Como cada verano, el jardín de La Luna Nueva acoge los encuentros literarios que organiza la Fundación Caballero Bonald. Este año visitarán el jardín de la librería: Benjamín Prado (9 de julio), Luis García Montero (16 de julio) y Almudena Grandes (30 de julio). La noche del lunes Benjamín Prado nos habló de su última novela, Los treinta apellidos (Alfaguara, 2018), acompañado por Miguel Ángel Jarquín. Estos diálogos con los escritores están organizados de forma conjunta por la librería La Luna Nueva y la Fundación Caballero Bonald. “No hace falta ser académicos”. Son tardes para disfrutar y acercarse a los escritores, recordó Josefa Parra.

Miguel Ángel Jarquín nos explicó cómo llegó a la obra de Benjamín Prado. Fue a través del poeta Ángel González. Miguel Ángel se inició en la lectura con la poesía, “algo atípico”. Lo primero que recuerda haber leído es un poema épico de Gaspar Núñez de Arce. Después de pasar por el teatro clásico, volvió a las lecturas juveniles, con 13 o 14 años. Hasta que en los años noventa se topó con un poema de Ángel González. Y se sumergió en los versos de Ángel, de Luis García Montero… Hasta que de la mano de estos autores apareció la poesía de Benjamín Prado.

Miguel Ángel subrayó que es la faceta que más le gusta del escritor. El primer libro suyo que leyó fue Marea humana, y le pareció el poemario “con mayor cohesión” de los que había leído hasta entonces. Luego vendrían más libros de poesía, los aforismos y las novelas. Nos reconoció que llegó muy tarde a la faceta de novelista de Benjamín. Con los ojos de un lector de poesía, Miguel Ángel fue descubriendo una narrativa heterodoxa, llena de lirismo y de agudeza aforística. Por eso nos animó a disfrutar “la poética de su prosa”.

Gran parte de lo que hacemos es una pelea contra la brevedad de la vida, para dejar alguna huella en el mundo

“Tengo mi casa en Rota, mi casa de verdad… Porque en ningún sitio soy tan feliz como aquí, en Cádiz”. Benjamín Prado nos contó que la primera vez que vino a Cádiz fue gracias a su maestro, Rafael Alberti. De él aprendió algo muy importante: su convicción de que la literatura es belleza, inteligencia… y también entretenimiento. Tenemos necesidad de contar historias, de que nos cuenten historias, incluso tenemos necesidad de que nuestra historia sea contada. Somos seres perecederos, nos morimos, y para no tener que estar pensando en ello constantemente hemos inventado los libros, las películas, los discos y los cuadros.

“Nos gusta que nuestra historia se cuente… Y gran parte de lo que hacemos es una pelea contra la brevedad de la vida, para dejar alguna huella en el mundo”. Este es el origen de la creatividad y de la cultura según Benjamín Prado.

 

Para Alberti “la literatura tenía una importancia civil”, nos recordó Benjamín. Además de hacer una campaña política en verso, creó un personaje, Juan  Panadero, que hablaba por él. Cuando llegaba a un pueblo, se informaba sobre las necesidades reales de los vecinos y escribía un “poema urgente”. Benjamín Prado ha creado a Juan Urbano, el protagonista de esta serie de novelas, como homenaje a ese Juan Panadero de Alberti.

Benjamín Prado durante su charla en el jardín de La Luna Nueva. FOTO: MANU GARCÍA.

Decía Balzac que “las novelas cuentan la historia privada de los países”. Y eso es lo que pretende con estas novelas protagonizadas por Juan Urbano. Se trata de narrar cómo los grandes acontecimientos históricos afectaron a la vida cotidiana de la gente, las personas de carne y hueso. Los treinta apellidos es el cuarto volumen de la serie, que constará de diez. El objetivo que se ha propuesto es contar diez episodios de nuestra Historia más o menos reciente y reflejar cómo nos afectan hoy en día.

Quiere que “cada una de las novelas tontee con un género”, que tengan algo de novela de espías, histórica, negra, de piratas… Y que estén contadas en dos planos: uno histórico, lo que ocurrió en un momento determinado, y otro actual, “lo que ha influido eso en la gente de ahora, que es desde donde se cuenta la historia”.

La primera novela de la serie fue Mala gente que camina (Alfaguara, 2006). Hablaba del asunto de los niños robados. Era una novela histórica, “aunque muchos dijeron que me lo estaba inventando”. Después vino Operación Gladio (Alfaguara, 2011), que hablaba de la Transición, de por qué hay monumentos a dictadores, de quiénes eran los ganadores y los perdedores… Era una novela de espías.

Y llegó la crisis: Juan Urbano la sufre en sus propias carnes. Lo narra en Ajuste de cuentas (Alfaguara, 2013), una novela negra. La cuarta entrega es una de piratas, de aventuras. Los treinta apellidos es la novela con la que uno siempre sueña, como escritor y lector, una novela de esas “que te convierten en lector, que conforman tu imaginación, que te forman como persona…”, explicó Benjamin Prado. “No hay escritor en este mundo que no sueñe con escribir una novela de ese tipo, o al menos con intentarlo”.

Hoy los piratas ya no van con un alfanje en la mano, sino con un maletín

Los piratas actuales son diferentes, claro: “Hoy los piratas ya no van con un alfanje en la mano, sino con un maletín”. Caminando por El Masnou, cerca de Barcelona, Benjamín observó varios palacetes de indianos. Entonces se preguntó cómo habían logrado esas gentes reunir semejantes fortunas en el siglo XIX. Eran traficantes de personas, “negreros”. La familia que protagoniza la novela es catalano-gallega, dos lugares de la península donde había ese tipo de comercio con Guinea Ecuatorial.

Hay dos personajes reales, uno en cada rama de la familia, los demás son inventados. Por la parte catalana, Joan Maristany, que por error visitó y arrasó la Isla de Pascua. Por la parte gallega, Urbano Feijoo Sotomayor, que fundó un compañía para repoblar Cuba con gallegos… Europa quería cada vez más azúcar, los ingenios azucareros debían producir a pleno rendimiento y a bajo coste.

En la novela el autor se plantea si los apellidos determinan la conducta de las personas. Ya en la actualidad, Juan Urbano recibe el encargo de reconstruir una de esas biografías que ocultan secretos al otro lado del Atlántico... Debe ir a Cuba a buscar a los descendientes de Joan Maristany, tatarabuelo de un rico diletante catalán. Juan Urbano tiene una empresa que escribe biografías a la carta. Le toca investigar a familias que hicieron mucho dinero y luego lo invirtieron en ferrocarriles, en Cataluña, o en el transporte de mercancías y emigrantes, en Galicia…

En la narración salen a la luz los viejos mecanismos para acumular riquezas, la explotación y la esclavitud, no tan distintos de los actuales, salvando las distancias, claro. “Hay muchas cosas que hemos hecho bien y muchas cosas que hemos hecho mal. Somos seres contradictorios. Sin embargo, no hemos conseguido aprobar la asignatura de la igualdad”. Y la próxima novela, una de amor, o de fantasmas…

Sobre el autor:

juan carlos gonzalez

Juan Carlos González

Filósofo

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