Diálogos de la memoria

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El profesor Manuel Ramos comenzó la presentación con la lectura de un poema de Vicente Aleixandre, dedicado a Cernuda, un poema que describe la alegría de las gentes el día de la proclamación de la República y que nos remite al grupo Cántico, que es una revista y una estética. Este grupo literario de Córdoba, con Ricardo Molina al frente, pretendía enlazar con la Generación del 27. El libro de Olga Rendón es producto de una tesis doctoral en la que se transcriben y analizan las cartas entre Ricardo Molina y varios poetas, Aleixandre, Cernuda, Guillén, Gerardo Diego y Dámaso Alonso. Manuel Ramos nos contó cómo se enteró del descubrimiento de Olga y cómo le propuso realizar esta investigación. Recordó cómo Olga le contaba, emocionada, ese contacto con las cartas en Ibiza. Los epistolarios son esenciales para los estudios literarios, precisó el profesor. De hecho, las investigaciones sobre las revistas literarias tienen conexión directa con los epistolarios. Pero hay que saber tratarlos. Hay que saber clasificar las cartas y tener un criterio adecuado. Gracias a las cartas podemos conocer los entresijos de la creación. Por eso es tan importante conocer qué cartas son esenciales y cuáles no. Olga ha sabido dar el tratamiento adecuado a este tesoro, dice Manuel Ramos. Ha tenido la paciencia y la sabiduría necesarias para ser minuciosa en la clasificación y el análisis. Ha rescatado este diálogo de la memoria. Sin investigadoras como ella, estas conversaciones se perderían. Y queda mucho trabajo todavía.

El libro consta de dos tomos, publicados por la editorial Alegoría, un verdadero cuaderno de bitácora de una generación literaria. La hermana de Ricardo Molina, Flora, se quedó con todas las cosas de su hermano, sin estar al tanto de sus actividades literarias. Cuando muere Flora, todo pasó a manos de una sobrina, Florita, que quería mucho a su tío. Como agradecimiento, quiso que se publicaran esos materiales. Florita, con gran sentido común, dice la autora, realizó una primera clasificación. Olga fue a Ibiza, a su casa. Y empezó a consultar las carpetas en las que había ordenado esa correspondencia. Olga sintió gran emoción al tener entre sus manos cartas de grandes escritores, cartas que nadie conocía todavía. Temió no estar a la altura de semejante legado. Y se puso a trabajar, a transcribir, a anotar, etcétera. Es un milagro que una carta sobreviva, dice Olga. De ahí la responsabilidad que tiene el investigador. Y estos dos tomos son el fruto de ese trabajo tan duro, pero tan satisfactorio. En el libro hay una descripción del grupo Cántico y Ricardo Molina. Contiene un índice onomástico y muchos documentos gráficos. El prologo es de Vicente Molina Foix. Es una obra que aporta placer poético, estético, y mucha información para los estudiosos de la literatura.

Olga Rendón habló con nosotros unos minutos antes de comenzar la presentación:

¿Cómo empezó la investigación?

Encontré las cartas por causalidad. Aparecieron gracias a un familiar. Florita, sobrina de Ricardo Molina, había heredado el archivo de su tío y no sabía qué hacer con él. Me preguntó a mí, como profesora de Lengua y Literatura, si podía echar una mano para ordenar ese material. Acepté, fui a Ibiza y vi lo que había: cartas de Cernuda, Aleixandre, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso… Eso entre cajas y cajas de material de todo tipo, documentos, manuscritos, recortes de periódico, fotografías, muchas cosas sobre flamenco… También de casualidad, vino a mi instituto Manuel Ramos, profesor de la Universidad de Cádiz, a leer unos cuentos a los alumnos. Mientras almorzábamos le comenté lo de las cartas y se ofreció a dirigirme la tesis.

Todo una casualidad…

Pues sí, porque yo no sabía que existían esas cartas. Sabía que Aleixandre fue un gran escritor de cartas. También conocía al grupo Cántico y García Baena, pero no conocía la relación que existía entre ellos.

