La importancia histórica de Pauline Viardot (1821-1910) es grande desde varios puntos de vista: fue una de las cantantes de ópera más prestigiosas en las décadas centrales del siglo XIX; sería una de las favoritas de los mejores compositores que pensaron no pocas veces en su voz al construir determinados personajes; fue depositaria, junto a su hermana María Malibrán, de la técnica vocal construida por su padre, el tenor sevillano Manuel García, que sentó las bases de la que desarrollarían los belcantistas Rossini, Bellini y Donizetti; fue compositora competente aunque apegada a los modelos de los autores que se acaban de señalar; y, por último, sería difusora de la cultura hispánica en París, contribuyendo a la fabricación romántica de la imagen de España desde su casa del Barrio Latino.

Como autora, su obra más reconocida es la que se ha interpretado en esta función del Teatro Villamarta. Es admirable el mantenimiento de la actividad de Pauline Viardot a una edad en la que podría simplemente haberse sentado a disfrutar de la cosecha de su brillante trayectoria profesional. Ella había cumplido ya los 83 años cuando Cendrillon fue estrenada el 23 de abril de 1904 en su salón parisino, desde el que promovía iniciativas culturales de gran influencia. Las condiciones de ese espacio propiciaron que el formato de la opereta fuese de cámara, para siete solistas con acompañamiento de piano y una duración de algo más de una hora. Es probable que aunque su presentación en público no se produjo hasta 1904, la pieza ya estuviera compuesta con anterioridad, quizás después 1883, tras el fallecimiento de su amigo el escritor Iván Turgueniev, ya que ella misma se encargó de realizar el libreto en vez de contar con él como había sido habitual.

La encantadora opereta adapta el célebre cuento de Charles Perrault de un modo bastante exacto, incidiendo en lo más liviano de la trama hasta el punto de perder profundidad dramática con respecto a lo logrado por otros compositores que utilizaron el mismo tema: Nicolas Isourad (Cendrillon, 1810), Gioacchino Rossini (La Cenerentola, 1817) y Jules Massenet (Cendrillon, 1899). Los parentescos musicales son eclécticos, resultado de la relevante situación de su autora en el epicentro de la actividad cultural parisina. Los tiene con la ópera rossiniana, de la que Viardot fue una reconocida intérprete; también se pueden detectar elementos de su contemporáneo Massenet, autor asimismo incluido en su repertorio; y de otros autores con los que ella tuvo vínculos como Berlioz, Gounod o Meyerbeer.

El reparto de la función jerezana fue homogéneo y muy bien concertado por el director musical y pianista acompañante Francisco Manuel Soriano, competente en su cometido. El conjunto se mostró eficaz, más en las partes cantadas que en las habladas, traducidas del original francés al castellano, con un controlado trabajo actoral que fue esencial en el éxito de la velada y en la defensa elocuente de los valores de la música de Pauline Viardot.

En esta representación se ha optado por alargar la duración original de la obra, de poco más de una hora, con la inclusión de una serie de piezas en la escena de la fiesta del segundo cuadro, al modo que suele hacerse en Die Fledermaus de Johann Strauss hijo o en Bohemios de Amadeo Vives. En esta ocasión se interpretaron dos Mazurcas de Fryderyk Chopin en las versiones para canto y piano realizadas por la propia Pauline Viardot, lo que trasladó al espectador a una evocación del primer encuentro parisino entre ambos músicos en 1839, propiciado por Georges Sand, que inauguraría una sólida amistad y una fructífera colaboración artística. La primera fue cantada a dúo por las dos hermanas de Cendrillon y fue utilizada hábilmente para escenificar las disputas entre ellas por conseguir los favores del supuesto príncipe. La segunda sirvió para desarrollar un poco más el importante personaje del hada (La Fée). Entre ambas mazurcas se interpretó el Vals de Juliette (Je veux vivre) de Romeo et Juliette de Charles Gounod por parte de la soprano ligera Shachika Ito, en el que mostró su facilidad en la coloratura y su generoso registro agudo, a pesar de algún pasaje dubitativo en la parte final del aria. Su retrato de Cendrillon, sensible y delicado, fue excelente, sostenido por un legato hábil, una cuidada línea vocal y un sonido muy bello que sobresalió especialmente en el dúo de su encuentro con el príncipe.

