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La ingenuidad de este país no tiene límites. Esta nación se ahoga en imponderables.

Los enemigos de la libertad no hacen más prisioneros que aquellos que se han rendido. Vivimos unos días donde la corrección política eleva a dogma cualquier majadería. 

La ingenuidad de este país no tiene límites. Esta nación se ahoga en imponderables. Las espadas flamígeras contra la corrupción son de juguete y están empuñadas por traidores. Las homilías ateas de la jauría política (y sus adláteres propagandísticos: opinión publicada, en tuit al vacío, vendida al fresco como comunicacional dogma científico) para con los asnos son predicadas por fantasmas en plasma.

En el reparto del desastre tocamos a más de lo que nos correspondió en su día en el reparto de beneficios. ¿Qué parecemos? Una sociedad jactada de sí deglutiendo sus excedentes. A toro pasado la melodía del silencio pesa como un mal chiste o una calumnia indigesta. Examinamos los posos en el fondo de la taza de café como un cafeomante. Nuestra estructura sociopolítica está obsoleta. Así pues, espero, compañero, que nuestras acciones prediquen con el ejemplo. Todos somos interdependientes en este mundo nuestro: ninguno de nosotros, desgraciadamente, puede ser dueño de su destino por sí solo.

Sobre el autor:

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Daniel Vila

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