¿Qué criterio utilizó para organizar todo ese material?

Han sido diez años de investigación. El primer expurgo del archivo lo hizo la propia sobrina de Ricardo Molina. Florita había separado las cartas por remitentes, según le sonaban los nombres. Me centré en las cartas y quise abarcarlo todo. Me propuse editar el epistolario completo de Ricardo Molina. Pero la cantidad de remitentes era inmensa. Hice hasta un cómputo por ordenador. Pero desistí y decidí centrarme sólo en un tema: lo relacionado con la revista Cántico. Los corresponsales hablan en las cartas de la revista, de las colaboraciones, de la maquetación, de la censura, pero también hablan de un millón de cosas más muy interesantes. Si hablo de Cántico, pensé, no puedo despreciar otras cosas de las que hablan, tan importantes como la revista. Me olvido de esa perspectiva y decido centrarme en los poetas del 27, en concreto cinco con los que se carteó Ricardo Molina. Así la correspondencia estaba más acotada. Empecé a transcribir y anotar las cartas que hay en el archivo que Ricardo Molina recibió de estos cinco escritores del 27. Cuando ya lo tenía todo transcrito y anotado, tras años de trabajo y lectura sobre cómo editar los epistolarios, me dijo Manuel Ramos que ahora tocaba encontrar las cartas que Ricardo mandó, para que de esa manera la correspondencia se cerrara.

Los corresponsales hablan en las cartas de la revista, de las colaboraciones, de la maquetación, de la censura, pero también hablan de un millón de cosas más muy interesantes

Entonces empezó una segunda fase de la investigación que fue todavía más difícil, porque las cartas de Ricardo estaban en su archivo, controladas, pero las cartas que él mandó estaban dispersas. Tenía que buscar las cartas que envió a Aleixandre. Y el archivo de este autor ha sido un problema hasta el último momento, con la herencia, con la sobrina, Carlos Bousoño... Aleixandre, además, no guardaba nada. Al final encontré dos cartas, que me mandó Bousoño. Con Luis Cernuda fue imposible, cuestión de herencias también. Cuesta mucho tratar con los herederos en Sevilla, México o EEUU. Hay exceso de celo. En el caso de Guillén, las cartas estaban en los fondos de la Biblioteca Nacional. Estaban guardadas y todo cuadraba. En el caso de Gerardo Diego está la fundación que dirige su hija. Me dejó todo lo que había rápidamente. En el caso de Dámaso Alonso las cartas estaban todavía en los fondos de la Real Academia, de la que fue director.

¿La correspondencia siempre la inicia Ricardo Molina?

Pretendían, desde Cántico, enlazar con la Generación del 27, con esa labor truncada con la guerra. Eran muy admiradores de esos poetas. A Cernuda lo adoraban. Entonces era habitual que hubiera una red de contactos entre todas las revistas literarias. En otras cartas, de José Luis Cano, por ejemplo, Ricardo Molina consigue las direcciones de estos poetas, algunos en el exilio… Ricardo Molina, que era el espíritu de la revista, manda el primer número de Cántico, que acoge una presentación de los propios miembros del grupo Cántico. En esa carta presenta al grupo y pide colaboraciones. Y algunos le contestan, milagrosamente. Porque ellos no se lo esperan. Incluso contestan diciendo que es una buena revista y que es una alegría que haya unas revistas tan buenas en Córdoba, en Andalucía. Se ofrecen para colaborar. Vicente Aleixandre, por ejemplo, nada más recibir la carta de Ricardo, escribe una carta abierta, Carta a los fundadores de Cántico, carta preciosa publicada en el número tres. A partir de ahí todas las revistas querían una carta similar de Aleixandre…

¿Tienen valor literario las cartas? Me refiero al estilo.

