"Trabajé para una agencia de empleo que quería que trabajara de sol a sol, de siete de la mañana a diez de la noche, por lo que me daba 1.300 euros. Tú llegas y piensas que es dinero, pero claro, te manda desde Espartinas hasta Polígono San Pablo para limpiar durante más de 8 horas diarias en diferentes casas... Él me pagaba 5 euros la hora, y estuve allí unos dos meses hasta que un día descubrí que estas personas le pagaban a él de 10 a 12 euros la hora que yo trabajaba. Ahí empezó mi indignación", cuenta Jaqueline Amaya (Perú, 1974), vicepresidenta de la Asociación de Empleadas y Empleados del Hogar de Sevilla y portavoz de la Plataforma Empleo del Hogar de Sevilla.
Jaqueline reside en Sevilla desde hace 11 años, el mismo tiempo que lleva trabajando en España como empleada del hogar. "Me vine con un contrato como administrativa, pero vivir la crisis me hizo buscar más trabajo como empleada de hogar, porque es lo que había". Las condiciones laborales para este sector "eran malas", además de venir acompañada de insultos, vejaciones, desprecios, estafas... "Y con el tema de la crisis, el hecho de pagar las horas de más de la Seguridad Social, no les convenía. Y a mí tampoco, me limitaba mis ingresos", comparte la vicepresidenta de la asociación que ella misma funda junto a otras 30 mujeres en 2016.
Por aquel entonces, ¿qué significaba ser empleada del hogar? "Aquí en España es considerado un trabajo de segunda clase. Somos consideradas como sirvientas, esclavas, trabajadoras de segunda. Incluso no se reconoce ni como trabajo lo que nosotras hacemos", responde Amaya. Son (mal) bautizadas como la "asistente" o la "chica que me lleva la casa", pero deben ser consideradas como la trabajadora que te ayuda a que otras familias puedan conciliar la vida laboral y familiar. "El trabajo que nosotras hacemos es tan importante como cualquier otro. Y como lo hacemos dentro de las casas, que no es un trabajo que en cierta manera cree productividad, no se visibiliza", denuncia.
Antes de que la asociación surgiese como tal, Jaqueline Amaya recuerda esas primeras reuniones donde cada una compartía sus experiencias de abuso y maltrato psicológico. Entre todas se reconocían, se veían reflejadas. Y con la unión, llegó el empoderamiento de las trabajadoras del hogar. "Tuvimos una compañera refugiada, que huía del maltrato de su pareja y que aún no tenía todos sus papeles en regla cuando empezó a trabajar como empleada en una casa. Ella aceptó las condiciones de trabajo: limpieza de la casa, plancha... Pero poco a poco le llegaba más carga de trabajo y cuando ella reclamó un nuevo contrato, la señora empleadora le faltó al respeto, la insultó, le pegó y la dejó en la calle, con sus cosas dentro. Esta señora está pendiente de juicio por cómo la maltrató, desde hace ya tres años", narra.
La portavoz de la Plataforma también cuenta el caso de una compañera que dejó de trabajar tras el maltrato psicológico al que estuvo expuesta durante meses como empleada del hogar en una casa. "Ella lo grabó con el móvil y me llamaba casi todos los días, a las once de la noche, mal de los nervios. No puedo vivir, tengo miedo de que esta persona algún día me haga algo, me decía. Quedó tan mal psicológicamente que le ha costado encontrar trabajo", asegura Amaya.
Un detalle de las manos de Amaya durante la entrevista concedida a lavozdelsur.es. FOTO: MANU GARCÍA.
Las empleadas del hogar, colectivo compuesto en más de un 95% por mujeres (un 70% de ellas son migrantes) y que carece de un convenio laboral en España, luchan a día de hoy por conquistar los derechos que el Gobierno aún no les reconoce. El pasado 20 de julio comenzaron una serie de movilizaciones a nivel estatal contra la enmienda 6777 aprobada junto a los presupuestos para 2018 que no reconocía todos los derechos a las trabajadoras de hogar y de cuidados. "Pedimos igualdad de derechos que el resto de trabajadores. Tenemos discriminaciones que son diferentes. Por ejemplo, no tenemos prestación por desempleo, las cuotas de cotización de nosotras no son altos, por tanto, no podemos cotizar por el paro", señala la vicepresidenta de la asociación sevillana.
No obstante, este asunto se encuentro hoy en la agenda política, ya que las empleadas presentaron un informe con 75 medidas, entre ellas: una inspección de trabajo efectiva, un control de las agencias de trabajo, contratos por escrito (más de 200.000 empleadas del hogar trabajan a día sin contrato), garantizar los derechos de las personas migrantes y desarrollar una política pública de cuidados.
En la presentación de la escuela de verano municipalista 'La Común', loa ponentes hicieron especial hincapié en la necesidad de los cuidados. Porque una representación política que no se cuidan entre ellos, no podrán cuidar de la sociedad. ¿Por qué los cuidados es un trabajo que no se valora en España?
El tema de cuidados es tan importante... y no está en la agenda política. Si se habla de esto en una sociedad capitalista, que piensa más en el dinero, en el desarrollo económico que en el tema de la persona, porque nosotras cuidamos la vida misma, cuidamos el sostenimiento de las familias. Es tan importante porque yo permito, con el trabajo que yo realizo, que se concilie la vida familiar. El día que yo voy a trabajar esta persona puede ir a trabajar, porque deja a sus hijos o a sus familiares queridos con alguien de confianza, que está haciendo un trabajo, que luego ese trabajo es retribuido. Y ella entonces va a trabajar, y ese trabajo que ella genera, genera una producción, genera una riqueza por el país. Nosotras activamos un mecanismo mucho mayor, y de repente el Estado no lo reconoce, y la sociedad en sí no lo reconoce, y por eso lo invisibilizan, porque es un trabajo históricamente atribuido a la mujer.
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