"He estado en fiestas en las que tenía la cámara pero no he hecho fotos. Al flamenco hay que tratarlo con respeto"

Ana Palma, fotógrafa de profesión, inmortaliza el mundo flamenco a través de su mirada y de su “camarón”, como ella llama a su cámara de fotos.

Ana Palma con Rancapino.
Ana Palma con Rancapino.

Ana Palma nació en Sabadell, en la provincia de Barcelona. Sus dos padres emigraron de Almachar, cerca de Velez-Málaga, a Sabadell (Barcelona) hace ya más de 45 años. A Ana se la conoce por su relación con el flamenco, aunque no por estar delante de los focos y las cámaras, sino detrás. Con su camarón y con su sonrisa, ella recorre festivales, conciertos y fiestas, captando momentos de magia y duende con un clic. Y lleva ya miles de clics. Empezó con poco más de 20 años, y sigue haciendo lo mismo, porque según ella, su trabajo más que un trabajo es su pasión. La entrevista la hacemos en Cádiz un día de levante durante una de sus escapadas a esta tierra a la que visita siempre que puede. Y entre chicharrones, acedías y papas aliñás descubro como una catalana de Sabadell se convierte desde bien joven en una persona respetada por el mundo flamenco, y no solo por hacer buenas fotos.

No puedo empezar por otra pregunta… ¿Cómo empezó a fotografiar flamenco y cómo se ha convertido en su profesión?

Estudié Bellas Artes y tenía que presentar un proyecto de fin de carrera. Y presenté la idea de hacer fotografías al colectivo gitano. Vivía en Sabadell con mi familia, cerca del barrio de Can Puigener. Un “barrio gitano” que estaba separado por un puente del resto de la ciudad. Yo, como el resto de niños del barrio, crecí rodeada de “avisos” y de prejuicios. “No vayas allí. No cruces el puente. Es peligroso”. Pero yo soy así: Si me prohíben algo, me motiva más. Qué le voy a hacer. Así es que decidí cruzar el puente para hacer mi trabajo de fin de carrera, creo que porque ya entonces, la cultura gitana, aun sin conocerla en ese momento, me atraía y sentía mucha curiosidad por ella.

Cuando propuse el trabajo de fin de carrera al tutor, la verdad es que no tuve mucho apoyo. De hecho más bien me intentaron desanimar. Todos me comentaron que la comunidad gitana es muy hermética, que no podría hacerlo, que no podría hacer buenas fotos. Pero me dio igual. Yo creía en mi idea y decidí seguir adelante. Pienso que si quieres tratar un tema debes conocer y saber sobre ese tema, así es que decidí ir a conocer a los gitanos que vivían en mi misma ciudad, cerca de mi casa, pero de los que no sabía casi nada. Quería conocerlos antes de poder fotografiarlos.

Yo soy así: Si me prohíben algo, me motiva más"

Un día crucé el puente, sola, y descubrí un mundo nuevo que me apasionó y del que ya no he salido. Lo primero que hice fue preguntar por un patriarca. Me llevaron a hablar con el Tío Palé y hablé con él. Le expliqué mi proyecto y le pedí permiso para poder hacerles fotos. A cambio yo se las regalaría. Al principio él estuvo muy reticente. Porque estaban ya cansados de que solo fuesen a su barrio “para sacar imágenes de miseria”. Yo le dije que no quería eso, que yo solo quería captar su forma de vivir, sus tradiciones, su cultura y su forma de relacionarse, tal cual era, sin ahondar en tópicos o prejuicios. Le prometí respeto y que si no querían que fotografiara algo, yo no lo haría. Al final accedió. Prepararon una fiesta para que yo pudiera ir y pudiera hacer fotos. Me respaldó el Tío Palé y todo el mundo supo que estaba invitada y que tenía permiso para hacer fotos. Hubo guitarras, cante, baile, comida y recuerdo que todos se arreglaron mucho para la ocasión. Fue toda una experiencia. Me sentí muy bien y me lo pasé a lo grande.

Ese mundo al otro lado del puente, me atrapó de tal forma que cada fin de semana estaba allí haciendo fotos y me acabaron llamando “La paya de las fotos”. Presenté el proyecto, y el tutor que me había desanimado me felicitó. Y no solo eso, al ver las fotos me animó a exponer y a seguir con el mismo tema. Mi primera exposición fue con esas fotos.

¿Y siguió visitando el barrio después del proyecto?

Desde luego. Casi cada fin de semana. Tanto que la relación ya pasó de profesional a personal. Me invitaban a las fiestas y a las bodas. Y así empecé con mi otra faceta profesional: la de fotógrafa de bodas. Como les gustaban mis fotos me empezaron a pedir que hiciera las fotos en algunas bodas. Y cada vez fueron más y más. Llegó un momento que me era difícil poder llegar a hacer todas las que me pedían. Y en las bodas y sus fiestas fue donde entré en contacto con artistas flamencos, que también estaban invitados. Por ejemplo a Blas Córdoba El Kejío. En ese momento él trabajaba con Vicente Amigo y me iba llamando cuando tenía alguna actuación. Y una cosa llevó a la otra. Cada vez iba a más actuaciones, hacía fotos y conocía a más y más artistas. Y me fueron conociendo en ese mundo, y poco a poco y de boca a oreja, fueron surgiendo contratos para fotografiar actuaciones. Desde entonces no he parado.

