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El viaje que tuve la suerte de hacer a finales de septiembre a este país fue todo un descubrimiento que me hizo cambiar, y yo creo que también a todos mis compañeros de grupo, muchas ideas preconcebidas. Experimenté lo que se ha dado en llamar el Síndrome de Stendhal, un choque cultural, un colapso de emoción ante tanta y tan deslumbrante belleza.

Empezamos visitando la capital, Teherán, donde vimos el Museo Nacional, con muchos y magníficos objetos, esculturas y relieves de todas las dinastías que han pasado por el país: aqueménidas, seleúcidas, partos, sasánidas...El impresionante palacio de Golestán, con su trono de mármol, donde en 1941 fue coronado el último sha, Reza Pahlavi, el de marfil, el de los espejos, el del diamante, el de recepciones.... y el Museo de las Joyas, donde se guarda un tesoro fabuloso y donde uno no sabe en qué vitrina posar la vista, porque todas están llenas de riquísimas piedras preciosas de todos los colores y tamaños.

Pasamos después por la ciudad santa de Qom, y por Kashan, donde contemplamos un maravilloso jardín además de la mezquita y madrasa Agha Bozorg. Por cierto, en ella un clérigo nos recibió muy amablemente, nos dio una charla y permitió que le tomáramos fotos.

Y apareció Isfahán, la ciudad a la que los folletos de la incipiente industria turística del país llaman “la mitad del mundo”. Isfahán alcanzó en torno al año 1000 su máximo esplendor y fue en Oriente un foco cultural de enorme importancia, al igual que la Córdoba de los Omeyas, hacia la misma época, fue en Occidente un faro de luz en la oscuridad del medievo. “El médico”, la exitosa novela llevada a la gran pantalla en 2013, muestra las vicisitudes de un joven inglés hasta llegar a esta ciudad en busca de las enseñanzas de Avicena, Ibn-Sina, el sabio y científico iraní que transmitió a Occidente la doctrina de Aristóteles y escribió, entre sus más de 300 obras, un Canon de Medicina que se siguió usando en Europa hasta el siglo XVII.

En Isfahán, situada más o menos en en el centro de Irán, nos quedamos tres noches y el tiempo nos pareció muy escaso para disfrutar de sus muchos atractivos: palacios como el de Ali Qapu, con sus mocárabes, sus frescos decorados con flores y pájaros y su maravillosa sala de música, las mezquitas, entre ellas la llamada Sah, con una decoración cerámica de las mejores que el hombre ha producido en todos los tiempos,la Jameh (de la “congregación”), monumento declarado, como muchos otros persas, patrimonio de la Humanidad. Construida a lo largo de 12 siglos y espectacular a pesar de la mezcla de estilos. O la mezquita Loftollah, más modesta pero no menos hermosa. Nos perdimos en el Gran Bazar, al que se entra por una enorme puerta decorada con la figura zodiacal de Sagitario, el símbolo astral de la ciudad. Un laberinto de callejones, patios, caravasar y galerías que embriagó nuestros sentidos de colores y olores.

Y si paseas al atardecer por la impresionante plaza Naghsh-e Jahan, corazón de la urbe donde en tiempos los mogoles jugaban al polo, ves a las familias reunidas sobre la hierba y a los coches de caballos pasar mientras se encienden las luces y se oye la llamada a la oración del muezzín. Y piensas que has retrocedido en el tiempo.

Otra maravilla de Isfahán son sus puentes, como el Si-o-se-pol, con treinta y tres arcos y dos pisos, que data del siglo XVII, un lugar de encuentro y relax a orillas del río Zayandeh.

Y por todas partes los jardines llenos de granados y cedros, pabellones y hammams. Como el de Bagh-e-Fin, en Kashan, o el de Eram, en Shiraz. En ellos puede observarse un antiquísimo sistema de irrigación, los qanats, galerías subterráneas horizontales alimentadas por una fuente constante de agua, un manantial, que conectan con el exterior por una serie de pozos. Este sistema lo emplearon también los agrónomos andalusíes y quedan restos de él en diversos lugares de nuestro país. Del persa, a través del griego clásico, hemos heredado el nombre del jardín: “paraíso”.

Pero no todo es idílico en el actual Irán: está prohibido todo tipo de música, cine o teatro occidentales. Lo mismo pasa con las redes sociales Facebook o Twiter, y muchas páginas de Internet están censuradas. Quizás por eso los iraníes, especialmente los más jóvenes, se acercan a los turistas ávidos de saber sobre Occidente. A los niños les encanta hacerse fotografías con los extranjeros, y la gente es en todas partes abierta, amable y hospitalaria. Una realidad muy distinta de la imagen mediática que se nos da del país islámico en esta otra parte del mundo.

También es cierto que las mujeres, incluidas las occidentales, tienen que llevar sin excepciones desde que tienen ocho años el hiyab, el velo que cubre la cabeza, y en las mezquitas el chador, una especie de manto que lo cubre todo excepto la cara, que para las turistas es de color claro con estrafalarios estampados, y para las nacionales totalmente negro, de la cabeza a los pies. Hay una especie de policía de las costumbres, mujeres también, que dan vueltas por los lugares públicos para hacer que la norma se cumpla.

