califato de Córdoba. Sin embargo, las diferentes excavaciones arqueológicas que se han realizado hasta el momento no han sacado a la luz estructuras califales. “Hay textos escritos que nos hablan de una ciudad ya en el siglo IX, y ahora se está empezando a investigar en profundidad. Hay que definir bien todo ese periodo desde los siglos IX y X, 200 años hasta el esplendor almohade en el que Jerez que se convierte en la segunda ciudad por importancia del bajo Guadalquivir por detrás de Sevilla”.

Bejarano señala que nota entre la población “un gran desconocimiento sobre lo que hace un arqueólogo en una obra”, sobre todo porque muchas veces parece que es la persona que molesta o ralentiza una obra, si es que se desarrolla en el casco histórico, que es donde el PGOU ha establecido, a través de la carta arqueológica, una catalogación en función de estudios históricos previos dependiendo de las características históricas, artísticas y arquitectónicas de un edificio o de un lugar. En este sentido, destaca los llamados estudios paramentales, que son aquellos que aplican la metodología arqueológica en los muros. “Buscamos averiguar la fábrica y los aparejos de cada muro, ver cómo cada uno se relaciona entre sí y para conocer si unos son más modernos que otros. Si se hace correctamente, podemos conocer toda la evolución urbanística de la casa”. Así, recuerda la famosa casa de la calle Salvador en las que unas obras de sus propietarios para rehabilitarla sacaron a la luz arquerías de los siglos XIV y XVI. “La finca estaba catalogada de 1904, pero porque en su momento solo se había analizado la fachada, que en efecto es de principios del siglo XX, pero del zaguán para dentro no se había estudiado nada”.

“Joyas escondidas —como esa arquería encontrada en la calle Salvador— aún hay muchas en Jerez”, señala el arqueólogo, que recuerda que el entorno que va desde San Mateo hasta San Marcos “es auténticamente medieval. Hablamos de fincas del siglo XV, que tienen la fachada de finales de esos momentos y principios del siglo XVI, en cuyo interior tiene que haber muchísimo. Pero la evolución del propio inmueble ha hecho que se tabiquen las habitaciones, se cieguen las arquerías y no se sepa lo que hay. Todo eso llegará en el momento en el que se vaya descubriendo poco a poco, aplicando el PGOU y la Carta Arqueológica. Los arqueólogos nos encontramos normalmente con restos subterráneos, pero aquí hablamos de arcos enteros que aún están habitables”.

Entre algunas de esas sorpresas que se dan muy de vez en cuando, Diego Bejarano resalta la que se produjo durante la obra de acondicionamiento del restaurante El Chicharrón, en la plaza del Arenal, que deparó el hallazgo de varios esqueletos debajo del lienzo de la muralla. “Eso es muy interesante, porque nadie construye encima de sus propios muertos. Si la muralla es islámica y la puerta parece que puede ser almohade, ¿ese tramo de muralla que está sobre estos cadáveres de cuándo es? Aquí hay una cuestión que todavía está pendiente y es saber dónde está la ciudad califal. Debe haber tramos de muralla más antiguos. Y esos restos del siglo X tienen que tener su necrópolis, porque esa ciudad debía enterrar a sus muertos en algún lado”. En este sentido, afirma que estudios antropológicos darán más pistas sobre la edad de esos restos y no descarta “que nos llevemos una sorpresa”.

Bejarano, que considera que en Jerez “está todo por hacer”, arqueológicamente hablando, lamenta que no haya “un plan director general que jerarquice los tipos de inversores o de promotores, que analice y solicite ayudas”, y considera que el centro histórico de Jerez “tiene un gran potencial, porque tiene mucho que decir a nivel arquitectónico y urbanístico. Si bien tenemos un renacimiento propiamente jerezano y un gótico-mudéjar muy particular, la historia medieval de Jerez está aún por describir. Desde la época califal hasta la almohade hay 200 años que no sabemos nada. Luego tenemos un siglo XVIII de grandes mansiones, o los cascos de bodegas del XIX. Eso no lo tiene nadie, una ciudad en la que se combina caserío almohade, con el alcázar, las murallas y así hasta el XIX en el que conviven edificaciones neoclásicas con cascos de bodega todavía en uso… Jerez es muy especial y no hay un centro histórico como este, pero tenemos que conocer nuestras limitaciones. Ha sido siempre una ciudad mediana y compararnos con otras ciudades no conduce a nada más allá de sufrir. Hay que mirar para dentro y empezar a trabajar”.

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Jorge Miró

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