Teresa Rodríguez y Susana Díaz en un momento del debate de Canal Sur.
Teresa Rodríguez y Susana Díaz en un momento del debate de Canal Sur.

Hay quien critica a Teresa Rodríguez porque en el debate electoral de Canal Sur estuvo “muy presidenciable”. Quienes la critican lo hacen porque consideran que debió estar más “gamberra”, entrar más en el cuerpo a cuerpo con Susana Díaz, como en los duelos del comienzo de la legislatura que han catapultado a la candidata de Adelante Andalucía como líder de la oposición andaluza.

Es justamente este papel “muy presidenciable” jugado en el debate lo que convierte a Teresa Rodríguez en alternativa creíble y en ganadora moral, si es que ganó alguien en un formato aburrido, constreñido, sin frescura y donde la presentadora no puedo ejercer el periodismo. Teresa Rodríguez se presentaba con dos objetivos que está reforzando durante la campaña electoral y que, a tenor de las encuestas, están calando en el electorado.

Por un lado, evitar que Susana Díaz juegue al victimismo que tan bien se le da y con el que tanto rédito electoral ha obtenido. Por otro, demostrar solvencia, rigor y que tiene un proyecto del sí para todos los noes que ha hecho públicos en su papel de portavoz parlamentaria de Podemos en estos tres años de legislatura.

Ambos objetivos los ha conseguido, aunque para ello haya tenido que sacrificar el titular fácil y el enfrentamiento que muchos periodistas buscan entre Susana Díaz y Teresa Rodríguez. La aspirante a presidir la Junta por la marca Adelante Andalucía tiene que tratar de llegar a esos amplios espectros de la población que, siendo de izquierdas, ya no se representan en el susanismo: un voto emocional que no votará a una opción alternativa si ésta ataca duramente a un PSOE que ha sido patrimonio de las clases populares andaluzas hasta hace pocos años que se entregó al IBEX-35, al PP y tiró la bandera andaluza .

Lo que muchos periodistas madrileños no entienden es que hay en Andalucía un recuerdo nítido de la miseria y que fue el PSOE quien inauguró los centros de salud, institutos y hospitales donde ahora van las mismas personas que hace no mucho iban a sanatorios de mala muerte. Eso, el recuerdo nítido de la miseria –en 1980 en Andalucía había 2 millones de analfabetos- no se olvida y se transmite de generaciones a generaciones. Esta es la razón de que el PSOE haya sido el partido de Andalucía y de que su hegemonía haya sido incontestable.

Si embargo, el PSOE andaluz ha demostrado en sus últimos años, en su versión susanista, unos niveles de corrupción y un abuso de poder intolerables, pero, a ojos de mucha gente, es nuestro corrupto, nuestro cacique. Sé que es difícil de entender, pero las claves políticas andaluzas no se pueden entender con gafas centralistas.

Adelante Andalucía sólo podrá gobernar en esta tierra, ahora o en pocos años, si es capaz de tejer una alternativa creíble, amable y solvente a un PSOE que está biológicamente muerto y que sufre para no bajar del 30% en una tierra donde llegó a superar el 50% de los votos hace sólo una década. En Cádiz y Sevilla, las provincias más pobladas, Adelante Andalucía ya es segunda fuerza política, un hecho impensable hace sólo 10 años donde el PSOE no tenía rival. Si el PSOE se sostiene es por una ley electoral injusta que da más escaños a provincias poco pobladas y muy ruralizadas y conservadoras como Huelva, Jaén o Granada.

Frente a la resignación conservadora de Susana Díaz que promete lo que no ha hecho y que ha empobrecido y privatizado a amplias capas de la población, en el debate de Canal Sur se pudo ver a una Teresa Rodríguez con datos, a veces demasiados, y propuestas en positivo para construir los cascotes de una sociedad andaluza con niveles de empobrecimiento y desigualdad intolerables para cualquier persona que se diga demócrata.

Guerra civil de las derechas

Frente a la guerra civil de las derechas, que pugnan entre ellas por ver quién es más de ultraderecha, Teresa Rodríguez trató de no entrar en el cuerpo a cuerpo con Susana Díaz para evitar los titulares de que lidera la oposición y artículos que la vincularían al griterío, muy útil para obtener titulares y apoyos en redes sociales, pero poco creíbles para decirle a la gente que te vote para presidir una comunidad de 8,5 millones de habitantes.

Posiblemente Teresa Rodríguez haya perdido el debate televisivo, pero ha ganado la batalla en la que más déficit tenía una candidata que, no lo olvidemos, hace un lustro militaba en una organización extraparlamentaria poco dada al pragmatismo. El gran logro de Teresa Rodríguez es haber demostrado que quiere ganar las elecciones y que tiene un perfil presidenciable frente a la imagen de izquierdista, que ya no suma a más votantes y que tiene noes pero no síes para solucionar los problemas que señala.

El discurso del minuto de oro de Teresa Rodríguez es un programa electoral en sí mismo, que mezcló la rebeldía, la ternura y la protección social. “No hemos parido ni vamos a parir hijos para despedirlos en los aeropuertos”, dijo en su mensaje final.

Teresa Rodríguez por primera vez ha demostrado que tiene un plan de gobierno solvente y que lidera una opción política que quiere y puede gobernar desde la esperanza y un pacto intergeneracional en el que estén los jóvenes y también todos los sectores más envejecidos para los que el PSOE andaluz es mucho más que un partido político y que nunca votarán a una opción progresista que les recuerde con excesiva antipatía que se han equivocado de voto durante cuatro décadas. A la gente no le gusta saber que se han equivocado. La verdad descarnada en política no es sinónimo de sumar simpatías, todo lo contrario.

Sobre el autor:

Raúl Solís

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

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