Lara Villar Sanz, objetivo esperanza: "África huele a felicidad"

La fotógrafa jerezana puso a principios de año el objetivo de su cámara en el continente africano para hacer visible la labor de Bethany Kids, una ONG que se encarga de tratar a niños con algún tipo de discapacidad

La jerezana Lara Villar Sanz, con la cámara, en su casa de Madrid.
La jerezana Lara Villar Sanz, con la cámara, en su casa de Madrid.

Una excepcional minoría

El epígrafe que encabeza esta entradilla no llama a engaños: solo el 10% de los niños diagnosticados en África con algún mal, sale adelante. El resto, el 90% de los que tiene cualquier tipo de discapacidad, bien física o neurológica, es apartado del derecho a la educación y condenado por tanto a no tener la menor oportunidad de inserción laboral. Quien dice esto sabe de lo que habla. 

La fotógrafa jerezana Lara Villar Sanz (1987), ha estado en numerosas ocasiones en varios de los rincones del África herida, que no es la que sale en los trípticos de las agencias de viaje que venden playas de ensueño o safaris fotográficos, sino el de las casas de adobe y hojalata, el de las casas sin agua corriente, sin luz. Sin nada. Aunque Lara asegura: “Sin nada, no. En cualquier rincón que pises hay un aura de felicidad y una vibra tan bonita… que ya quisiéramos algunos en Occidente”. 

En Marruecos —corría el año 2012— Lara descubrió su pasión por la fotografía documental, esa crónica donde, más que nunca, una imagen vale más que mil palabras. 

Lara Villar ha viajado mucho al continente africano, pero también ha visitado Asia: Vietnam, Camboya o Malasia, fotografiando siempre a los más vulnerables de una sociedad desigual e injusta: los niños. No obstante, ha sido en África donde Lara ha encontrado su camino. Un sendero de espinos y piedras en los que la actitud resiliente de sus habitantes no deja de sorprenderle. Tanto, que ha querido que éste sea el leit motiv que sirva de hilo conductor en las historias de su último proyecto. La temática elegida retrata a la (según la ONU) “minoría más grande del mundo”: los discapacitados.

En un recorrido por lugares como Uganda, Kenia o Etiopía, donde lo normal –por el estigma social y las creencias arraigadas de considerarse un castigo divino–, es el rechazo, la discriminación e incluso la muerte. Se estima que más de 80 millones de personas en África tienen alguna forma de discapacidad. Así es, desgraciadamente, el padecimiento de los desheredados de ese punto en el mapa.

Pero no siempre la tristeza y la muerte ganan en África. A veces aparecen unas manos salvadoras (y sanadoras), como en el caso de Dan, uno de los críos de este reportaje, cuya historia tiene un final feliz.

Una fotografía nos puede llevar a un punto distante de donde estamos, pero rara vez nos detenemos a pensar que en ese lugar hay un olor o un sonido. En las fotografías de Lara Villar, el eco, muchas veces, son llantos o gritos de dolor.

Gritos que no percibimos, pero están. Lágrimas que no vemos pero humedecen la piel de quienes sufren. En un hospital donde el padecimiento de los más débiles es una constante, la risa es un oasis en un desierto de heridas y patologías de toda clase. 

Cuando Lara entró en el Hospital Regional de Mbarara (Uganda), supo, o al menos se hizo una idea, de lo que se iba a encontrar allí. En una de las habitaciones estaba Kambale Dan, un crío de 9 años que sufrió una brutal descarga eléctrica que tuvo unas gravísimas consecuencias para él: amputación de un brazo y el 100% de su cuerpo cubierto por las quemaduras. "No sé si fue el más impactante de cuantos fotografié, o quizás es que fue el primero, pero sí que supe que el reto que me había(n) propuesto no iba a ser nada fácil". 

A Lara Villar se le pasó en ese momento todo por la cabeza: "¿Qué hacía ahí?, ¿sería capaz de hacerlo?". No estaba segura de tener la habilidad profesional para capturar el momento sin que sus emociones la afectaran o se interpusieran durante el reportaje. 