Usted ha conseguido entrar en espacios y fiestas a las que no puede entrar todo el mundo. Y mucho menos con una cámara. ¿Cómo cree que lo ha conseguido?

Con respeto. Siempre con mucho respeto. Creo que debes adaptarte tú al sitio donde estas, y no al revés. Y esforzarte por entender el mundo donde te metes. En mi caso, entendiendo la cultura gitana y flamenca, comprendiéndola, y respetándola. He estado en fiestas y sitios donde tenía la cámara en la mano pero no se me ha ocurrido hacer fotos. Hay que tener sensibilidad para saber cuándo se puede y cuando no se puede hacer una foto. Hay que respetar el momento y a las personas. Muchas veces las he hecho porque los propios cantaores me lo han pedido. Pero en otras muchas ocasiones he guardado la cámara y he disfrutado del momento. Al flamenco y a cualquier otra cultura hay que tratarlos con respeto. Creo que ese es el motivo por el que la gente me aprecia y por el que he podido fotografiar momentos y encuentros muy especiales.

También porque creo que para que las cosas salgan bien, debes creer en lo que haces y trabajar en lo que te hace vibrar. Yo hice fotos durante años sin cobrar solo porque me apasiona lo que hago. A veces me doy cuenta de la suerte que tengo de poder vivir haciendo lo que me apasiona. En cierta manera, ahora estoy recogiendo los frutos. Pienso que debes anteponer primero la pasión, porque así harás mejores cosas y tarde o temprano llegará la contrapartida económica. Es mi opinión y creo que se puede aplicar a cualquier profesión.

Miguel Poveda es muy importante para mí. Le considero una gran persona y nuestra relación va más allá de una relación profesional

Los que la seguimos en las redes vemos que suele estar muy presente en las actuaciones de Miguel Poveda. Háblenos de su relación con él.

Miguel es muy importante para mí. Le considero una gran persona y nuestra relación va más allá de una relación profesional. Le conocí cuando yo empezaba, y él también, en un festival de flamenco de Sabadell. En ese momento cantaba en peñas y tablaos. Nos conocimos y nos caímos bien enseguida. Nos dimos cuenta de que siempre solíamos ser los dos únicos “payos” enamorados del flamenco y rodeados de gitanos. Nos hicimos amigos y fuimos coincidiendo en festivales tanto aquí en España como en otros países. Nos íbamos encontrando y pasando ratos juntos. Nos perdimos la pista cuando él se fue a vivir a Sevilla pero nos volvimos a encontrar cuando volvió a vivir a Barcelona, cuando él ya era conocido y consagrado como lo es ahora.

Coincidimos en el Festival de Pedralbes y fue curioso porque reiniciamos nuestra amistad como si hubiesen pasado solo dos semanas desde nuestro último encuentro, y no años. Y él me fue pidiendo que hiciera fotos de sus actuaciones. Y así hasta hoy. A Miguel le debo mucho. No solo en lo profesional sino también en lo personal. A su lado aprendo mucho. Miguel es muy trabajador, comprometido, con muchos conocimientos pero él nunca deja de estudiar y de intentar beber de muchas fuentes. Él es uno de los ejemplos de personas que lo hacen todo con pasión y a mí me inspira mucho. Por ejemplo, gracias a él y a su nuevo espectáculo Enlorquecido, al estar en todo el proceso, he podido descubrir un Federico Garcia Lorca que yo desconocía.

Usted tiene una gran vinculación por esta tierra, por Cádiz y por Jerez y suele venir mucho por aquí. ¿A qué se debe?

¡Sí! Vengo siempre que puedo. No solo a trabajar, también de vacaciones. Desde que descubrí esta tierra no puedo desvincularme de ella y vengo siempre que puedo. La primera vez que vine fue en el 2007 creo. Yo entonces trabajaba para la web deflamenco.com y me propusieron venir a cubrir el Festival de Jerez. Me acuerdo que acepté al momento, de cabeza, sin ni siquiera preguntar condiciones. Y me atrapó esta tierra y esta ciudad. El arte, la gente, la convivencia que existe entre gitanos y payos, la forma de vivir. ¡Todo! Llevo once años cubriendo el Festival de Jerez y viniendo de vacaciones siempre que puedo. En verano, en Zambomba, o para fechas y espectáculos especiales. No me canso.

Usted ha vivido de cerca más de once años de Festival de Jerez, ¿Qué opina sobre el Festival hoy en día?

