"No paraba quieto. No teníamos ni idea de qué le pasaba a nuestro hijo. Veíamos que se salía de lo normal de otros niños, entre otras cosas, los problemas que daba en el colegio. Él era algo diferente. Se montaba en sitios peligrosos, no tenía consciencia del peligro extremo. En el colegio se pegaba con los compañeros, era impulsivo. También tenía falta de atención. Sufrió acoso escolar por ser diferente". Este es el relato de un padre de la Asociación de Familiares de Niños Hiperactivos de Cádiz (Afhip). Francisco G. Almagro explica por todas las dificultades que pasó su hijo Pablo. Se lo diagnosticaron a los 6 años, cuando alguien de la escuela le indicó que quizás su hijo tuviese TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad).

"En el colegio se pegaba con los compañeros, era impulsivo"

A pesar de que fue alguien del colegio quien le advirtió de ello, cuenta que el centro educativo no se volcó con su hijo. La mayoría de los profesores no entendían el problema. Hacían caso omiso, era un niño conflictivo. Un niño que estaba mal educado, que el problema venía desde el entorno familiar y se acabó", recuerda. "Tuvimos que huir de todo", añade. Pasaron por muchas vicisitudes, comparte que incluso son apartados en el círculo familiar: "Nosotros en muchas celebraciones de cumpleaños de amigos o familiares no éramos invitados. Llega un momento que te preguntas qué está pasando aquí, en cierta forma entendíamos que teníamos un niño problemático y a partir de ahí fue cuando empezamos a preguntar, a intentar saber qué le ocurría a nuestro hijo".

Pablo era impulsivo, no atendía en clase, era nervioso, no paraba de moverse. Su padre comenta que estuvo apuntado a natación, judo, fútbol... Pero de todo se cansaba. El día que Francisco abrió los ojos fue cuando asistió por primera vez a unas jornadas de este colectivo: "Claro, nuestro hijo coincidía en todo lo que decían". Dice que normalmente las personas con este tipo de trastorno enfocan su interés en una sola cosa y luego, al poco tiempo, se aburren y la dejan por otra. "No se concentran, se les va la cabeza en otra cosa con mucha facilidad". Para poder superar dichas dificultades la familia al completo empezó a tener sesiones con una psicóloga particular. Al final no termina siendo el problema de Pablo, sus padres sufren una frustración constante.

"El TDAH es hereditario, pero no se hereda el trastorno, sino la vulnerabilidad"

¿Cómo nace este tipo de trastorno? Javier Quintero, especializado en el tratamiento del TDAH en niños, adolescentes y adultos, arroja un poco de luz. "Al ser un trastorno implica que el origen último no se conoce, lo que sí sabemos es que tenemos una causa genética. El 70% se explica por la genética. Es hereditario, pero no se hereda el trastorno, sino la vulnerabilidad", explica. Porque haya antecedentes de TDAH en la familia no significa que se tenga directamente, sino que si se dan las condiciones oportunas es probable que el trastorno se reproduzca. Por otro lado, es una enfermedad que "debuta en la infancia, casi nunca se resuelve en la adolescencia y persiste en la edad adulta en un porcentaje importante". Sin embargo, Francisco cuenta que su hijo ha mejorado muchísimo. Va a cumplir 18 años, está cursando primero de Bachillerato y que "ya no se medica", expresa con una sonrisa.

Los famosos "falsos positivos"

Este trastorno lo define Sir George Still a principios del siglo XX, pero en Andalucía no se establece un protocolo de detección en el ámbito educativo hasta junio de 2015. Es en la escuela donde empiezan a aparecer los primeros síntomas: falta de atención, exceso de la motricidad, impulsividad... No obstante, este comportamiento es habitual en los menores. Bajo esta sintomatología es cuando se suelen dar los "falsos positivos".

"Hay que hacer un diagnóstico diferencial muy serio a nivel psicológico y a nivel médico a través de los equipos de orientación o a través de los pediatras. Hay otros muchos trastornos que dan la sintomatología, pero no es TDAH y el tratamiento es distinto", explica la psicóloga de la directiva nacional de psicología educativa, Carmen Montes. Por ejemplo, el autismo y la epilepsia son enfermedades que provocan un déficit de atención e hiperactividad. Pero también "hay trastornos más leves que pueden dar estos síntomas, como la falta del límite educativo; niños de entornos socio deprimidos; niños que están sufriendo una crisis porque ha fallecido su padre; por una crisis de celo... puede haber episodios puntuales transitorios que desaparecen en el tiempo. Parece que es  TDAH, pero no". Montes indica que para asegurarse de qué trastorno se trata, el problema debe persistir durante seis meses e insiste en realizar un diagnóstico adecuado.

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Claudia González Romero

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