La también soprano Susana Casas encarnó a la Fée, el hada, de modo sobresaliente, con un fraseo nítido, un registro agudo brillante y un buen manejo de los reguladores, lo que le permitió crear frases muy bellas. Por otra parte, el tenor lírico-ligero Alain Damas, como el Comte Barigoule, demostró un notable dominio de un personaje que ya ha interpretado en bastantes ocasiones, con una voz de color claro, correctamente proyectada, y con un bien dibujado enfoque dramático. Al igual que el Dandini en La Cenerentola de Rossini, es el ayudante de cámara del príncipe, que se hace pasar por éste para poner a prueba la sinceridad de las hijas del Barón de Pictordu, por lo que su prestación es clave en la obra.

El barítono David Lagares imprimió al Barón de Pictordu la necesaria mezquindad y carácter ridículo a través de un canto e interpretación variados, en el que su potente voz y bello timbre casi desmentían el carácter negativo del rol. El tenor ligero Francisco Gracia Bravo como el príncipe mostró un buen dominio de los reguladores y un fraseo elegante y expresivo que convenían a su parte. En los diálogos hablados, sin embargo, fue menos eficaz. Como las hermanastras de Cendrillon, la soprano Aurora Galán y la mezzo Carolina Gilabert, se integraron muy bien con David Lagares en el bloque malvado y cómico de la obra. Sus actuaciones fueron divertidas y ayudaron a resaltar la nobleza del personaje principal, además de mostrar una ortodoxa línea de canto.

La puesta en escena utilizó con eficacia recursos sencillos, básicamente una combinación de telones alargados con la pintura de un paisaje nevado en el que destacaba un castillo similar al Alcázar de Segovia, resaltado por una expresiva iluminación. Pocos pero suficientes elementos corpóreos ayudaban a situar la acción, completados por un vestuario que pretendía ser contemporáneo al del estreno de la opereta, como si asistiéramos a un primer ensayo de la representación. En conjunto, la sencillez visual fue acorde con el espíritu de la obra, que se presentó como un sueño de Cendrillon evocado en luces de tonos azules, sueño del que despertó justo al final de la función.

Cendrillon (Pauline Viardot García). Viernes 16 de febrero de 2018. Shachika Ito (Cendrillon), Susana Casas (La Fée), Alain Damas (Le Comte Barigoule), David Lagares (Barón de Pictordu), Francisco Gracia Bravo (Le Prince Charmante), Aurora Galán (Maguellone de Pictordu), Carolina Gilabert (Armelinde de Pictordu). Francisco Manuel Soriano (dirección musical y piano). Javier Andrade Córdova (dirección de escena e iluminación). Producción del Festival de Música Española de Cádiz (Agencia Pública de Instituciones Culturales de la Junta de Andalucía) y Ópera de Cámara de Sevilla. Producción ejecutiva: GNP producciones, con la colaboración de Asociación cultural “TU KULTURA”. Coordinación general: Francisco Soriano. Asesor artístico, documentalista: Andrés Moreno-Mengibar. Vestuarios: Lorena Elisa Villacís. Traducción del libreto: Carmen Torreblanca. Asistente de Utillería y vestuario: Sebastián Ramos. Personal: Técnicos de la Agencia Pública de Instituciones Culturales.

Sobre el autor:

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Joaquín Piñeiro Blanca

Profesor Titular de la Universidad de Cádiz. Departamento de Historia Moderna, Contemporánea, de América y del Arte.

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