Son impresionantes. Unas más que otras porque cada uno utiliza las cartas de una forma distinta. Unos para la comunicación personal, íntima, como Aleixandre, cuyas cartas son verdaderas joyas; otros las utilizan simplemente para despachar asuntos que les interesan, como es el caso de Dámaso Alonso, que venía mucho a Córdoba para investigar sobre dialectología o para sus estudios gongorinos. Recurría a Ricardo Molina en esas visitas. Las cartas también dan cuenta de todo ello. Las de Aleixandre son muy poéticas. Cuando estaba transcribiendo estas cartas me preguntaba si Aleixandre pensó que algún día se publicarían.

¿Y no le daba cierto apuro ético?

Totalmente. Me daban ataques de pudor. Me decía “no sigo leyendo”, porque son íntimas. Sin embargo son la prolongación literaria de la obra de estos escritores. Además la obra epistolar siempre es inédita. Y de una riqueza literaria impresionante.

Cartas como las de Aleixandre o las de Cernuda en el exilio, desgarradoras, creo que ya no existen

La correspondencia es imprescindible para conocer la estructura social de estos grupos literarios…

Las cartas son la intrahistoria. Reflejan las relaciones personales y sociales, el mundo literario, los problemas con la censura, las correcciones, las colaboraciones, los favores, los premios literarios… De todo eso hablan las cartas. Revelan las entrañas de las relaciones que hay entre ellos. Aunque sean cartas íntimas, ofrecen luz sobre la época literaria en la que se escribieron.

¿Se ha perdido esta forma de comunicación entre escritores?

¡Ha cambiado todo tanto…! Cartas como las de Aleixandre o las de Cernuda en el exilio, desgarradoras, creo que ya no existen. Porque ellos utilizan la carta para conversar. Dos amigos, uno que está en Córdoba y otro en Madrid, se escriben dos cartas semanales, cartas larguísimas, de folios y folios, donde hablan de poesía, de amor, de conflictos interiores, de todo lo que a ellos les interesa. Utilizan la carta para comunicarse.

Y ahora con internet…

La gente se sigue comunicando, pero de otra forma, más rápida. Literariamente se ha empobrecido todo, por la urgencia. Vicente Aleixandre escribía varias cartas al día, pero con la tranquilidad de que esas cartas iban a llegar varios días más tarde. Ahora todo es urgente. Hay otro control del tiempo. Lo que tengo que mandar debe llegar ya y tengo que saber que lo han recibido… Entonces había otro ritmo. La palabra fluía de otra forma. Hoy se ha perdido el encabezamiento. Es raro encontrar hoy una carta con un encabezamiento completo. Y en los correos electrónicos no los hay de ningún tipo en muchas ocasiones. En aquellas cartas sí. Había despedida, posdata, saludos, recuerdos,… Ese ritmo lento ya no existe.

¿Por dónde siguen sus investigaciones?

Sigo con el archivo de Ricardo Molina porque es muy rico. En la revista Campo de Agramante se publica ahora un trabajo que he realizado sobre la correspondencia entre Ricardo Molina y Gabriel Celaya. Correspondencia de ida y vuelta. ¿Qué tiene que ver un poeta cordobés con este poeta social del norte…?

¿A quién recomendaría este libro?

Es una tesis doctoral, muy pulida. He tenido que quitar mucho aparato crítico. La idea era compartir las cartas. Las cartas son textos muy bonitos. Le puede interesar al que le guste la vida de los escritores. Y sobre todo a quien admira a los poetas del 27 y a los de Cántico. No es una novela, es un epistolario. Puede ser una buena introducción a la literatura. Sobre todo para quien ya conozca a estos escritores. Porque en las cartas hablan de su poesía. Soy profesora de literatura y les explico a mis alumnos la poesía de Aleixandre. Ningún manual de literatura explica mejor la poesía de Aleixandre que él mismo diciéndoselo a un amigo en una carta. He disfrutado mucho con ellas. Espero que los lectores también.