Cuatro aprendices de cocina de distintas escuelas españolas participan en un concurso gastronómico en el que prima el uso del condimento jerezano.
La propuesta ere simple de exponer, pero difícil de llevar a cabo. Y más, si uno de los miembros del jurado es nada menos que el presidente del Consejo Regulador del jerez, Beltrán Domecq: aunar la originalidad de una propuesta culinaria sabiendo potenciar el uso del vinagre de Jerez.
Las cocinas de la Escuela de Hostelería de Jerez volvieron, una vez más, a parecerse al plató de Master Chef. Cámaras, periodistas y curiosos no quisieron perderse la pericia a los fogones de cuatro jóvenes aprendices de cocineros de diferentes escuelas de la geografía española, en el marco del concurso Cocina con esencia, jóvenes con talento y vinagre de Jerez, organizado por el Consejo Regulador.
A contrarreloj, Alicia Flores, extremeña de 23 años y de la Escuela de Hostelería de Mérida, prepara unos raviolis rellenos de perdiz con salsa de calabaza y azafrán. Ha llegado hasta aquí después de pasar una criba en su escuela, cautivando al jurado con el mismo plato que ahora elabora en Jerez. Afirma que, desde muy pequeña, tenía clara su vocación: “Mi madre, con tres o cuatro años, me daba un huevo y un puñado de azúcar para que me entretuviera, así que lo mío venía de serie”, bromea mientras termina de cocer las planchas de los raviolis. El vinagre lo emplea en el escabeche y afirma que lo suele usar en salsas e incluso postres. “Tiene más usos del que normalmente conocemos”.
El representante de la provincia viene de El Puerto, del IES Juan Lara. Cristian Castro, de 28 años, es el más veterano del concurso. Considera que a pesar de ser de la tierra, y con ello conocer mejor el vinagre de Jerez, no parte con ventaja con respecto a sus rivales. Su plato, un atún encebollado en tataki, busca sorprender al jurado. Utiliza el vinagre de Jerez en el encebollado, así como otro de Pedro Ximénez en la maceración para darle un punto dulce. Reconoce que el boom de la cocina, que ha venido ligado a los concursos de televisión, ha influido en que muchos jóvenes se hayan embarcado en el siempre difícil y competitivo mundo de la hostelería, aunque afirma que no es su caso. Su objetivo en el futuro es trabajar en un restaurante “en el que se coma bien”.
El tiempo pasa para cada uno de los jóvenes. En la cocina, los miembros de la organización van señalando los minutos que van restando antes de que tengan que presentar al jurado sus platos. Los cocineros ponen mucho esmero en el emplatado. La originalidad no debe faltar, porque si bien un plato se saborea, primero tiene que entrar por los ojos.