Remedios, una vida dedicada a los demás para no poder jubilarse por no tener el contrato que merecía

Una empleada del sector de los cuidados relata su trayectoria profesional, marcada por la entrega a los demás y la precariedad vivida en sus carnes, con pocas horas de contrato y muchas de dedicación

Remedios, trabajadora de ayuda a domicilio.
Remedios, trabajadora de ayuda a domicilio. CANDELA NÚÑEZ

Remedios lleva casi dos décadas ejerciendo como cuidadora de ayuda a domicilio, aunque a su edad, rozando los 65, se pone fecha de caducidad. “Aguantaré un año más”, asegura. A pesar de que no sabe qué pensión le quedará, porque durante 14 de esos años estuvo trabajando en una empresa, ella creía que con contrato a jornada completa, pero solo era de cuatro horas.

Remedios, que no se llama así pero prefiere preservar su verdadero nombre, es de Jerez y se quedó viuda muy joven, antes de cumplir los 40. Entonces, sin saber qué hacer, se fue con una hija suya a Mallorca. Ella estaba haciendo un curso de cocina y a Remedios le ofrecieron trabajo como camarera de piso en un hotel. “Te explotaban al máximo pero pagaban bien”, recuerda.

A la vuelta de Mallorca, donde estuvo durante tres años limpiando habitaciones de hoteles, regresó a Jerez, donde se había comprado una vivienda. “Me vine con esa experiencia pero aquí no encontraba trabajo de eso y tenía que trabajar”. Casi por casualidad, le surgió la oportunidad de cuidar a personas mayores.

"Empecé en una empresa que ayudaba a la inserción laboral de personas con riesgo de vulnerabilidad y empecé como trabajadora de ayuda a domicilio", recuerda Remedios. Al principio, solo unas horas, con personas mayores a las que aprendió a cuidar, dar de comer y ayudar en las tareas del hogar. Pero también con niños, aunque menos tiempo. "No tenía formación, pero había cuidado a mi marido y a mi padre" cuenta. 

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Remedios lleva media vida dedicada a cuidar a personas mayores.  CANDELA NÚÑEZ

Poco a poco, Remedios fue aprendiendo a administrar dosis de insulina si la persona que cuidaba era diabética, a tomar la tensión, a duchar, a acostar y levantar de la cama a los usuarios... "Así fue cómo aprendí, con la práctica. El principio fue duro porque estuve con un matrimonio en el que uno de sus miembros tenía Alzheimer y se perdía por la calle... era complicado", rememora. 

En un sector, el de los cuidados, que en el inicio de la pandemia copó el debate público y fue tan reconocido (momentáneamente), Remedios se siente desprotegida. En su caso, por culpa de una empresa que no le hizo el contrato que merecía, pero donde en el mejor de los casos se cobran sueldos que apenas rozan el salario mínimo interprofesional. "Cuando me iba a jubilar me enteré por un sindicato de que mi contrato era de cuatro horas, pero yo trabajaba muchas: fines de semana, a cualquier hora...", lamenta. 

"Me llamaban para acompañar a citas médicas, para dar de comer, para quedarme por la noche... para todo. Pero después de tanto esfuerzo tengo una cotización muy baja", asegura Remedios. Para colmo, la empresa en la que trabajaba cerró y ella se quedó sin nada. "No cobré finiquito, solo el paro durante dos años", relata. Y vuelta a empezar. "Por tener paga de viudedad, la Seguridad Social me decía que tenía dos pagadores, y por eso cobraba menos", apunta. 

Entonces, empezó a buscar a usuarios por su cuenta. "Para dedicarte a este oficio, hay algo dentro de ti que te lleva a cuidar. Se crean unos lazos muy entrañables y muy profundos", comenta Remedios, quien critica que a veces, en el entorno de la persona dependiente, no se valora lo suficiente esta labor. "Ha habido abuelitas que no querían que me fuera para no quedarse sola con sus hijos o, directamente, sin nadie. Las hay que se ponen a llorar y te cuentan su vida", relata.

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Las manos de Remedios, con las que ha cuidado a personas mayores.   CANDELA NÚÑEZ

Y es que la soledad no deseada está creciendo notablemente en España en los últimos años. Entre 2010 y 2018 ha aumentado un 2% el número de hogares unipersonales en los que habita una persona mayor de 65 años en todo el país, una tendencia que va al alza. En estas situaciones, es un 50% más probable la aparición temprana de pérdida de movilidad o de demencia senil y se multiplica por cuatro el riesgo de padecer problemas cardiovasculares.

"Esta profesión no solo te tiene que gustar, sino que tienes que tener predisposición a dar y a entregarte", comenta Remedios, quien añade que muchos de los usuarios que ha atendido en sus dos décadas de experiencia solo quieren "que alguien los escuche y los entienda". Con 18 años, ella hizo prácticas en un sanatorio en el que estaban ingresados niños con parálisis cerebral. "Me hubiera encantado quedarme, ahí me di cuenta de que me gustaba el mundo de los cuidados", asegura. "Quien me iba a decir que con los años iba a cuidar a personas mayores".

A Mallorca, cuando se vio en paro tras su regreso a Jerez, no se volvió porque a su padre le diagnosticaron cáncer metastásico, y se quedó para cuidarlo. "Me hubiera ido sin pensármelo, por lo menos hubiera cotizado y tendría un sueldo en condiciones, y no verme sin nada después de estar 14 años en una empresa. Es muy fuerte", lamenta. Y acaba con una reflexión: "En este país no nos han enseñado lo que es cuidar a una persona. Se sufre mucho, y si eres empática te entregas y lo pasas mal, pero merece la pena". 

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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