El monstruo de las alcantarillas tiene forma de toallita: toneladas de atascos y miles de millones en gastos

Lo que parece un inofensivo gesto, el arrojarlas al váter, ocasiona ya serios problemas en las redes de saneamiento de toda Europa. Solo en la depuradora de Jerez, ciudad con 212.000 habitantes, se recogen 400 toneladas al año

Cientos de toallitas apelmazadas en uno de los filtros de la depuradora de Jerez.
Cientos de toallitas apelmazadas en uno de los filtros de la depuradora de Jerez.

Se han convertido en un serio problema. Colectivos ecologistas ya han dado la voz de alarma en más de una vez y cientos de ayuntamientos de toda España han hecho lo propio, ante el grave riesgo de atascos que suponen. Hablamos de las toallitas higiénicas, que de esto último tienen poco, un producto que en muchos casos ha sustituido al tradicional papel higiénico de celulosa y a las toallitas desmaquillantes. Aunque realmente el problema no es su uso, sino la actitud irresponsable de miles de personas que tras usarlas las arrojan al váter, creyendo que son completamente desechables.

No solo no lo son, sino que las que se anuncian como tal tampoco. Algunas marcas incluso indican que se desmenuzan en el agua, pero lo que no dicen es que cuando se arrojan al inodoro más de dos no solo no se disuelven al tirar de la cisterna, sino que se apelmazan, aumentando el riesgo de atascos en los sistemas de alcantarillados. La Asociación Europea de empresas de Abastecimiento y Saneamiento calcula que ocasionan un gasto de entre 500 y 1.000 millones de euros al año en toda Europa.

Estamos en la Estación Depuradora de Aguas Residuales de Jerez, que gestiona la empresa Aqualia. Aquí se depuran al día unos 45 millones de litros de agua procedentes no solo de la ciudad, también de sus diferentes barriadas rurales. Visitar estas instalaciones, que ahora cumplen 24 años, sirve para darse cuenta del verdadero problema que suponen las dichosas toallitas para la red de alcantarillas, que en Jerez suman nada menos que 700 kilómetros. Es decir, si se pusieran todos los conductos en fila, estos llegarían aproximadamente hasta Valladolid.

La cuestión es que, tras una serie de procesos de filtrado, en la depuradora se recogen anualmente mil toneladas de residuos sólidos, de los cuales, 400 corresponden a toallitas. Es decir, más de una tonelada al día. “Residuos ha habido toda la vida, y las toallitas lo que han hecho es incrementar el volumen, no el peso, porque realmente no tenemos más residuos que hace 20 años, aunque sí es verdad que las toallitas se están convirtiendo en un problema porque agrava los atascos en las conducciones”, señala José Antonio Andrades, jefe de tratamiento y calidad del agua de la depuradora jerezana.

Miles de toallitas higiénicas, en un contenedor situado en la depuradora de Jerez. FOTO: MANU GARCÍA

Una vez que tiramos la cisterna, el agua, tras pasar por los diferentes conductos de la red de alcantarillado, llega a la depuradora. El primer filtro es el llamado pozo de gruesos, donde unos barrotes impiden el paso de los sólidos más voluminosos que llegan hasta aquí. En esta primera criba ya son visibles las dichosas toallitas, que se apelmazan creando auténticas bolas, aunque Andrades señala que aquí llegan también todo tipo de objetos, desde vallas de obras hasta neumáticos, pasando por cuadros eléctricos e incluso algún animal muerto. “La gente, en lugar de hacer uso de los puntos limpios, buscan un pozo y arrojan cualquier cosa”, lamenta el jefe de tratamiento, que añade que se da el caso de personas que abren las tapas de alcantarilla para tirar bolsas de basura, en lo que es una verdadera muestra del incivismo de muchos ciudadanos.

Tras el primer filtro, el agua asciende por unos tornillos de Arquímedes hasta otras líneas de filtrado, donde hay rejillas aún más finas. Es aquí donde se recogen la gran mayoría de toallitas, que acaban en grandes contenedores que, cuando se llenan, se trasladan a la planta de Las Calandrias. Pero igualmente se filtran otra serie de objetos, que, dependiendo de la época del año o del día de la semana son más o menos numerosos. Por ejemplo, explican en la depuradora, en Semana Santa se filtran miles de cáscaras de pipas, mientras que los fines de semana lo que abundan son los preservativos, cuando precisamente en sus envoltorios se pide que no se arrojen al váter, otra buena muestra de la inconsciencia de muchos.

El último paso del pretratamiento del agua se lleva a cabo en el llamado desbaste, donde se lleva a cabo el proceso de desarenado y desengrasado. Aquí se retira la arena que llega en el agua y las grasas, y vemos cómo el agua ya prácticamente no presenta ningún residuo sólido más allá de bastoncillos de los oídos, que se retirarán en este punto. A partir de aquí, el agua seguirá su camino por diferentes decantadores hasta su total depuración, proceso que se extiende a lo largo de unas 40 horas. El resultado no será un producto potable, pero sí podrá usarse para regar o incluso para tomarse una ducha.

El pozo de gruesos, primer filtro de la depuradora, donde ya son visibles las toallitas higiénicas. FOTO: MANU GARCÍA

Ana Nevado, responsable de la explotación de la depuradora, señala que falta concienciación entre la ciudadanía para entender el verdadero problema que supone arrojar las toallitas higiénicas al váter. Por su parte, Javier Romero, responsable de las redes de alcantarillado, añade que otros muchos entienden el inodoro como un cubo de basura en el que puede arrojarse de todo, “incluso mochos de fregona”, lamenta. Estas prácticas acaban derivando en atascos que se hacen más visibles en las épocas de lluvias, cuando el agua acaba desbordándose y llegando a la superficie, inundando calles, aunque como recuerda el gerente de Aquajerez, Enrique Reina, por mucho que se desatasque, cuando caen grandes tormentas, es inevitable que los conductos no den abasto.

Otra cosa es clara. La vida útil de las maquinarias se resiente con la llegada de tantísimos residuos sólidos, indica Javier Romero, que insiste en la concienciación de la ciudadanía para que se haga un uso responsable de los inodoros. “Aquí vienen muchos colegios y a los alumnos les explicamos la importancia de que no los usen como papeleras, pero luego el papel de sus padres es fundamental, porque lo que ven en casa es lo que al final acaban haciendo”.

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Jorge Miró

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