Todo es pasajero, todo lo humano será ruina

El profesor de la universidad neoyorquina de Columbia e improvisador musical Wade Matthews imparte en el Museo Arqueológico de Jerez la conferencia 'La música y las ruinas. ¿Vanitas sonoras?'

El profesor Wade Matthews. FOTO: MANU GARCÍA
El profesor Wade Matthews. FOTO: MANU GARCÍA

Alejandro Rojas-Marcos, profesor de piano en el conservatorio, explicó cómo surgió la idea de esta charla. “Me acordé de un artículo de Wade Matthews sobre la música y las ruinas, sobre la permanencia o no del arte y los objetos musicales, algo bastante complejo, pero muy sugerente. Era como abrir una ventana a otro lugar, una reflexión rica y erudita. Y pensé que era algo muy interesante para tratar aquí.” Así que, aprovechando la gira de conciertos que está ofreciendo Wade (Jerez, Sevilla, Cáceres, Lisboa, Oporto…) le propuso esta conferencia. Wade Matthews, profesor de la universidad neoyorquina de Columbia, es “una de las personas que ha formado la escena de la improvisación libre musical en España, la primera generación de músicos experimentales de nuestro país”, subrayó Alejandro. Ha dirigido ciclos de conciertos durante veinte años en Madrid. Además ha colaborado con otras artes escénicas y ha reflexionado sobre todo ello. Es compositor, improvisador y escritor.

A Wade Matthews le ha interesado sobre todo hacer música, pero también reflexionar sobre ella y establecer relaciones que le abran nuevos caminos. Crea, experimenta, observa y escribe. Busca conceptos que le permitan mapear nuevos terrenos, es decir, trasladar una estructura de un ámbito a otro. Al aplicar una estructura a un conjunto de datos diferentes, vemos lo que conseguimos atrapar y lo que se nos escapa. “Cuando ves dónde falla una metáfora, has descubierto algo”. Las metáforas espaciales no explican bien los procesos temporales de la música, por ejemplo. Wade Matthews escribió un texto para una revista alemana en el que comparaba la música con los trapos de cocina, después con los dados y por último con las huellas. Luego le pidieron desde una publicación de arte un artículo relacionado con las ruinas.

El título de la charla era La música y las ruinas. ¿Vanitas sonoras?. Wade Matthews comenzó analizando el significado de los vanitas, esos cuadros del Barroco en los que se reflexiona sobre el carácter efímero de los placeres, el poder y el conocimiento. Todo es pasajero. Tenemos que ser humildes y disfrutar de nuestro breve paso por el mundo. También analizó los cuadros de ruinas. La naturaleza creada por Dios es eterna, pero nuestras obras desaparecerán. Todo lo humano será ruina. El tiempo lo aniquila todo. “Un edificio es un conjunto de materiales ordenados en el espacio. Las ruinas son esos mismos materiales, pero desordenados”. ¿Qué ocurre con la música? “La música es el sonido ordenado en el tiempo.” El ser humano quiere que sus obras perduren en el tiempo, pero lo que permanece es la ruina. ¿Cómo puede permanecer una obra musical a lo largo de tiempo? El edificio es material, pero la música es vibración. El gran desafío es conseguir que la música permanezca.

Wade Matthews en un momento de la conferencia. FOTO: MANU GARCÍA

Wade Matthews mostró cómo hemos intentado, a través de los sistemas de notación y los diferentes sistemas de registro, conservar las obras musicales, los sonidos y las experiencias. Las notaciones no captan toda la experiencia musical. Desde el siglo VI hasta la actualidad, los sistemas de notación han pretendido transmitir contornos melódicos, ritmo, contrapuntos… El lenguaje posibilita la expresión y la reflexión, pero también las limita. Y es algo que también ocurre con las notaciones musicales. La notación musical sirve muy bien para el ritmo y las alturas melódicas. “Y esto nos lleva a pensar que lo más importante en la música son las duraciones y las alturas… Algo muy occidental y arraigado en el tipo de notación que utilizamos”. Son los valores que se pueden ordenar (para evitar la ruina, el desorden). Sin embargo, no podemos ordenar ni cuantificar el timbre, ni anotarlo en un papel… ¿Para qué sirve la notación? ¿Para comunicar las ideas del músico? ¿Para decirle al músico cómo tiene que tocarlo? ¿Es el lenguaje que utiliza el músico para sus reflexiones? “Lo que sí sabemos es que no logra comunicar toda la información que hace falta para saber cómo suena una composición.” Tampoco sabemos exactamente cómo sonaban algunos instrumentos, aunque conservemos uno y lo tengamos en nuestras manos. Sabemos muy poco de la práctica… Hacemos una interpretación del pasado desde nuestro presente. Nos falta mucha información. “No se puede comunicar todo con la partitura”.

Y llegaron las grabaciones, las analógicas y las digitales. “La experiencia musical no es una mera secuencia de notas.” A la hora de grabar un concierto de piano, no es lo mismo colocar el micrófono en el instrumento que en medio del público, con las resonancias, el ruido de fondo… No captamos los gestos del intérprete, las intenciones… Ver al músico nos ayuda a entender lo que está ocurriendo. La grabación analógica tiene sus limitaciones. No registra ni lo muy alto ni lo muy bajo. Hay que comprimirlo. Tampoco puede evitarse el soplido, el fondo de microondas del universo… Otro de los problemas son las copias de copias: van ganando ruido y perdiendo precisión.

La grabación digital, otro intento de inmortalizar la música, también contiene su ruina. La grabación digital utiliza números, unos y ceros, para codificar la información, de forma discreta. Ya no hay analogía. La digitalización conlleva también una pérdida de información. Mientras que en lo analógico una onda hace vibrar una membrana con una onda similar, en lo digital solo hay números que miden de forma discontinua. Esta medida genera ruidos, desfases y distorsiones. A pesar de los grandes avances en digitalización, todavía no es una grabación perfecta. Y luego viene la degradación física de todos los soportes digitales y la obsolescencia de los aparatos. La ruina acecha por todos los lados, aseguró Wade Matthews

Para terminar escuchamos algunos fragmentos de una obra del compositor estadounidense Alvin Lucier, que aprovecha todas estas degradaciones analógicas. Graba su voz, la reproduce y lo vuelve a grabar. Realiza unas 20 veces el proceso. Son copias de copias de copias. Hay dos distorsiones: la que se produce por grabar lo grabado; y las generadas por las longitudes de onda y las resonancias de la sala. La obra dura 45 minutos y se titula I am sitting in a room. La voz del músico termina convirtiéndose en un pitido, nada más. Una ruina.

Sobre el autor:

juan carlos gonzalez

Juan Carlos González

Filósofo

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