Homosexuales: los otros represaliados del franquismo

Durante la dictadura, e incluso en los años de transición, miles de personas fueron perseguidas y apresadas por su condición sexual

Fotograma del documental 'Pero que todos sepan que no he muerto', dirigido por la cineasta estadounidense Andrea Weiss.
Fotograma del documental 'Pero que todos sepan que no he muerto', dirigido por la cineasta estadounidense Andrea Weiss.

Ejecutado por "rojo y maricón". Estos dos calificativos llevaron a Lorca a perderse en tierra de nadie y a muchos otros, años más tarde, a prisión. Una memoria encerrada entre muros, con un arco iris inexistente, apagado y de color gris. Lamentos enjaulados durante décadas. Una persecución injustificada. Miles de personas homosexuales pasaron por las cárceles en España durante la dictadura de Franco y los primeros años de la Transición por su orientación sexual. Al menos 5.000 represaliados por ser gays, lesbianas, transexuales o bisexuales. 

Franco empezó a perseguir la homosexualidad –los llamados violetas- más claramente a partir del 15 de julio de 1954, con la modificación de la Ley de Vagos y Maleantes. Más tarde haría la Ley sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social, vigente de 1970 hasta 1984. "El régimen franquista tuvo como ejes el ideal de una mujer sumisa al hombre, infravalorada, dependiente y reduccionista; y la figura de un hombre idealizado, basado en el culto a la violencia que derivaba de la primacía del ejército en la sociedad, en la exaltación del hombre viril, fuerte y masculino en su esencia", según expone el doctor Daniel Vallès Muñío, profesor en la Universitat Autònoma de Barcelona.  

"El franquismo postuló su propia higiene de la raza, en la que los homosexuales se entendían como enfermos y como sujetos inmorales"

Para el doctor, "el franquismo postuló su propia higiene de la raza, en la que los homosexuales se entendían como enfermos y como sujetos inmorales. Y el trato que les despachó fue, desde el principio, el derivado de la represión". De esta forma, el régimen creo unos centros especializados en la rehabilitación de homosexuales, donde eran internados en periodos de tres meses a tres años para ser "reeducados". En España se habilitaron dos centros de este tipo, uno de ellos en Huelva y el otro en Badajoz. Además, en todos los penales del país había galerías destinadas a los presos "invertidos", tal y como los designaban.  

La situación de los presos homosexuales no difería en exceso de los presos comunes, tanto en el trato inhumano como en la obligación de realizar trabajo forzado. "De hecho, su 'internamiento' no dejaba de ser una privación de libertad derivada de su condición sexual, aunque, además, al no ser considerados presos comunes sino enfermos que debían ser reeducados, no gozaban de los derechos y beneficios inherentes al derecho penitenciario", explica Vallès Muñío. Se trata de una doble represión, al igual que la que sufrieron las mujeres republicanas. Mujeres y homosexuales, además de la privatización de la libertad, sufrieron "una estigmatización por su condición sexual, vejaciones, violaciones y torturas, tanto dentro como fuera de la prisión". 

Por la antigua prisión de Huelva pasaron presos políticos como Miguel Hernández durante la Guerra Civil

La persecución no fue sistemática. "Tenía un sesgo de justicia de clase. Los que pagaban eran siempre gente muy modesta: camareros, agricultores; los señoritos casi nunca", apunta el periodista Arturo Arnalte, autor del libro Redada de violetas. A veces el factor decisivo era el balance de cada comisaría. "Cuando un policía quería hacer méritos detenía a gays pobres", afirmaba Arnalte en un reportaje de El País de hace unos años. Además, con la llegada de los años 70 y la llegada de la nueva ley que pretendía, de alguna forma, "rehabilitar" a los homosexuales, se pusieron en práctica las conocidas técnicas de aversión, parecidas a las que se ven en la película La naranja mecánica, consistentes en descargas eléctricas asociadas a imágenes eróticas para tratar de desviar el deseo sexual. "Prácticas asociadas al dolor, electroshocks y, por supuesto, condenas a trabajos forzados en campos de concentración, sin ninguna intención terapéutica, sencillamente para llevar a los sujetos a la extenuación y apartarlos de la sociedad”, según apunta Víctor Mora, autor del estudio Al margen de la naturaleza, para Tribus Ocultas 

[caption id="" align="alignnone" width="765"] Estado actual de la antigua prisión provincial de Huelva. FOTO: H. CORPA.[/caption]

En Andalucía, la vieja prisión de Huelva fue declarada Lugar de la Memoria por la Dirección General de Memoria Democrática (DGMD) de la Junta de Andalucía en el año 2013. Esta cárcel cuando se construyó tenía capacidad para unas trescientas personas. Pero durante la dictadura llegó a albergar a más de mil represaliados homosexuales. Por ella pasaron presos políticos como Miguel Hernández durante la Guerra Civil, o Diego Valderas, ex coordinador andaluz de IU, durante los últimos coletazos del franquismo y las primeras andadas de la Transición. El pasado mes de abril, la Junta, a través de la DGMD, sustituyó la placa en recuerdo a las personas homosexuales que fueron encarceladas en la antigua prisión provincial, para incluir en el texto al colectivo transexual. Sin embargo, a día de hoy el antiguo penal de Huelva sólo es un espacio abandonado, un lugar más convertido en víctima de la desmemoria de este país.  

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Estefanía Escoriza

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