Las fotografías de Lara Villar Sanz muestran la labor de la Organización Bethany Kids, una asociación que lleva más de 20 años dando asistencia integral a niños discapacitados en todo el continente africano.

Eso de que la fotógrafa nacida en Jerez disparara sin mirar, como nos cuenta, no es una metáfora, ni mucho menos un juego de palabras. Fotografiar este tipo de cosas en un entorno tan extremadamente duro no es cosa baladí: “Hubo muchas veces que encuadraba la imagen a través de la pantalla y miraba hacia otro lado mientras presionaba el disparador para capturar ráfagas de fotos. Alguna saldrá”, pensaba. Y no era sólo el componente visual lo que hacía que esto fuese tan complicado, "es que el llanto del niño era abrumador", dice Lara a este periódico luchando con el nudo que se le hace en la garganta.

"Conseguí no derrumbarme en momentos como los que viví con Dan, que fueron muchos. Aprendí a lidiar con el nudo en la garganta. Me parecía que era el respeto y la profesionalidad que correspondía en ese momento, pero cuando realmente no tenía ningún estímulo visual que pudiese desencadenarlo, cuando no estaba trabajando, el autocontrol se desvanecía y acababa rompiéndome." 

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Las fotografías de Lara Villar Sanz muestran la labor de la Organización Bethany Kids. En la imagen, el pequeño Dan herido de gravedad tras una descarga eléctrica.

"El primer niño que fotografié fue el momento más duro, el más impactante"

No era la primera vez ni mucho menos que Villar Sanz había puesto los pies en África. De hecho, ya había estado varias veces, y prácticamente todos sus reportajes han tenido siempre el foco en comunidades vulnerables. Pero nada comparado a lo que se ve en esos rincones olvidados donde, como dice Bruce Willis en la película Lágrimas del sol, “Dios se fue de África hace mucho tiempo”.

Lo cierto es que para Lara todo fue muy diferente a lo que había visto y fotografiado hasta ese momento: “Supongo que por mucha preparación mental que haya previa a un viaje como éste, nadie está preparado para vivir este tipo de situaciones. En cuanto tuve a Dan enfrente, lo supe enseguida. No sé si se aprende o no, o quizás si se hace callo. El primer día fue muy duro, pero igual de bonito a la vez. No es que deje de impactarte, pero cada día se hacía un poco más llevadero. También pienso que no sé si en otro punto del mapa hubiera sido igual, pero es que ellos… están hechos de una pasta especial. ¿Recuerdas el aura de felicidad de la que hablaba?, aunque quizás parezca imposible de creer viendo estas fotos, aún en las camillas de las historias más desgarradoras, siempre estaba presente. Y esto es algo que, si no has ido, no podrás entender".

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Una niña da pasos hacia su recuperación en el Hospital Regional de Mbarara, Uganda. 

Presentábamos a Lara y a Bethany Kids como una puerta a la esperanza, donde la muerte, a la que jamás puede vencerse ni en África ni en ninguna parte, al menos retrocede. Los niños a los que ayuda la Asociación tienen muchas más posibilidades de supervivencia, de tener un futuro que de inicio, ya es la simple oportunidad de vivir. 

Dentro de la realidad tan cruda que se ve, de lo difícil que es hacer las fotos y las historias que llevan consigo, son pacientes de Bethany Kids, y esto, allí, es un milagro que les ha caído del cielo. En el caso de Dan, por ejemplo, era una cirugía que necesitaba una rehabilitación que aún prosigue, y que le ha hecho mejorar muchísimo para volver al colegio, preocupación que el crío tenía por encima de sus heridas. Había otros casos de chicos con espina bífida que, o bien no podían mantenerse en pie solos, o necesitaban muletas para poder hacerlo. “El hecho de que yo los documentara, por estar en esta Organización, significaba que formaban parte de esa minoría que contaba con todos los cuidados necesarios para paliar su enfermedad y, en muchos de los casos, accederían a una silla de ruedas”.

