"Y la princesa de la vida real, se libró de sus grilletes —sin la ayuda del príncipe— para ser quien quería ser y no lo que debía. "Todas somos feministas o por lo menos lo intentamos", exclama un grupo de 13 madres que el próximo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, interpretarán la pieza teatral Despertando a la princesa —escrita por Desirée Ortega para el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM)— para todos los cursos del colegio Federico Mayo. La obra, dirigida por Pili Amador, jerezana de 22 años que realiza prácticas de Trabajo Social en el centro educativo, busca sensibilizar al alumnado en materia de igualdad de género con la ayuda de la familia. Pero en este sentido, las madres lamentan que no haya padres implicados en la función.

"Me hubiera gustado haber visto a un hombre vestido de hada, por ejemplo", destaca Rocío Armosín, que interpreta al "hada mala" de la historieta. "Lo que se trata es que el hombre se incorpore en los espacios femeninos. Compartir el espacio, eso es lo queremos enseñarle a los niños", agrega. Si bien los padres también estaban llamados a participar en la pieza teatral, "la mayoría trabaja" con turnos partidos o a jornada completa. ¿Y vosotras no trabajáis? "Digo, trabajamos 24 horas en casa y en el cole, sin nómina", responde con arte, y de manera ácida, Marta Palazón, la narradora del cuento y presidenta de la AMPA del CEIP Federico Mayo. Según las últimas cifras de la Encuesta de Participación Activa (EPA) el 75% de los contratos a tiempo parcial están firmados por mujeres, y, como recoge eldiario.es, en España 400.000 mujeres trabajan a jornada parcial debido a las obligaciones familiares, una tarea que siguen soportando las mujeres como si fuese una labor innata.

A pesar de esta desigualdad llamada "techo de cristal", estas madres jerezanas de la barriada Federico Mayo, conocida popularmente como 'El Chicle', celebran que al menos uno de los dos tenga un puesto de trabajo remunerado en los tiempos que corren. Lo que supone que de algún modo, ellas no puedan ser del todo independientes económicamente hablando; y es que en España hay más mujeres en paro (un 18,4%) que hombres (un 15%).

Más allá del corsé patriarcal impuesto en el sector laboral, este grupo de mujeres quieren que la princesa, la protagonista de la obra, se libere y sea independiente. Es lo que van a intentar transmitir a los escolares, una lección que trasversalmente también les afecta a ellas. "Ya estábamos liberadísimas", ríe una de las madres, pero todas están de acuerdo enque el colegio "nos ha abierto un poco los ojos, nos ha ayudado a ver otras perspectivas". "Y yo siento que cada vez nos vamos sintiendo más libres de hablar de lo que nos de la gana", expresa Sonia Arroyo, madre que trabaja en el comedor del centro escolar y la princesa de la obra.

"Un capitán de marina/siete hijos le dio Dios/ y tuvo la mala suerte que ninguno fue varón”. Así comienza la función, con la voz en off de la abuela de la princesa que en este caso es interpretado por Palazón. En este universo inventado por Désirée Ortega —que poco se aleja de la realidad—, la pequeña de las princesas "quería servir al rey, vestidita de varón". "¿Por qué tuvo mala suerte el capitán?", le pregunta la princesa a su abuela, en la primera escena. Esta la mira y le dice: "Siempre preguntas lo mismo". A lo que la joven princesa le replica: "Nunca respondes. ¿Por qué “vestidita de varón”? ¿Por qué a escondidas?". Y es entonces cuando la abuela sentencia: "Una verdadera princesa nunca hace preguntas". Dando pie, desde un principio, a los límites a los que deberá enfrentarse la princesa.

En la obra interpretada por las madres jerezanas, Sonia Arroyo es la princesa que quiere liberarse de los roles que le son impuestos por nacer como tal; Carmen María Aguilar, interpreta al "príncipe encantado de haberse conocido", narcisista y machista; Petra García, es el hombre encantador que no quiere casarse; María José Olmo, da vida a la "hada buena" para la sociedad, que le marca las pautas patriarcales a la princesa; Rocío Armosín, es el "hada mala" para el establishment, que empodera a la princesa para que sea libre y pueda cumplir sus sueños; Lorena Moreno y Rocío Zúñiga, que interpretan a las ayudantes de la "hada buena"; Rafaela Flores, en el papel del príncipe encantado en forma de sapo; y Verónica Cortés, Carmen Álvarez, Bárbara Aguirre, como "muñecas neumáticas", barbies superficiales, que solo desean casarse con el príncipe.

Entre risas incansables, todas se divierten interpretando los diferentes roles y realizando algunos talleres que Pili organiza talleres de educación emocional. En consenso, dicen que una de las razones por las que participan en el teatro es para ver la cara de sus hijos cuando las vean actuando.

"Es por la ilusión de nuestros niños y también para que vean que las madres también sabemos hacer algo", resalta María José Olmo, el "hada mala" de la película. "Anoche me acosté a las tantas limpiando y haciendo la comida para venir hoy aquí", ensalza Bárbara Aguirre. Además de hacer un esfuerzo extra para contemplar la luz que desprenden sus hijos cuando ellas estén encima del escenario, también quieren educar en valores, tarea que, según estas madres, realiza a diario el colegio Federico Mayo.

"Aunque la sociedad nos diga que tenemos que ser de una forma, nosotras decidimos ser lo que queramos"

Al final de la obra, —alerta spoliers— la princesa se enamora del hombre encantador, pero este no desea casarse. "Ella lo respeta y cada uno por su lado". Así termina la función, demostrando que cada uno "puede y debe hacer lo que quiera" sin necesidad de que otra persona, ajena a él, le diga lo que tiene que hacer. Esta es una de las ideas que más atormenta a las madres.

Rocío Zúñiga explica que su hija es una gran amante del fútbol y que ella, por ir siempre en chándal y no vestir falda, sus compañeros la insultan a diario al grito de "macho". Al hijo de Lorena Moreno le ocurre algo parecido, ya que con 7 años, su pequeño se quedó prendado de la película Frozen, y los Reyes le trajeron una maleta escolar de la temática, y por eso, "sus compañeros se metían con él". "Mi hijo tiene su falda de tul, porque su prima también la tiene", enlaza Sonia. Y así, todas conversan resaltando comentarios sexistas que han sufrido sus hijos al elegir un camino "prohibido por la sociedad".

"Los niños hacen lo que ven, y a mi hijo le gustaba pasear con el carrito de muñeca porque en casa de su abuela siempre lo ha visto. Pero mi suegro, que tiene 57 años, le increpaba diciéndole, ¡No hagas eso, que es de niñas! A lo que yo le pregunté a él, ¿Nunca ha tirado usted del carrito de su bebé? Y me respondió que no. Y ese es el problema, el problema de la sociedad que tenemos", relata Carmen María Aguilar. Por ello, un grupo de mamás del Federico Mayo, sin complejos algunos, se disfrazan y juegan a representar una obra para que sus hijos interioricen que lo que siempre se ha hecho, no tiene por qué ser lo mejor, ni lo correcto. ¿Qué habéis aprendido vosotras con este teatro? "Que aunque la sociedad nos diga que tenemos que ser de una forma, nosotras decidimos ser lo que queramos".

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Claudia González Romero

Periodista.

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