La noche del 2 de diciembre todo parecía más fácil. Las derechas habían ganado Andalucía. Los resultados eran tan evidentes que no había dudas de que de alguna forma se podrían de acuerdo. Casi dos semanas después, las cosas no están tan claras. Mientras que Partido Popular y Ciudadanos se estuvieron echando la pelota los primeros días entre quien se postulaba a la investidura como presidente de la Junta de Andalucía, la formación naranja cedió y dio la confianza al candidato de la segunda fuerza más votada el 2D, Juanma Moreno.
La primera reunión oficial entre ambos partidos tuvo lugar este martes. Y ambas formaciones coincidieron en que había predisposición para un acuerdo que trasciende el de investidura. Partido Popular y Ciudadanos gobernarán juntos la Junta de Andalucía, con la presidencia de Juanma Moreno y la vicepresidencia de Juan Marín. Gobernarán, eso sí, si Francisco Serrano y los once diputados de Vox dan el sí. En caso contrario, iríamos encaminados con toda probabilidad a unas nuevas elecciones autonómicas.
Albert Rivera y Juan Marín han pedido públicamente al PSOE ya en varias ocasiones que deje gobernar a PP y Ciudadanos y que se abstenga como "fuerza constitucionalista". La idea que contempla Ciudadanos es no tener que pasar por Vox, algo que parece importarle mucho menos al Partido Popular, dispuesto incluso a plantear algunas de las medidas programáticas de la formación ultraderechista, como el cierre de Canal Sur.
El abrazo entre Juan Marín y Juanma Moreno este martes durante las negociaciones entre PP y Cs. Foto: PP Andaluz.
No obstante, ambas formaciones están en una encrucijada con difícil salida. El laberinto político en el que están sumidas ambas formaciones pasa o por Vox o por el PSOE. Y más allá de la voluntad de acuerdo que tengan entre ellas, los apoyos cosechados no suman. La pelota que en un principio se echaban entre ellos, está realmente en el tejado de otros.
El informe contra las políticas de Hungría que dividió al PP y la alianza anti-populista que suscribió Ciudadanos
Sancionar o no sancionar al compañero Orbán, esa era la cuestión. El pasado mes de septiembre una resolución en el Parlamento Europeo tenía como objeto sancionar al presidente de Hungría, Viktor Orbán, cuyo partido Fidesz teóricamente está las filas de los populares europeos, por sus políticas contra las personas migrantes, la corrupción, el abandono a las víctimas de la violencia de género o la vulneración de la libertad de prensa y de la independencia universitaria.
Mientras que la mayor parte de los populares europeos votaron a favor del informe, ninguno de los eurodiputados del PP español votó a favor. Tres votaron en contra, junto a la extrema derecha, cuatro se ausentaron y nueve se abstuvieron alegando que el informe "situaba al órgano político, el Parlamento, en funciones jurídicas".
Muy distinta fue la situación de Ciudadanos, que poco después se sumó a un manifiesto que suscribía, literalmente, su rechazo a Orbán, a Le Pen y a Salvini, entre otros líderes euroescépticos o situados en la extrema derecha. "No se trata solo de superar de una vez por todas las divisiones que han caracterizado a la política europea en los últimos años y que han llevado al callejón sin salida actual; se trata de reafirmar con firmeza que todos los Orban, Le Pen, los Salvini de Europa no pueden hacer otra cosa que incriminar a la Unión, acusarla de todos los males sin proponer nada constructivo, sin siquiera acordar una respuesta única. Si quieren destruir, nuestro trabajo es proponer", suscribía uno de los párrafos de dicho manifiesto.
Guy Verhofstadt, de los liberales, junto a Albert Rivera y otros líderes de Ciudadanos, en las elecciones del 20D
El europeísmo que promueve precisamente el líder de los liberales europeos, Guy Verhofstadt, es el que comparte Emmanuel Macron o el propio Albert Rivera. Un proyecto que va radicalmente en contra de los aliados en Europa de Vox, que el manifiesto tacha de "políticos populistas para quienes la Unión es una anomalía de la historia que debe abandonarse".
Ciudadanos y Vox, una ecuación complicada
Junto a Vox, el gran vencedor de las elecciones andaluzas del 2 de diciembre fue Ciudadanos, que duplicó sus apoyos en las urnas. Sin embargo, ambas formaciones lo van a tener muy complicado de cara a iniciar cualquier tipo de conversación. Guy Verhofstadt, de los liberales europeos, fue uno de los primeros líderes europeos en pronunciarse tras el anuncio de los resultados electorales en Andalucía —Marine Le Pen hizo lo propio con Vox—. El ex ministro belga felicitó a Albert Rivera por los buenos resultados pero le alertó de su preocupación por el auge de la extrema derecha y este mismo jueves hizo que se retratara frente a los suyos. Rivera lo tiene claro: "Nosotros no vamos a ir de la mano de los que van con Le Pen".
Las declaraciones del líder de Ciudadanos han escamado a Vox, que ya manifestó su descontento días atrás por el "ninguneo" al que se veían sometido tras el inicio de las negociaciones para gobernar la Junta entre PP y Ciudadanos. Santiago Abascal ha sido tajante y sus declaraciones no se han hecho esperar tras la sentencia de Rivera, al que le ha acusado de "despreciar a 400.000 andaluces" y ser socio "lo mismo de Libertas —formación de corte ultraderechista con la que concurrió Ciudadanos en elecciones europeas de 2009— que de Susana Díaz". Con sus declaraciones Abascal ha puesto las cartas sobre la mesa. "Si lo que pretende es el visto bueno socialista, para continuar el socialismo con otras siglas y no levantar las alfombras, que no cuenten con nosotros". Vox sabe que tiene la llave porque Susana Díaz no recoge el guante naranja ni siquiera bajo el pretexto del constitucionalismo.
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