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Concierto Orquesta Filarmónica de Málaga. Eduardo Portal (director). Beatriz Blanco (violoncelo). Director titular y artístico: Manuel Hernández Silva. Teatro Villamarta. Sábado 14 de noviembre. 

El programa ofrecido por la Orquesta Filarmónica de Málaga estuvo bien diseñado ya que planteó una atractiva combinación de dos obras de épocas y estilos diversos pero que tienen una naturaleza expresiva común: son composiciones contemplativas, elegíacas y apasionadas; ambas constituyen piedras angulares en la producción de sus compositores; y en ellas encontramos una perfecta síntesis de los recursos creativos de sus autores.

Edward Elgar estrenó su Concierto para Violoncelo al término de la Primera Guerra Mundial, en 1919, en un contexto emocional que deja huella en la obra. La sombra de la mítica violoncelista Jacqueline du Pré, que se apoderó literalmente de esta partitura y ha marcado un modelo interpretativo difícil de evitar, pesó sobre la joven solista Beatriz Blanco. No obstante, no sería justo empequeñecer su prestación frente al mito. Su labor fue concentrada y expresiva, evitando cuidadosamente los excesos que en Du Pré eran una elocuente marca de fábrica pero que en otros violoncelistas podrían resultar ridículos.

Por otra parte, el fraseo se construyó de modo fluido, sin quebrar líneas melódicas, y técnicamente tuvo pocos problemas. Sin embargo, fue poco favorecida por el director Eduardo Portal al no controlar el volumen de la orquesta en los pasajes más densos en instrumentación, lo que dificultó la audición de su parte en algunos momentos importantes, particularmente en el primer movimiento (adagio moderato) y en el cuarto (allegro moderato). Con respecto al rendimiento de la orquesta, la sección de cuerdas tuvo algunos problemas, particularmente las violas cuando la partitura exigía que tocaran el tema central del primer movimiento, en moderato, antes de pasarlo al violoncelo solista.

La Segunda Sinfonía de Robert Schumann procuraba a la Orquesta Filarmónica de Málaga su mayor oportunidad de lucimiento. Esta obra, estrenada en 1847 bajo la dirección del también compositor Félix Mendelssohn, se concibió en la época en la que su autor comenzó a sufrir los primeros síntomas de la enfermedad mental que le llevaría a la tumba. Esto, curiosamente, marcaría la instrumentación de la partitura. En septiembre de 1845, Schumann comentaba en una carta a Mendelssohn que en su cabeza escuchaba continuamente trompetas y timbales, instrumentos que, efectivamente, están muy presentes en esta sinfonía. Como es sabido, la sensación de esos sonidos en su cerebro era, probablemente, una temprana señal de sus futuros trastornos mentales.

El protagonismo de estos instrumentos dirige inevitablemente la atención del oyente en esa dirección y, en este concierto, las secciones correspondientes de la Filarmónica de Málaga cumplieron con solvencia el cometido. En general, la orquesta y su director tradujeron óptimamente la partitura en los movimientos primero y cuarto. Lamentablemente el extraordinariamente hermoso tercer movimiento fue el que tuvo el momento más bajo de la interpretación: el discurso melódico fue fragmentario y la sección de cuerdas, tan expuesta en esta página, mostró debilidades de afinación y empaste. Esto comprometió el cromatismo característico de Schumann y diluyó el lirismo inherente del que es, sin duda, el núcleo expresivo de esta sinfonía tan minuciosamente integrada y planificada por su compositor. No obstante, a pesar de estas reservas, el público respondió generosamente con cálidos aplausos al final del concierto, valorando el conjunto positivo de la interpretación.

Sobre el autor:

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Joaquín Piñeiro Blanca

Profesor Titular de la Universidad de Cádiz. Departamento de Historia Moderna, Contemporánea, de América y del Arte.

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