Eso sí, en Irán, a diferencia de Arabia Saudí, con una interpretación mucho más radical de la religión musulmana llamada wahabismo, las féminas pueden conducir, estudiar y trabajar en lo que quieran sin permiso del marido. Otra cuestión es la estricta separación de ambos sexos en todos los ámbitos, hasta el extremo de que las casas tradicionales suelen tener dos llamadores con formas alusivas, uno para el hombre, que suena más fuerte, y otro para la mujer, de sonido más delicado.

El caso es que hemos visto muchas jóvenes con túnicas blancas abiertas por delante, en tejanos, muy maquilladas y mostrando casi todo el cabello porque del hiyab quedaba ya sólo un extremo simbólico en la parte de atrás de la cabeza. A veces nos dábamos cuenta de que querían hablar, -los y las jóvenes universitarios manejan un buen inglés y en ocasiones también el español- pero no siempre se atrevían.

Sin embargo los iraníes, que en su mayoría abrazan la rama chiíta del Islam, la religión oficial del país, son bastante tolerantes con otras religiones -hay también cristianos, musulmanes sunitas, judíos, asirios y zoroastrianos-, aunque éstos tienen prohibido hacer proselitismo. De hecho en Isfahán pudimos visitar la catedral cristiana de San Salvador, fundada en 1606 por los miles de deportados armenios que fueron acogidos por el shah (“rey”) Abbas I durante la guerra otomana de 1606 a 1618 . Está decorada en su interior con preciosas pinturas de estilo naif y de tema sagrado.

En Yazd, la ciudad del desierto, con sus calles, casas y edificios del mismo color que la arena y siguiente parada después de Isfahán, contemplamos las llamadas “torres del silencio”, edificios funerarios de la religión zoroástrica, que considera al cadáver humano como un elemento impuro que puede contaminar la tierra y el fuego, por lo que a los muertos se les llevaba a lo alto de estas torres para que su carne fuera consumida por los buitres. Y disfrutamos sobre todo allí del primer sistema de aire acondicionado del mundo, las llamadas “torres del viento”.

También pudimos ver en Yazd un templo consagrado a Zoroastro, el Atash Behram, donde arde un fuego desde hace más de 1500 años, según dicen. El culto a Ahura Mazda -literalmente “dios grande”- fue predicado por Zoroastro, nacido hacia el 618 a.C., aunque lo observamos ya en los relieves e inscripciones de Persépolis. Este profeta proclamó la existencia de un único dios, el Bien, al que se opone el Mal, contra el que hay que luchar constantemente. Podemos decir que las religiones monoteístas tienen aquí su origen.

Nuestro viaje coincidió con la Ashura, festividad religiosa musulmana celebrada en el mes de Muharram, primero del calendario lunar islámico. En esta conmemoración, los chiitas recuerdan la muerte del imán Hussein, hijo de Alí, el yerno de Mahoma, al que consideran, a diferencia de los sunitas, sucesor legítimo del profeta. Este Hussein fue asesinado por los omeyas junto a sus seguidores en el año 680 en Kerbala (actual Irak), donde se encuentra su mausoleo y donde se congregan hasta dos millones de creyentes cada año.

Para los chiíes, la Ashura es un período de luto que empieza a principios del citado mes, con discursos y recitación de poemas en las mezquitas, colegios y otros lugares públicos en los que se llora su martirio. El país entero se viste de negro, procesiones de flagelantes recorren las calles dándose golpes en la espalda con una cadena, hay tambores y gritos. Los ulemas dan sermones sobre la personalidad de Hussein, la historia de su levantamiento y la batalla de Kerbala, e incluso se representan escenas de su Pasión .

Cada ciudad tiene su Ashura particular, al igual que cada ciudad española tiene su Semana Santa. Hay localidades en donde la representación del martirio de Hussein se hace con más ardor religioso y devoción, pero todas son básicamente lo mismo. Durante este periodo, mezquitas, santuarios y calles están llenos de pancartas escritas en persa y árabe que alaban la gesta del descendiente de Mahoma. Pudimos verlas en rojo -color de la sangre- y negro -el del luto-, a veces también en verde, los tres colores de la bandera del país. Vimos también muchas con los retratos de Jomeini y Jamenei, el actual líder supremo de Irán, una teocracia donde religión y política van de la mano.

En Irán hemos podido degustar té, zumo de granada o de melón, y con las comidas, basadas en arroz, verduras y carne de cordero y pollo, el airán, la bebida nacional, una especie de yogur muy líquido y salado que se toma también en Turquía. Los pistachos, los dulces y los helados son estupendos y todo es muy barato porque el rial, la moneda nacional, tiene un valor muy bajo frente al euro: un euro equivalía a 110 riales, así que es fácil volverse loco comprando alfombras, telas estampadas a mano, pañuelos, azulejos o cerámicas cuyos dibujos geométricos tanto se parecen a los de nuestras casas andaluzas, cajitas con preciosos dibujos en miniatura... Para los turistas está muy bien, no por supuesto para los nacionales. Y es que el presidente Trump no sólo rompió el pacto antinuclear suscrito en 2015 por Obama y los países europeos con el gobierno iraní, sino que posteriormente ha sometido al país musulmán a un importante bloqueo que está afectando a su desarrollo económico.

