Mozart revisitado

Reseña de 'Las bodas de Fígaro', la función inaugural de la temporada lírico-musical 2019-20 del Teatro Villamarta

 Un momento de la representación de 'Las bodas de Fígaro' en la adaptación de Paco Mir.
Un momento de la representación de 'Las bodas de Fígaro' en la adaptación de Paco Mir.

Las Bodas de Fígaro (Le Nozze di Figaro), de Wolfgang Amadeus Mozart. Teatro Villamarta, sábado 5 de octubre de 2019. Guillem Batllori (Fígaro), Montserrat Seró (Susana), Marco Moncloa (Conde de Almaviva), Lola Casariego (Condesa de Almaviva), Mar Esteve (Cherubino y Marcellina), Xavi Fernández (Bartolo), Francisco J. Sánchez (Basilio). Trió Jazz: Guillem García (piano), Keke Martín (contrabajo), Adrià Claramunt (batería). Jaume Vilaseca (adaptación y dirección musical). Paco Mir (dirección escénica). Jordi Bulvena (escenografía y vestuario). Joan Delshors (iluminación). Vania Produccions (producción ejecutiva en colaboración con el Conservatori del Liceu).

Una singular versión jazzística de Le nozze di Figaro de Wolfgang Amadeus Mozart, sobre el excelente libreto de Lorenzo da Ponte, ha sido el vehículo para la inauguración de la temporada lírico-musical 2019-2020 del Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera. La apuesta era arriesgada pero, en términos generales, los resultados han sido óptimos. Esta obra capital del repertorio operístico, basada en la pieza de Pierre-Augustin de Beaumarchais Le mariage de Figaro ou la folle tournée, fue compuesta entre 1785 y 1786, en un contexto en el que eran inimaginables los sonidos que podrían extraerse de un acompañamiento instrumental a cargo de un trío de jazz, tan asociable al siglo XX, como el que se ha previsto en este experimento. El canto se ha mantenido relativamente fiel al original pero la nueva forma de concebir el acompañamiento muestra una lectura obviamente diferente y atractiva para aquellos oídos libres de prejuicios y que, tras haber escuchado esta genial partitura infinidad de veces, encuentran aquí un nuevo modo de acercamiento.

Los trabajos de Paco Mir en la dirección escénica y de Jaume Vilaseca en el de la adaptación musical son excelentes. La elección de Le nozze di Figaro para un montaje de estas características es acertada por el dinamismo de la acción, la variedad en la caracterización de los personajes, la aguda crítica social que esconde y, desde luego, la genialidad de su música. Estrenada en Viena el 1 de mayo de 1786 bajo la dirección del propio compositor, ha sido considerada con justicia como una de las cimas creativas de su autor y una de las óperas más trascendentales de la historia. Con ella se inició la fructífera colaboración entre Mozart y Da Ponte, de la que resultaron tres obras maestras del género: la que nos ocupa ahora, además de Don Giovanni y Così fan tutte. Es decir, que estamos ante palabras mayores.

Por otra parte, la vigencia del contenido de la obra sigue siendo grande, a pesar de la lejanía temporal, ya que pone en crítica el Antiguo Régimen y defiende los valores de la revolución burguesa, el germen de los actuales sistemas políticos democráticos. La comedia de Beaumarchais en la que está basada fue conocida en toda Europa por el escándalo que desató y las prohibiciones y censuras que las casas reinantes impusieron, preocupadas por el discurso revolucionario que transmitía. Esta comedia era la segunda de una trilogía sobre el conde de Almaviva y su sirviente Fígaro. La primera, Le barbier de Séville ou la précaution inutile (1775), trata sobre la ilícita persecución por parte del noble español de Rosina, pupila del doctor Bartolo. Tanto Giovanni Paisiello como, más adelante, Rossini hicieron sendas óperas bufas que se basaban en ella. Le mariage de Figaro ou la folle journée (1784) acontece tres años después, cuando el conde ha puesto los ojos sobre la prometida de Fígaro, Susanna, que está el servicio de la condesa Rosina. La última, L'autre Tartuffe, ou La mère coupable (1792), trata de los amores de la condesa Rosina con el paje Cherubino, con quien tiene un hijo ilegítimo.

Mozart llegó a escuchar el Barbier de Paisiello en 1783, en el Burgtheater de Viena. El deslumbrante éxito de la obra despertó su interés por el teatro de Beaumarchais y propició la elección del tema del primer proyecto conjunto con Lorenzo Da Ponte, el escritor italiano recién llegado a Viena. El libreto estuvo preparado en julio de 1785. Por las no siempre fiables memorias de Da Ponte sabemos que la idea fue de Mozart, algo probable porque sintonizaba con el mensaje de la obra. En todo caso, permitió que fuese Da Ponte, como poeta oficial de la corte vienesa nombrado por Salieri, quien justificara ante el emperador José II de Habsburgo la elección de un asunto tan arriesgado. Da Ponte eliminó cuidadosamente los elementos más contestatarios del texto de Beaumarchais (como el juicio que cuestionaba el sistema judicial del Antiguo Régimen y el discurso de Fígaro sobre la libertad de prensa) por lo, finalmente, el emperador, siempre cuidadoso con proyectar una imagen de sí mismo tolerante, concedió licencia para representarla como ópera, a pesar de estar prohibida como obra de teatro. No obstante, el mensaje matriz se conservó envuelto en sonrisas y cortesía elegante.

