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María Carrascosa, portavoz de la Plataforma Andalucía Libre de Transgénicos (PALT) presenta en Jerez un informe en el que habla de los efectos nocivos en la salud de estos alimentos, así como la "inseguridad, opacidad e irresponsabilidad" de los gobernantes en torno al tema.

Seguramente habrá oído hablar acerca de los alimentos transgénicos, aquellos que a través de ingeniería genética son modificados para incorporarles genes de otro organismo con el objetivo de producir un producto con las características deseadas.

En este sentido, muchas son las dudas que hay acerca de los transgénicos, sobre todo en cuanto a si su consumo es nocivo para la salud. Para dar un poco de luz a este asunto se creó la Plataforma Andalucía Libre de Transgénicos (PALT), que en la jornada de este miércoles presentó en el Centro Social Blas Infante un informe en el que se analizó precisamente el impacto de estos alimentos sobre la salud, así como la inseguridad, opacidad e irresponsabilidad en torno a ellos.

María Carrascosa, portavoz de la PALT, explica que ese riesgo no viene sólo de los pesticidas que se usan, también de las modificaciones genéticas que se les realiza a los cultivos y a los alimentos. “Produce entre otras cosas modificaciones en la composición en los alimentos que dan lugar a alimentos más tóxicos y a alimentos que producen problemas de alergia. Y otro problema ligado a la salud es la Transferencia Genética Horizontal, que es la posibilidad de que genes que están dentro de un alimento -o de un mal llamado alimento-, y que son extraños a ese alimento porque han venido a través de técnicas de ingeniería genética, puedan pasar a formar parte de nuestro cuerpo, y de ahí se pueden derivar un montón de problemas sanitarios”.

En cuanto a Andalucía, el transgénico que se produce hoy día es el maíz MON810, que tiene insertado el gen de una bacteria que hace que el maíz produzca su propio insecticida contra una especie de oruga. Este maíz no sólo va destinado a consumo animal, sino también al humano. El resto de transgénicos del que nos alimentamos son unos 47 en total, fundamentalmente remolacha, colza, soja y maíz, que se importan de terceros países.

Una de las cosas que siempre se han defendido de los transgénicos es que no necesitan tantos pesticidas, ya que, como en el caso del MON810, ellos mismos crean su propia defensa anti plagas. Así y todo, Carrascosa señala que “eso es lo que dijeron para que la gente se animase y pensara que son buenos, pero no es cierto. De hecho, el 70% de los transgénicos que tenemos autorizados en la Unión Europea son tolerantes herbicidas”, es decir, explica que son unas plantas a las que se las puede fumigar cuanto se quiera y no morirían. Así, países con larga tradición de transgénicos como Argentina y Estados Unidos han aumentado de manera exponencial la cantidad de herbicidas que usan. “La cantidad de residuos que tienen este tipo de transgénicos es muchísimo más alta que en otro tipo de cultivos”, sentencia la portavoz de la PALT.

"El 70% de los transgénicos que tenemos autorizados en la Unión Europea son tolerantes herbicidas"

En el informe presentado, la plataforma habla de “irresponsabilidad” y “opacidad”. “Irresponsabilidad porque entendemos que las administraciones públicas y los gobiernos deberían prohibir los transgénicos por una cuestión de seguridad pública, por lo que desde nuestro punto de vista es una absoluta irresponsabilidad el seguir fomentando el uso de los transgénicos. Y opacidad porque los gobiernos, tanto andaluz como español, no proporcionan a la sociedad civil los datos de dónde están las parcelas, qué superficie hay… Es muy difícil conseguir datos, y en el caso de la Junta de Andalucía, le venimos pidiendo datos sobre la superficie y la localización de los cultivos transgénicos y no nos las dan desde hace un par de años. Eso es opacidad y coartar el derecho de información de la sociedad civil”, afirma Carrascosa.

Esa “opacidad” de la que habla impide que se conozca la cantidad de transgénicos que se producen en Andalucía, pero la superficie que el Ministerio de Agricultura estima que se produce en nuestra comunidad ronda las 10.000 hectáreas, si bien de una manera que la PALT considera “poco seria”. Así, explica la portavoz de la plataforma que el ministerio estima esta cantidad en función de lo que las empresas de semillas comunican que han vendido en cada provincia. “Es decir, si una empresa le dice a la Consejería que ha vendido tantas toneladas de semillas en la provincia de Cádiz, a partir de ese dato y con una estimación de dosis de siembra, el Ministerio de Agricultura estima una superficie”.

En esta opacidad que hay sobre dónde se produce, dónde se vende o dónde se transforma, la PALT denuncia que “la sociedad civil no tiene acceso a nada de eso. Lo que hay es una guía roja y verde de Greenpeace con los productos en los que hay sospecha de que puede haber transgénicos. Los sospechosos están en una lista roja y los que no, en una verde, y con esa guía ya podemos replantearnos qué productos comprar”. De otro lado, explica Carrasposa que en Europa hay un reglamento de etiquetado, que también se aplica en España, si bien “es un reglamento bastante tramposo, porque solamente etiqueta los alimentos como transgénicos cuando tienen un 0,9% por ingrediente, por lo que si tienen menos no están obligados a etiquetarlos. Además, tampoco se etiquetan la carne, los huevos y la leche que vienen de animales que han sido alimentados con transgénicos, y tampoco se etiquetan aditivos y otro tipo de ingredientes. Así que desde ese punto de vista tenemos un reglamento de etiquetado que ni es suficiente y además es muy tramposo”.

La PALT entiende que "en Andalucía se pueden hacer cosas mucho más inteligentes que agricultura transgénica, sobre todo cuando tenemos alternativas y sistemas agrarios que funcionan muy bien y que están dando buenos resultados desde hace miles de años: agricultura ecológica, variedades locales, circuitos cortos de comercialización… Las apuestas deben ir por ahí, y no por sistemas que entrañan problemas y que están ligados al uso de pesticidas que son muy agresivos. Ese camino es un camino que nos lleva al fracaso”.

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Jorge Miró

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