Pero no todo son siempre buenas noticias. Por desgracia, muchas veces la vida –también la vida digna, que no es poco– se reduce a unos porcentajes, a unos números fríos que, acaso en la distancia, no tengan el poder ni la fuerza de las fotografías de Lara Villar. “La media de cirujanos pediátricos en Africa es desoladora, 1 por cada 4 millones de niños. Fue algo que desconocía por completo. Hablé bastante con los 3 que conocí, que después de esta cifra, eran toda una eminencia en el país, así que fue todo un honor poder estar con ellos; siempre tan dispuestos a compartir su tiempo conmigo".

"Cada país es diferente, pero, por ejemplo, los únicos cirujanos pediátricos que existen en Sierra Leona y Madagascar fueron formados por Bethany Kids. Lugares como Uganda, tienen una escasez crítica: 1 cirujano pediátrico por cada 5 millones de niños. Según me informó Peter Lublink, director ejecutivo de la Asociación, todo lo que sobrepasa de un cirujano por cada 250.000 niños aumenta la tasa de mortalidad considerablemente”, asegura Lara, recogiendo informaciones de los propios médicos.

"En Kenia, el 45% de 100 mujeres entrevistadas, madres de niños con discapacidad, aseguraron haber sido presionadas para matar a sus bebés"

Otra particularidad que enquista y agrava la situación de estos niños en la mayoría de los países africanos: padres y madres no quieren normalmente hacerse cargo de niños con algún tipo de problema físico o psicológico. Se esconde al crío que apenas recibe cuidados porque están estigmatizados debido al mal que les aqueja. Son los abuelos quienes, en el mejor de los casos, extienden sus manos y reciben a sus nietos para cuidarlos. Y en las áreas rurales el problema se acentúa con respecto a las ciudades por una cuestión de tradiciones mucho más arraigadas que en la urbe. 

"En Kenia, por ejemplo, de acuerdo con un estudio publicado en septiembre de 2018 por la ONG Disability Rights International,  el 45% de 100 mujeres entrevistadas, madres de niños con discapacidad, aseguraron haber sido presionadas para acabar con la vida de sus hijos, cifra que asciende a un 66% en las áreas rurales", apuntan los últimos datos aparecidos en los medios. La situación es, cuanto menos, grave. 

Una de tantas labores de esta organización es sensibilizar a la población y reeducar a las familias para acabar con el estigma y el mito de que estos niños son fruto de sus pecados. Lara nos comenta, que la Asociación tiene una nueva actividad en su centro neurálgico de Kenia, se trata de una clínica móvil que les permite ir a zonas rurales y llegar a familias que de otra manera no podrían acceder a sus servicios sanitarios. Sin embargo, Villar Sanz nos comenta que “es un arma de doble filo, porque yendo a sus hogares, son conscientes de que contribuyen a que estas familias sigan escondiendo a sus hijos”.  

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Un niño en su silla de ruedas por los pasillos de un hospital en África.
Sorprendentemente, la África católica no abandona sus creencias ancestrales ni en escenarios tan dolorosos. En los casos de las madres con hijos discapacitados, ellas creen que sus hijos han nacido malditos. "Las madres tienen el convencimiento —explica Lara— de que tener esos hijos es un castigo divino por algo que han hecho mal en su vida. Incluso la infidelidad de sus maridos. Para bien y para mal, piensan que todo es producto de Dios. Cuando hacía las entrevistas, siempre intentaba terminar con “¿queréis dejar un mensaje de agradecimiento para Bethany kids? Pero apenas lo conseguí una o dos veces; la gran mayoría hacía caso omiso y respondían con un “Bendito sea Dios que nos ha salvado”. Si su hijo nacía enfermo, Dios los había castigado por haber hecho algo mal en sus vidas; si su hijo se curaba, Dios era quién había decidido darles una segunda oportunidad. Para bien y para mal, Dios siempre está presente en ellos". Era impactante verlos rezar, entraban en una especie de trance. Lo hacíamos cada mañana. Uno por uno, visitábamos las camillas de las madres y las abuelas de los niños enfermos, y el personal sanitario de la Asociación se encargaba de guiar la oración".

