El martes de Feria lo protagonizan los más pequeños, que copan la zona de atracciones en una jornada con descuentos especiales. El Levante llega para quedarse, aunque es moderado, de momento.

¿Qué es un martes de Feria?, dices mientras clavas en el albero tu zapato azul. Es el día de los descuentos en la zona de atracciones, o de los cacharritos para los clásicos, es decir, el de los pequeños de la casa. Y no tan pequeños. “Cinco cartones a tres euros”, vociferan desde un bingo, repleto de gente dispuesta a llevarse para casa una tostadora, una batidora o un peluche. 11, 39, 35… salen todos los números menos los tuyos y, claro, termina ganando el de al lado. Otra vez será. Un enorme perro, de la Patrulla Canina, recibe a los pequeños, les da globos y se fotografía con ellos. Los niños, encantados. También está Pocoyó y algún que otro personaje animado menos reconocible. Nubes de globos de las series de dibujos del momento aparecen por todos lados.

La explanada de los cacharritos es un hervidero de gente constante. Hay que aprovechar que los viajes son más baratos —también más cortos— y así los esquilmados bolsillos de muchos padres se pueden permitir que sus hijos prueben varias atracciones. Los coches tropezones, que no pasan de moda, conservan su esencia y, cómo no, se escapa alguna que otra canción de Camela. Es inseparable. De ahí a la casa del terror. O a la noria, desde la que se ve una panorámica de la ciudad preciosa, sobre todo cuando cae la tarde, solo apta para personas sin vértigo, eso sí. La nube pone a los más atrevidos patas arriba y la montaña rusa sube la bilirrubina al más pintado.

Los pequeños hacen cola nerviosos, ya sea para montarse en el canguro, en la olla o en una especie de toro mecánico que hace caer a la lona hasta al más hábil jinete. Las horas pasan pero la aglomeración en la explanada anexa al Hontoria no afloja. Cae la tarde, se enciende el alumbrado —hay hasta quien aplaude cuando esto sucede—y las luces de colores brillan por todos lados, atrayendo como mosquitos a los que aún tienen fuerzas para darse una última vuelta en su atracción preferida. “Ay que te como”, vocifera el Ratón Vacilón, y Tarzán le contesta con su habitual grito. “El que quiera más caña que levante la mano”, dice una atracción que se hace llamar Super Goofy. La diversión no cesa.

La zona de atracciones también es la de las tómbolas y los puestos en los que, si tienes la suficiente habilidad, puedes tener la suerte de cargar con un enorme peluche por el Real durante todo lo que queda de día. Los dardos, las escopetas feriantes —con su correspondiente desviación— o los puestos que ponen a prueba la puntería de muchos futboleros. La cuestión es echar un rato con los amigos… si los encuentras. El WhatsApp estos días pide la baja por exceso de trabajo, no da abasto. La cobertura escasea, la batería también y el agobio hace mella en los dependientes de un aparato que hasta hace poco sólo servía para hacer llamadas. Qué tiempos aquellos…

El martes no es solo el Día del Niño, también es el día del Levante. El temido viento hace acto de aparición a mitad de Feria y, aunque no con tanta fuerza como se esperaba, llega a incomodar por momentos. Los remolinos despeinan a más de uno, se cuelan en las tortillas de otros y provocan comentarios airados de todos. “Ya saltó el Levante”, que pone las melenas al viento, y también los volantes de los trajes de flamenca. Una conocida saluda desde un coche de caballos, los cacharritos se cambian por los rebujitos y el arte empieza a brotar en muchas casetas. Las de las peñas hay que visitarlas sí o sí. “Qué ganas tenía de verte, cuánto tiempo sin saber nada de ti…”, se arranca una cantaora. La letra cada uno se la dedica a quien quiere. Esta es la semana de los encuentros, de las paradas cada pocos metros para saludar a quien no ves el resto del año, de los besos y abrazos por doquier. De olvidar las penas un rato. ¿Qué es un martes de Feria? ¿Y tú me lo preguntas?

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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