El Vía Crucis de las Hermandades de Jerez puso el punto cofrade y penitencial que anticipa aun más la Semana Santa. Es uno de los días grandes de esta Cuaresma que alcanza su sexto día y con la actividad cultual de las cofradías en plena marcha. Tarde espléndida. El sol en todo su apogeo. Lo meteorológico ayudó mucho a engrandecer el acto en sus traslados a la Catedral.
Este año la imagen elegida fue el Señor del Consuelo, que ya lo presidió hace 24 años. El salto en lo temporal y lo estético entre una y otra ocasión es abismal. Ahora la cofradía del Domingo de Ramos ha echado el resto en lo que era su responsabilidad en este evento, llevar y traer a su imagen titular.
El público fue bastante justito en las calles. También se evidenció en la Catedral, que no se llenó ni mucho menos. Es la asignatura pendiente para el Consejo que debe buscar fórmulas para conseguir mayor aceptación a este acto. Cuando se elige a una imagen con tirón devocional al asunto está superado, pero si la seleccionada no lo tiene... El atractivo que le ponen las hermandades es mayúsculo. Estas sí cumplen. No a los que va dirigida la cita. Los que no faltaron fueron cámaras y fotógrafos de toda condición. Una vez entrados en las calles del casco histórico, la estrechez de estas dieron más ambiente a la comitiva en las aceras o siguiendo el paso.
Ciertamente estos traslados se constituyen en el principal foco de atención de esta cita, pese a que el núcleo de todo esto es el rezo del Via Crucis en el primer templo diocesano. Pero una imagen y un paso o andas en la calle que lleva música, aunque sea coral o de banda tocando fúnebre, puede con casi todo.
Además, para que el Señor no volviera a la Merced con público, la hermandad se sacó un as de la manga, traer la banda que toca en el palio el Domingo de Ramos, la de la Puebla del Río, que está en el top musical cofrade por su éxito tras el Cachorro en la pasada magna de Sevilla, que tanto gustó hasta el punto de que la cofradía trianera ha prescindido de su banda de misterio de siempre y deja detrás del crucificado a esta formación musical.
El Transporte le ha echado ganas e imaginación además de iniciativa. Tanta que usaron el soberbio templete del XVIII de la Virgen de la Merced para colocarlo en una parihuela, cargada por 24 hermanos (cifra que alude al 24 de septiembre). Buscando más símbolos, la cúpula y los huecos entre los varales se adornaron con tela roja emulando el Sancta Santorum que cobija a Dios o, como definió el comendador de la Merced, el útero de la Virgen alumbrando por su Hijo. Entre varales, la tela iba recogida mientras que en la parte superior fue cubierta en los huecos que dejaban las nervaduras de la cúpula.
El estandarte de la hermandad, el tintinábulo y el conopeo, insignias basilicales, y el cuerpo de acólitos formaron ante las andas. Salió a las calles con un amplio cortejo ordenado de más de un centenar de hermanos con cera y música coral, realejo incluido, poniendo el tono solemne durante el tránsito. Un elemento que se mantuvo en secreto fue la decoración floral.
Acostumbrados a ver esta antigua y valiosa pieza rodeada de nardos cada septiembre, en esta ocasión, sobre verde, decenas de orquídeas blancas se repartían a los pies de la imagen. Unos candeleros con tulipas en su parte superior, situados en las esquinas en grupo de tres, dieron la luz de cera al conjunto.
La hermandad propuso llevar a cabo este traslado de ida el día anterior, el domingo por la tarde. La idea perseguía concitar mayor público en un día no laboral y con el ambiente propio de un domingo de Cuaresma. El lunes, la imagen ya estaría en la Catedral y el regreso podría ser más temprano al no estar sujeto a la hora de llegada del cortejo.
Esta idea no prosperó desde el obispado, tal vez entendiendo que el fin primordial de esta convocatoria del primer lunes de la Cuaresma es el acto piadoso y no los traslados. Sin embargo sí se permitió que de regreso llevará música procesional de banda. En cualquier caso, la hermandad cumplió con creces su misión con unos traslados más que dignos, sorprendiendo por las formas. Un despliegue que ha supuesto muchas horas de trabajo.
En la Catedral, el rezo del Vía Crucis fue como debe ser oración y solemnidad gracias en gran medida a la música que ofreció el organista de la Seo jerezana, Ángel Hortas. Volvió a engrandecer otro acto de corte cofrade con piezas de Morart, Bach, Brahms, Mendelssohn entre otros. Por cierto, que para la entrada del Consuelo sonó la marcha ‘¿Quién te vio y no te recuerda?’ de David Hurtado dedicada a Madre de Dios de las Misericordias.
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