No, la vacuna no puede generar brotes, aunque medios 'de prestigio' lo dejen entrever en los titulares

El inyectable no contiene el virus, ni activo ni inactivo, sino instrucciones para que nuestro cuerpo actúe y se eviten los cuadros más graves. No ha dado tiempo a que las personas en residencias que sufren brotes hayan desarrollado inmunidad antes de haberse contagiado

Vacunación contra el SARS-Cov-2 en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, hace unas semanas.
Vacunación contra el SARS-Cov-2 en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, hace unas semanas.

La enorme bola de desinformación afecta como nunca antes en tiempos digitales a unos hechos de enorme trascendencia, la pandemia de coronavirus. La ciencia, a veces, no es necesariamente intuitiva, y es complejo como un temario de una carrera de Medicina: para entender algunos detalles, es necesario llevar mucho tiempo formándose. No es fácil y en algunos casos, como cuando vamos al médico, no queda más que confiar en base a cuestiones simples como que no es posible mantener a cientos de miles o millones de científicos y sanitarios en una especie de complot, como acaban defendiendo los conspiranoicos, porque una mentira así sería endeble. Y que participarían entonces los propios ingresados en plantas covid y las familias de enfermos y fallecidos. Una locura.

A medida que avanzaba la pandemia, con todas sus olas y reaperturas, nuevas medidas de gobiernos iban recibiendo rechazos y los negacionistas alertaban de cosas que luego no sucedían, incurriendo a menudo en contradicciones básicas: están los que dicen que el virus es mentira y los que dicen que es que quieren asesinar a millones de personas, o los que la mascarilla era un veneno, o que el virus llevaría un microchip. Pasan los días, la mentira caduca y surgen algunas nuevas.

La última gran falsedad está relacionada con los tristes brotes de las residencias de ancianos a lo largo del mes de enero, cuando han empezado las vacunaciones. En plena tercera ola, la que más contagios detecta y la que más ingresados por covid conlleva, viene como resaca de las fiestas de Navidad. Una situación dura por la que muchas familias -en su mayoría cada vez más cercanos- han perdido a un familiar. Lo peculiar de esta tercera ola es cómo algunos medios considerados de referencia están jugando a la teoría conspirativa. No dicen nada que sea falso, pero dejan abierta la posibilidad en los titulares a que puede haber relación.

Lo que conlleva esa información, lo noticiable, es la mala suerte de esas personas que han comenzado con el proceso de vacunaciones pero se han infectado sin que dé tiempo a que se inmunicen. Y ofrece un servicio a la sociedad, contar lo que ocurre, que esté informada. O que sea consciente de los riesgos y del dolor que está causando el covid.

La cuestión es que las autoridades sanitarias han explicado en multitud de ocasiones que entre la primera dosis y el desarrollo de inmunidad hay un espacio de un mes. La inmunidad no es total y en un 5% de los casos cuando la vacuna tiene una efectividad del 95% falla, y que sobre todo ayuda al organismo en los casos de unos síntomas potencialmente peligrosos, para que no ocurran y cuesten vidas.

Pero, haciendo sencillas matemáticas, basta entender que ni siquiera se ha logrado inmunidad total entre las personas afectadas por covid en estos momentos, porque los síntomas llegan a aparecer hasta 10 días más tarde, significa que la infección ya estaba en el cuerpo antes de que culminara ese proceso. Pongamos el caso de una residencia que ha recibido la segunda dosis a mediados de enero. Hasta casi finales del mes no puede comenzar a hablarse de inmunidad. Si hoy, a 5 de enero, tiene síntomas que confirman un positivo, significa que el contagio es previo al desarrollo de inmunidad.

Este tipo de cuestiones las obvian algunos medios considerados de prestigio. Lo noticiable es, insisto, la mala suerte, no que la vacuna no funcione, porque de ser así, aún es pronto para saberlo, y toda la evidencia científica apunta a eso. Y no solo la evidencia, sino el sentido común. Lo aclara el CDC, el organismo estadounidense sobre control de enfermedades, en un artículo muy sencillo -todo lo posible cuando se habla de algo tan complejo- sobre las vacunas ARNm, y de la que se extrae una conclusión principal que desmonta ese interés en dejar caer que existe causa-consecuencia entre vacuna y contagio: esas vacunas con una técnica novedosa -que no desconocida hasta ahora- no inoculan el virus, ni siquiera inactivado.

"Las vacunas de ARNm contra el Covid-19 les dan instrucciones a nuestras células para que produzcan una porción inocua de lo que se conoce como proteína Spike. La proteína Spike está presente en la superficie del virus que causa el Covid-19", explica el CDC.

"Una vez que las instrucciones (ARNm) se encuentran dentro de las células inmunitarias, las células las usan para producir una porción de la proteína. Una vez que nuestro organismo creó esa porción de proteína, la célula descompone las instrucciones para deshacerse de ellas (...). Nuestro sistema inmunitario reconoce que la proteína es un cuerpo extraño y comienza a generar una respuesta inmunitaria y producir anticuerpos, como sucede cuando se produce una infección natural contra el Covid-19", añade.

"Al final del proceso, nuestros organismos habrán aprendido cómo protegerse contra futuras infecciones. El beneficio de las vacunas de ARNm, como el de todas las vacunas, es que las personas que se la aplican tienen protección sin correr el riesgo de sufrir consecuencias graves de contraer el Covid-19".

Por lo tanto, si el virus no está presente en las vacunas, como pasaba con otras que sí nos ponemos, tanto las obligatorias infantiles como las que no lo son, no puede generar un brote. Ese brote tiene otro origen. No hay más. Si el tiempo señala que una vacuna es menos efectiva de lo estudiado hasta ahora, serán los científicos -dependiente de las autoridades sanitarias o independientes- los que alerten. Lo demás es pensar que es un complot de millones de personas y redundar en argumentos antivacunas que son previos a la pandemia, y que son un mal en Occidente tras muchos bulos históricos, especialmente en Estados Unidos. Y el medio que no actúe con esa responsabilidad está siendo, por definición, irresponsable. 

Sobre el autor:

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Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

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