El abrazo a la naturaleza de Asunción Vera: “He sentido como si fuera cada animal”

El viento acaricia el rostro de una mujer cuya calma ha invadido el patio del CEIP Al-Ándalus en Jerez. Su voz resuena a través del micrófono para lanzar un mensaje claro y conciso. La necesidad de respetar al medio ambiente. “Tenemos que amar a todos los seres vivos que forman parte de la naturaleza", dice la escritora Asunción Vera (1946), después de leer su cuento El canario cantarín.

Sentada frente a un mural en el que pronto quedarán impregnadas las huellas de los alumnos y alumnas, la autora muestra una maceta. Acaricia la planta y transmite la importancia de cuidarla. Está allí para presentar un libro con el que busca profesar ese amor al entorno que ella siempre ha conservado. Pero, sobre todo, participa en la IV Semana cultural y de animación lectora del centro para avivar la paz. Tres letras que, por desgracia, son inexistentes en algunas zonas del planeta.

Asunción desprende energía positiva en cada palabra que dedica a los niños y niñas. Voluntariamente, quiso poner su granito de arena para transmitir valores. Y este lunes de Pascua lo hace con su tercer libro en la mano. Su título, La igualdad de la naturaleza (2020), lo dice todo. “La naturaleza puede vivir por sí sola, pero nosotros dependemos mucho de ella. Entonces ese respeto y esa toma de conciencia es muy importante”, comenta.

Ella comenzó a cuidarla desde muy pequeña en la casa donde vivían sus abuelos, en Estación de Gaucín, El Colmenar. En sus recuerdos perduran los animales que se encontraba en pleno parque natural de Los Alcornocales, lugar al que sigue acudiendo cuando Valdelagrana, donde reside, rebosa de turistas en agosto.

En su obra plasma sus vivencias en el pueblo y en El Bosque, donde se trasladó desde Puente Genil, su tierra natal. La ya casi jerezana lleva prácticamente toda su vida ligada al mundo de las letras desde que completó el Bachiller en el IES Coloma.

“Soy mujer trabajadora, madre y abuela"

“No tenía un diario, pero sí me gustaba mucho escribir cuando tenía sensaciones. Era una forma de expresar mis emociones”, dice Asunción, que transformaba en literatura lo que veía en su entorno.

Con 21 años entró a trabajar en la compañía Telefónica, después se casó con un portuense y de la central de Jerez se fue a Puerto Real. “Soy mujer trabajadora y eso ha sido como una fuerza. También soy madre de cuatro hijos y abuela. Esa es mi seña de identidad y la igualdad”, explica.

Esa manía por plasmar en el papel su interior, le acompañó, pero nunca se había planteado editar su propio libro hasta que “mis amistades me animaron a que lo hiciera”. Así publicó Reflexiones con Alas Invisibles (2015) y El acompañamiento (2017). Libros extraídos de sus extrañas, sin fines lucrativos, es decir, todos los beneficios están destinados a asociaciones y colectivos vulnerables.

"Cuando veáis un árbol, abrazadlo"

Asunción firma los ejemplares del último, La igualdad de la naturaleza, que presenta en su portada a un chaparro al que dicen “comepiedras”. Es el árbol que ella veía en El Colmenar. “Siempre que iba abrazaba a este árbol. Todos mis hijos y mis amigos también lo hacían. Cuando veáis un árbol, abrazadlo fuertemente, cerrad los ojos y sentiréis la energía que procede de ellos”, comenta a su público.

Para ella, “tenemos que ser conscientes de que todos somos parte de la naturaleza y no sobresalimos por encima de ella”. Es la idea que refleja en un recopilatorio de cuentos cortos y poesía -algunos escritos hace más de quince años- apto para todos los públicos, desde su vecina de 96 años hasta su nieto de seis.

En un bonito acto en el que Asunción ha dejado fluir a sus emociones, comparte lo mucho que se puede aprender de los animales, protagonistas de sus páginas.

“Ellos tienen todos los valores”, dice. Para escribir las historias se ha metido en la piel de distintas especies para contar en primera persona lo que sienten. “El animal se ve cómo es, cómo lo ven y cómo le gustaría que lo pudieran ver”, sostiene tras realizar un ejercicio de introspección.

Dota de racionalidad a la serpiente, a la mosca, al pato, a la perra que vivía en su casa, a los gatos salvajes que se colaban por la puerta o a una oveja. Cada uno de ellos aporta su reflexión final. “Todos debemos tener nuestro sitio, cada persona y cada animal, pero no anteponer uno delante del otro. Esa igualdad”.

El libro también está formado por colaboraciones externas, artículos altruistas enviados por biólogos, ambientólogos, investigadores o profesores que tratan temas relacionados con el medio ambiente como el problema de los plásticos.

A la escritora se le ilumina la cara mientras los niños se dan las manos en una actuación simbólica. Se palpa su deseo de que la paz coja fuerza en un mundo complejo.