"Para bien y para mal, los familiares de estos niños siempre tienen presente a Dios"

¿Miramos para otro lado? ¿Somos conscientes de lo que se vive en los países más deprimidos de África, que es el caso que nos ocupa, o de tantos otros de la geografía mundial? Quizá las fotos de Lara Villar Sanz que ilustran este reportaje resulten desgarradoras, crudas. Lo son. Pero son imágenes que reflejan el día a día de unos hospitales donde, por suerte, los críos reciben la ayuda necesaria.

Sin embargo, la fotógrafa tiene claro que, en efecto, miramos a otro sitio; no nos gusta que nos recuerden, que nos hagan ver la realidad de la que no vamos a escapar si miramos a los ojos de Dan o de tantos otros necesitados. La zona de confort es eso: de confort, de comodidad. "Creo que todos, en cierto modo, miramos para otro lado. Convivimos con constantes desgracias ajenas; guerras, desastres naturales, la crisis de los refugiados. Además de las nuestras propias. Y lejos de criticar la actitud que podamos tener ante estas situaciones, supongo que es humano el salvaguardarse de caer en una empatía extrema que acabe perjudicándonos. ¿Egoístas? Quizás esto abriría un melón importante aunque tal vez no es momento de sacarlo. Pero sí que hay veces que acaso exista un extremo en él “a saber si llega” en el caso de las donaciones a las ONG, o en un “si fuera para comida...".

"Es más fácil mirar para otra parte, sí; y también soy consciente de que es más fácil empatizar con causas cercanas y locales, que con las injusticias de mi querido continente Africano. Pero esa es mi labor con estas historias, sensibilizar y hacer conectar a mi gente aquí, con lo que yo vi con mis propios ojos", concluye Lara Villar, quien en la actualidad está metida de lleno, de forma voluntaria, en la recaudación de fondos para ayudar a las víctimas que son tratadas por la Organización, Bethany Kids. Quien desee colaborar solo tiene que pinchar este link.

La sonrisa de África

Yo no he estado allí, pero me lo han contado sus ojos. Los de Lara a través del objetivo de su cámara, que captó tanto el sufrimiento que hasta escuché el llanto de Kambale Dan, quemada la piel y el alma. La vida. Escuchamos el tac-tac del paso de las muletas de la pequeña Amutuhaire Christine por los pasillos donde otros la miran en sus camas de metal despintadas. Quedarán por ver, por sentir, otros niños; como esa niña, Karungy Mercy, de tres años, que un día perdió toda la noción del espacio, del habla, de la motricidad y hubo que enseñarle todo desde el principio.

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La sonrisa africana, en una de las fotografías de Lara Villar.

Allí estaban, y allí estarán, los hombres y mujeres de la Asociación de Bethany Kids, dispuestos a esa batalla que se libra con los medios de que disponen gracias a las donaciones. Donaciones que van destinadas a financiar la formación de cirujanos pediátricos –la media es desoladora: 1 por cada 4 millones de niños– cubrir las cirugías, tratamientos postquirúrgicos, terapias de rehabilitación, sillas de ruedas y todo cuánto se necesite para que estos niños de esta parte del continente semiolvidado obre el milagro de la curación.

Dice Lara Villar, con esa esperanza suya, que los niños llevan en el corazón el agradecimiento: "África huele a felicidad", asegura. A pesar del dolor, a pesar de las lágrimas; a pesar de todo, África sonríe.

Sobre el autor:

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Juan Manuel Sainz Peña

Con más de 150 premios literarios nacionales e internacionales (Premio Iberoamericano de Novela, Verbum, 2019, finalista del Premio Juan Rulfo de novela en París, y ganador del Premio Internacional de Novela Bachiller Alonso López) es uno de los autores españoles más premiados de los últimos años. Ha dirigido programas en Onda Jerez Radio y colaborado con las emisiones locales de la Cadena SER. Del 2000 al 2004 escribió para Jerez Información. Desde 2003 hasta 2013, y de 2015 a 2019 fue colaborador y crítico teatral de Diario de Jerez.

 

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