La historia de una niña en la guerra de Bosnia: "Una vez me dieron un plátano y ni sabía qué era"

Kanita Mukanovic, nacida en Sarajevo, relata su vivencia en la II Jornada de Feminismo y Diversidad organizada por CEAin y alerta del peligro que sufren las mujeres durante estos conflictos armados

Kanita Mukanovic, antes de su intervención en la 'II Jornada sobre feminismo y diversidad'. FOTO: MANU GARCÍA
Kanita Mukanovic, antes de su intervención en la 'II Jornada sobre feminismo y diversidad'. FOTO: MANU GARCÍA

Kanita Mukanovic tenía apenas cuatro años cuando estalló la guerra en Bosnia, poco después de declarase su independencia de la antigua Yugoslavia. Era abril de 1992 y comenzaba un conflicto armado que se cobró la vida de 98.000 personas y provocó un millón de desplazamientos. Ella entonces no entendía nada. El sonido de misiles y disparos era normal en su infancia. Con sus amigos, jugaba alrededor de coches desvencijados, destrozados por las bombas. Por eso alucinó la primera vez que vio uno, “sin un rasguño”, durante un viaje a Holanda. “Cuando creces con la destrucción no conoces nada diferente”, relata Mukanovic, quien confiesa que todavía sufre ansiedad: “Siempre estoy esperando que pase algo, odio los fuegos artificiales”.

Bosnia se independizó de Yugoslavia en 1992, y entre ese año y 1995, sus habitantes sufrieron una guerra durante la que se cometieron todo tipo de atrocidades y delitos. Kanita y parte de su familia estuvieron más de 1.400 días sin poder salir de Sarajevo, su ciudad natal, en el que es el asedio más largo a una ciudad de la historia de la guerra moderna. El bloqueo era total y los bienes, escasos. “Era una niña desnutrida”, dice Kanita, “recibíamos un paquete de ayuda humanitaria, que decían que era ternera, pero se encontraba cualquier cosa”.

Los productos de primera necesidad, los pocos que había en el interior de Sarajevo, eran muy caros. “Los zapatos eran lo más difícil de conseguir”, recuerda. “No había luz para cocinar, había que hacer cola para coger algo de pan, mi madre trabajaba limpiando y el Estado le pagaba con bonos que podíamos canjear por pan o paquetes de comida”, relata Mukanovic durante la II Jornada de Feminismo y Diversidad organizada por Ceain bajo el título Todas las mujeres, todas las luchas, en el marco del proyecto Comunidades de Hospitalidad, financiado por Obra Social la Caixa. Su ponencia se titula Vida de mujeres y menores en contexto de conflicto armado y asedio. Desde mi experiencia como niña en la guerra de Bosnia-Herzegovina a la actualidad en la lucha contra la trata de personas. 

Un momento de la jornada celebrada en la Casa de las Mujeres de Jerez. FOTO: MANU GARCÍA

En su quinto cumpleaños, rememora Kanita, le regalaron una tarta de alubias. La pequeña veía a su padre cada tres o cuatro meses. “En la vida había cogido un arma, pero tuvo que hacerlo para irse al frente de batalla”, señala, mientras la madre se quedaba cuidando de ella y de sus hermanas, que aunque eran mayores que Kanita, recuerdan menos vivencias de la guerra. “No había comida, una vez una periodista me dio un plátano y no sabía ni qué era”, apunta. No había agua corriente ni electricidad y lavaban la ropa en el río.

“Mi madre iba a recoger agua a un camión cisterna una vez a la semana, pero con mucho cuidado, porque había francotiradores”, apunta. En las calles, de hecho, había carteles alertando: “Cuidado, francotiradores”. “Para que no te maten tienes que cuidarte mucho”, señala Kanita, y da un dato: el 83% de las víctimas de la guerra de Bosnia fueron civiles. Su ciudad, Sarajevo, fue destruida ante sus propios ojos. Durante su ponencia va mostrando fotografías. En una se ve el edificio donde vivía y a un vecino suyo. “Ese día escuchamos un misil y sabíamos que iba a caer cerca”, recuerda, por eso se escondieron detrás de una puerta. Cuando salió, vio a un hombre muerto en la calle.

“Hubo una destrucción total”, dice. De media, caían 329 misiles en Sarajevo cada día. El récord fueron casi 3.400 en apenas 24 horas. “El sonido era tan conocido que por las noches veía las luces y me preguntaba dónde caería”. Su experiencia durante la guerra, “cuando no tenía derechos”, ha hecho que Kanita quiera devolver la ayuda que recibió en su momento. Por eso estudió Derecho en la Universidad de Sarajevo y un máster de Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos en la Universidad de Cádiz. Actualmente gestiona el programa de prevención y lucha contra la trata de personas en Ceain.

Kanita Mukanovic, posando para lavozdelsur.es. FOTO: MANU GARCÍA

“En Bosnia había explotación sexual de niños durante la guerra porque no había ningún control”, señala. El 51% de las víctimas de trata son mujeres. El 72% de las personas explotadas sexualmente también lo son, según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. “He tenido experiencias muy malas, he visto cómo se intentaban aprovechar de niños muy jóvenes”, relata Kanita durante su ponencia, en la que recuerda que la trata incluye explotación sexual, laboral, mendicidad, tráfico de órganos, matrimonios serviles y menores soldados.

La bosnia da un dato importante: el 43% de las víctimas de trata están traficadas dentro de fronteras nacionales. “Uno de los mitos es que toda víctima de trata es inmigrante irregular. Una persona puede ser víctima en su país y con papeles en regla”, expone. España, de hecho, es uno de los cinco países de Europa de los que proceden mayor número de traficantes de Europa. En el país hay 45.000 mujeres y niñas víctimas de trata.

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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