Por ello, cuando Fígaro conoce las pretensiones del conde de Almaviva con su novia Susanna, en vez de enfadarse e insultar se limita a cantar Se vuol ballare, signor contino ('Si quiere bailar, señor conde') y ofrecerse a acompañarlo con una guitarrita. Hay aspectos de la obra original que también atraían Mozart: su abundante comicidad, ingeniosos juegos de palabras, humor visual basado en un ágil movimiento escénico, y un enorme potencial musical. De hecho, la misma obra teatral precisa música en cinco momentos diferentes (uno de ellos se convirtió en el Voi che sapete de Cherubino del segundo acto, y otro al final del tercer acto) y hay otras dos ocasiones en que aparecen canciones populares.

Con tan rico material es difícil no lograr una representación atractiva de Le nozze di Figaro. La propuesta escénica de Paco Mir es sencilla en medios pero ingeniosa, alegre y luminosa, subrayando la vertiente más chispeante e irónica de la obra. El equipo de cantantes se suma adecuadamente a este tono, con solvencia canora y destreza actoral, especialmente Francisco J. Sánchez, el tenor que encarna a Basilio y al director del hipotético ensayo de la obra, un juego que permite que vaya narrando la trama para que sean comprensibles los fragmentos musicales que se van ofreciendo a lo largo de la función. Realmente se termina convirtiendo en el principal protagonista de la función, desplazando a los personajes que centran la acción a un relativo segundo plano.

El extenso y complejo rol de Fígaro, aquí bastante aligerado, fue interpretado por el barítono Guillem Batllori, que dejó escapar en parte las posibilidades expresivas de dos de sus arias: Se vuol ballare y Non più andrai (ya que Aprite un po’ fue omitida en la selección musical). El peso que planea sobre los intérpretes es grande ya que los referentes en este papel son múltiples y muy prestigiosos: Cesare Siepi, Giuseppe Taddei, Rolando Panerai, Renato Capecchi, Samuel Ramey, Bryn Terfel, Ildebrando D'Arcangelo y Erwin Schrott. Afortunadamente, Axier Sánchez no ha olvidado estos modelos en su solvente prestación, en la que ofreció una voz bien timbrada y redonda.

El muy agradecido papel de Susana ha sido el que ha quedado más desdibujado en esta adaptación. No obstante, fue dignamente encarnado por la soprano Montserrat Seró, que perdió una magnífica oportunidad de brillar en la no incluida aria Deh vieni non tardar. De nuevo, los antecedentes interpretativos del personaje tienen su influencia (Hilde Gueden, Suzanne Danco, Anna Moffo, Mirella Freni, Lucia Popp, María Bayo, Isabel Rey, Anna Netrebko y Olga Peretyatko), sin que esto haya significado una reproducción literal de alguno de estos modelos.

El barítono Marco Moncloa encarnó al Conde de Almaviva en una línea menos seria que la de ilustres predecesores como Eberhard Wächter, Dietrich Fischer Dieskau, Thomas Allen o Thomas Hampson. Su mejor momento estuvo en Hai già vinta la causa, en la que se aligeró el tono pomposo del momento.

Lola Casariego, que desde no hace demasiado tiempo pasó de la cuerda de mezzo a la de soprano, fue la condesa de Almaviva, un rol que siempre ha atraído a las cantantes más importantes (Renata Tebaldi, Victoria de los Ángeles, Elisabeth Schwarzkopf, Lisa Della Casa, Teresa Stich-Randall, Gundula Janowitz o Kiri Te Kanawa). Las dos grandes perlas del personaje, las arias Porgi amor y Dove sono, fueron los momentos culminantes de la prestación de Casariego. Especialmente bello el inicio de la segunda con el acompañamiento exclusivo del contrabajo.

Mar Esteve fue Cherubino y (a ratos) Marcellina. El joven enamoradizo ha sido un personaje muy querido por mezzo-sopranos líricas de diverso carácter (Giulietta Simionato, Fiorenza Cossotto, Teresa Berganza, Tatiana Troyanos, Frederica Von Stade, Anne Sophie Von Otter, Cecilia Bartoli y Joyce DiDonato). Con una voz muy ligera y de emisión algo entubada, Mar Esteve concentró sus esfuerzos, como era de esperar, en sus dos contribuciones más destacadas: las arias Non so più y Voi che sapete, aunque en la segunda hubo un largo desajuste entre la cantante y sus instrumentistas acompañantes que provocó desconcierto.

Muy adecuado el barítono Xavi Fernández (Bartolo). A pesar de que su personaje sólo tiene asignada un aria, su particella fue importante en las escenas de conjunto.

La parte más novedosa desde el punto de vista musical estuvo en la relectura en clave jazzística del acompañamiento instrumental a cargo de Guillem García (piano), Keke Martín (contrabajo), Adrià Claramunt (batería), que procuraron estar atentos a las necesidades de los cantantes aunque no siempre las lograran atender. Se permitieron algunos juegos divertidos como el de interrumpir la reposada Canzoneta sull’aria con una exhibición abrupta del batería.

Naturalmente, el original de Mozart está a años luz de lo aquí ofrecido, pero esta forma distinta y más informal de presentar un clásico incuestionable e imprescindible como Le nozze di Figaro puede tener un amplio recorrido pedagógico entre el público que se inicia en el apasionante universo de la ópera. De hecho, en la sala había gran cantidad de jóvenes que, por lo que se podía deducir en sus calurosos aplausos, disfrutaron de la propuesta. Por lo tanto, ha sido una feliz idea la de programar esta producción en la nueva temporada lírico-musical que ahora se inicia.

Sobre el autor:

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Joaquín Piñeiro Blanca

Profesor Titular de la Universidad de Cádiz. Departamento de Historia Moderna, Contemporánea, de América y del Arte.

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