Mezquita en Irán. Foto: Leonor de Bock Cano.

Hace poco asistí en nuestro Alcazar jerezano a un recital de poesía. Cuando escuché las metáforas de San Juan de la Cruz sobre el amor divino, recordé a Hafez, el poeta de Shiraz, nuestra última parada al sur de Irán y frente al Golfo Pérsico. Allí, al pie de su mausoleo leímos en español y escuchamos en farsi sus versos, llenos de una sensualidad y colorido semejantes a los del místico castellano. Por eso la lectura de los quizás demasiado cálidos versos de este poeta del siglo XIV fue prohibida en 1979 a raíz de de la revolución, pero hoy se ha vuelto a permitir gracias a una interpretación de los mismos en clave mística. En Shiraz pudimos admirar además la maravillosa mezquita Nasir-ol-Molk y la fortaleza Karim Khani, con sus torres de excelente trabajo de ladrillo y su puerta principal coronada por una escena de la mitología persa.

¿Y cómo olvidarse de Pasargada y la tumba de Ciro, el héroe de leyenda, cómo olvidarse de Persépolis, capital del imperio aqueménida, con sus monumentales escaleras de entrada, sus pórticos flanqueados por gigantescos toros alados, su apadana o sala de audiencias de 12.000 mts. cuadrados y 72 columnas, sus tumbas esculpidas en la roca, los frisos interminables donde todos los pueblos integrantes de ese primer imperio global de la humanidad presentan sus regalos al rey de reyes? Lo que queda en pie da una idea, ayudándose con las smart glasses ahora de moda en los sitios turísticos, de la fastuosidad que debió tener un complejo palacial cuya construcción comenzó Darío I, que tardó 200 años en terminarse, y que fue destruido a sangre y fuego por el Gran Alejandro, al que yo admiraba. Ahora me parece un bárbaro por haber borrado del mapa algo tan maravilloso, y por haber permitido que se eclipsara una civilización tan desarrollada en muchos aspectos y de tanta altura moral como muestran las inscripciones cuneiformes en persa antiguo, elamita y en babilonio que se encuentran en la entrada originaria. En ellas Darío pide a Ahura Mazda que proteja a su país de los ejércitos enemigos, de los años malos y de la mentira. Sin duda la historia la cuentan los vencedores y nuestro etnocentrismo nos ha impedido ver la grandeza de otras culturas injustamente relegadas.

Y a algunos kilómetros de allí, la necrópolis de Naqsh-e Rostam, con las imponentes tumbas de reyes aqueménidas y sasánidas esculpidas en la montaña. El único problema era el sofocante calor, agravado para nosotras las mujeres por el velo, pues hoy en día, a diferencia de épocas más antiguas, toda la zona es prácticamente un desierto.

¿Y cómo olvidarse de Mayid, nuestro joven, coqueto y socarrón guía turco-iraní? Mayid es un apasionado de Andalucía, tiene su propio grupo de música andaluza y nos hacía oír durante los trayectos en autobús auténtico flamenco cantado con mucho arte, aunque con marcado acento farsi. Nos contaba que le hacía mucha ilusión venir a España porque había sido admitido en el concurso de cante de las Minas de la Unión, y el día antes de nuestra partida nos despidió tocando unas increíbles palmas por bulerías en el vestíbulo del hotel de Shiraz donde nos alojábamos.

Y pensé que es mucho el tiempo y la distancia que nos separan de los persas, y sin embargo hay todavía un hilo invisible y sutil que nos une. Irán y los iraníes se han quedado en nuestro corazón para siempre, o quizás es que ya estaban y lo habíamos olvidado.

Fuentes:

Toni Vives Roig. Irán. Ed. Laertes. Barcelona, 2013.

Mansour Ghasemi. Esfahan, the never-ending splendour. Nahoft Publication, Esfahan, 2015.

A. Shapur Shahbazi, Guide documenté de Persépolis, Safiran, Teherán, 2012.

Julio Samsó, “Ciencia musulmana en España”, Cuadernos historia 16, 144, p.21.

https://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/01/160104_sunitas_chiitas_diferencias_iran_arabia_saudita_aw

http://realacademiatoledo.es/uploads/static/lavozdelsur/uploads/2013/12/files_toletum_0046_01.pdf

https://www.hispantv.com/noticias/politica/377266/sanciones-eeuu-acuerdo-nuclear-

https://es.wikipedia.org/wiki/Ashura

https://es.wikipedia.org/wiki/Avicena

Leonor De Bock Cano es socia de Ben Baso, asociación de profesores para la protección y difusión del patrimonio histórico

Sobre el autor:

Leonor de Bock.

Leonor De Bock Cano

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