Son unos días muy especiales, y es un festival maravilloso, pero recuerdo que en los primeros años que venía había más vida y ambiente en más espacios. Había más actuaciones y más movimiento en las peñas. Creo que Jerez es una ciudad con mucho potencial. Tiene todo: flamenco, cultura, gastronomía, y más pero opino que se le podría sacar más partido y sobre todo durante el festival. Durante el Festival yo echo de menos ver más presencia de artistas jerezanos en peñas y otros espacios. También se percibe poco movimiento en calles y plazas. Con el potencial que hay aquí y dando más espacio a artistas locales y más movimiento a las peñas se podrían hacer cosas maravillosas, con una programación más local que complemente a la del Villamarta.

¿Tiene algún proyecto “de sus sueños” que le gustaría llevar a cabo?

(Ana responde de inmediato, sin un segundo para pensárselo…). ¡Sí! Desde luego. Aunque por ahora no lo he empezado. Es mi sueño pero no sé cómo ni cuándo lo haré: un libro. Para recopilar y publicar fotos que he hecho durante todos estos años. Tengo tanto material que casi no sé ni lo que tengo. Pero sí sé que tengo un material inédito que me gustaría que viera la luz algún día. Este libro sería como mi “hijito”. Espero poder publicarlo algún día.

¿Que foto le hubiera gustado hacer que no podrá ser?

A Camarón y a Carmen Amaya. Me hubiera encantado poder captarles con mi cámara.

Con respeto y humildad he conseguido hacerme un sitio y nunca me he sentido apartada por ser mujer"

Es usted mujer fotógrafa, y mujer fotógrafa del mundo flamenco. No es una profesión habitual para una mujer. ¿Le ha supuesto alguna vez algún problema o ha experimentado el micromachismo alguna vez?

Para nada, la verdad. Creo que como yo he sido muy respetuosa, de la misma manera me han respetado a mí. Con respeto y humildad he conseguido hacerme un sitio y nunca me he sentido apartada por ser mujer. Desde el principio, cuando crucé el puente, me he sentido arropada y respetada. En Sabadell, en el barrio Can Puigener, decían de mí “ella es de nosotros” y eso me emocionaba. Yo he estado en fiestas gitanas en las que solo había hombres, y siempre me han tratado con mucho respeto y cariño.

Estamos en Cádiz. ¿Qué foto le diría usted a un nuevo visitante a esta ciudad que no puede perderse hacer?

Muchas. Esta ciudad y esta luz son maravillosas para fotografiar. Pero si tuviera que escoger le diría que no puede no hacer una foto a la Caleta y otra a la Caballa con Piriñaca que sirven en la Peña de Juanito Villar. Y comérsela claro! Esta buenísima! Es uno de mis sitios favoritos para comer.

De catalana a catalana, no puedo evitar hacerle esta pregunta: ¿Qué opina de la situación de Cataluña respecto al independentismo?

Hace algunos años, el independentismo existía y las posiciones diferentes también. Pero antes podíamos hablar unos con otros, planteando cada uno su opinión y sin problema. Ahora ya no. Ahora hay una fractura social. Ya no podemos hablar con amigos o conocidos con diferentes posturas. Creo que el pasado 1 de octubre del año pasado fue el día que empezó esta fractura. Y la seguimos teniendo y sinceramente no sé cómo se va a solucionar. Es un tema que me preocupa mucho y que me entristece.

Espero que dentro de 20 años pueda seguir haciendo lo mismo que hago hoy. No deseo más"

¿Cómo se ve en 20 años?

Espero que como ahora. Con mi camarón en lo alto y haciendo lo mismo que ahora. No quiero colgar mi cámara y solo quiero seguir inmortalizando momentos. Y también espero que en 20 años me siga sintiendo respetada y querida por las personas que me rodean y por las que no conozco. A veces me saluda mucha gente a la que no conozco, que me reconocen por las redes sociales o por mi trabajo, y me saludan con mucho cariño. Eso me llena mucho y me hace muy feliz. Espero que en 20 años pueda seguir haciendo lo mismo que hago hoy. No deseo más.

Y cuando estamos acabando la comida y ya casi recogiendo, y como si alguien quisiera reforzar lo que me ha explicado durante la entrevista, acerca de lo importante que es respetar y entender una cultura, viene a nuestra mesa un chico senegalés que vende pulseras. Ante mi cara de asombro y la del chico, Ana se pone a conversar con él en senegalés. Después de una breve conversación, el chico nos regala unas pulseras, una gran sonrisa y se va agradecido poniéndose la mano en el corazón. “Hablas senegalés, ¿cuántos años has estado allí?”, y Ana me responde riéndose que solo un mes. Y creo que esta anécdota es la mejor manera de entender lo que ella es: una mujer inquieta, curiosa, respetuosa y cariñosa que abre su mente a otras culturas y personas, por muchos prejuicios que haya oído antes.

Sobre el autor:

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Lola Vallespi

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